Hay que saber retirarse. Abundan los jugadores —no nombraré a nadie— que no saben aceptar con dignidad la victoria natural e insoslayable de los años sobre nuestro cuerpo. Aparece el retruécano, y las viejas glorias se convierten en glorias viejas. Nos duele verlos así; a los mitos de nuestra niñez arrastrándose por las canchas, ensuciando su mito, empequeñeciendo su leyenda, dándose a sí mismos un final injusto, inmerecido.
Pero, ¿qué podemos decirle a Richard Jefferson, si la vida le ha tenido vedado el acceso a la cima hasta sus 36? ¿Cómo poder exigirle que no se retracte de su decisión en caliente, tras ser el hombre revelación e inesperado ‘factor x’, resultando clave como edecán de LeBron en la consecución del primer anillo en la historia de Cleveland y en la de su propia vida?
Pues nada. No se le puede decir absolutamente nada. Jefferon se retiró. Jefferson se arrepintió. Jefferson reculó. Y Jefferson se ha venido muy muy arriba, porque ha pasado de echar el candado, a levantar con fuerza la persiana y decidir que este kiosko no cerrará durante, al menos, los tres próximos años. Así lo ha informado Chris Mannix, de The Vertical, indicando que el alero de los Cavs aún tiene fuelle para rato.
En un principio continuaría con los campeones, pero según las fuentes tampoco está descartado que Jefferson firme un acuerdo de corta duración con algún otro equipo. Lo que está claro es que a este cassette, aún le queda bastante cinta magnética en su cara B.