«No. No», respondía LeBron James cuando un periodista le preguntaba si había considerado que el Game 7 ante Indiana, de perderlo, podía ser el último partido de su vida con la camiseta de Cleveland. «La idea de ‘Si no jugamos bien será mi último partido del año’, si rondará probablemente en mi cabeza, pero no he pensado en eso [en marcharme]».
Ni un sí, ni un no. Simplemente LeBron explica que todavía no ha llegado el momento. Como debe ser. Su cabeza está en el ‘ahora’, y en Ohio tienen por delante el primer partido de playoffs a vida o muerte. El primero de esta índole al que se enfrenta el rey en una primera ronda en toda su carrera. Lo más cercano a ello le sucedió en la temporada 2005/06 —21 años tenía, su primer MVP—, cuando los Cavs, tras concluir 4º en RS, eliminaron a los Wizards en la primera de las eliminatorias por 4-2.
El techo de estos Cavs
El alero es consciente de que tan pronto como los playoffs terminen, con mejor o peor resultado, tocará centrarse en su futuro, que para nada está escrito en Cleveland y cuya salida en su último año de contrato —opción de jugador por 35 millones— gana enteros cada semana respecto a la anterior.
Aunque precisamente, las cada vez más escasas posibilidades de que el rey decida prolongar un año más su estancia en su equipo natal —sería la duodécima temporada en total—, pasan, mínimo, por que los Cavs derroquen a Indiana y hagan un papel digno, muy digno, en el resto de las eliminatorias por el título de campeón.