La venta de los Jazz impulsará el valor de las franquicias

Hace poco más de una semana, los Utah Jazz cambiaron de dueño por 1.600 millones de dólares en un acuerdo que también incluyó el Vivint Smart Home Arena. La operación tan sólo se encuentra a la espera del visto bueno del resto de propietarios de la NBA para ser aprobada de manera oficial. A su vez, ha sido vista como una clara señal del buen estado de forma que presenta la liga a pesar de haber sido azotada fuertemente por la pandemia de coronavirus.

«Es un precio bastante bueno. No me ha sorprendido. Esto demuestra la fuerza de la NBA», ha señalado Steve Greenberg, director del banco de inversión Allen & Co, el cual ha asesorado tanto a compradores como vendedores de numerosos equipos deportivos.

Michael Rapkoch, presidente de Sports Value Consulting, profundizó en estas palabras para The Athletic. «El precio parece justo y no refleja ninguna disminución a causa del COVID-19. Esto es positivo para los equipos con un mercado más pequeño y un gran logro para la NBA. Hace diez años, muchos equipos se vendieron por alrededor de 300 millones. Ahora, ese precio se ha quintuplicado a pesar de los altibajos de la economía estadounidense.»

Ciertamente, tanto Greenberg como Rapkoch coinciden en un punto en común: el valor de las franquicias sigue aumentando y la venta de organización afincadas en mercados pequeños no hace más que impulsar gradualmente esta tendencia. La última vez que los Jazz cambiaron de manos tuvo lugar hace 35 años, cuando Larry Miller compró el equipo por un total de 26 millones de dólares. Tras su venta a Ryan Smith, la familia ha recuperado su inversión en hasta un 6.000%, fruto de la afluencia masiva de acuerdos televisivos que irrumpió con fuerza en los años 90.

En febrero, Forbes estimó en 1.550 millones de dólares el valor de la franquicia de Salt Lake City, ocupando el 21º puesto entre los 30 equipos que componen la NBA. El promedio de la liga asciende hasta los 2.120 millones, liderado por los Knicks, cuyo precio ronda los 4.600 millones.

Esta enorme disparidad en el valor se debe principalmente a las propias capacidades económicas del mercado sobre la que se asientan. La ciudad de Nueva York se sitúa en lo más alto de la escala nacional, mientras que Salt Lake City ocupa el 30º puesto. Los únicos mercados más pequeños de la NBA son San Antonio (31º), Milwaukee (35º), Oklahoma City (43º), Nueva Orleans (50º) y Memphis (51º).

Otras ventas recientes de equipos de la NBA incluyen al co-fundador de Alibaba, Joe Tsai, quien pagó entre 3.330 y 3.500 millones de dólares en 2019 por los Brooklyn Nets, compañeros de mercado de los Knicks. En 2017, Tilman Fertitta gastó 2.200 millones para hacerse con los Houston Rockets y, dos años antes, Tony Ressler hizo lo propio con los Hawks (décimo mercado más grande de la NBA) a cambio de 850 millones.

Hace apenas una década, las cantidades que se barajaban eran mucho menores. En 2011, Tom Gores compró los Pistons por 325 millones de dólares y Josh Harris aportó, junto a un grupo inversor, 290 millones para adquirir los 76ers. La operación que marcó este crecimiento al alza ocurrió en 2014: la NBA quitó a Los Angeles Clippers de las manos de Donald Sterling tras su escándalo racista para regalárselos a Steve Ballmer por una cantidad de 2.000 millones.

Así, nos encontramos que, con apenas seis años de distancia, una franquicia encuadrada en un mercado menor ha sido vendida por una cantidad no muy alejada que aquella por la que fue vendida el equipo angelino. Un acuerdo que, según varias especialistas, establecerá una nueva línea de corte para futuras ventas. «Ningún equipo de la NBA se venderá por menos que eso», afirma Greenberg.

Mientras su valor sigue subiendo, los gigantescos acuerdos televisivos, la cada vez mayor exposición al público y el impacto económico consiguiente convierten a los equipos en una inversión atractiva para los multimillonarios, quienes ven en ellos una forma fácil de obtener ganancias rápidas.

«Muchas personas muy adineradas miran su cartera y concluyen que quieren un lugar en los deportes», prosiguió Greenberg. «Son muy activos y multigeneracionales. Cada vez es más habitual ver cómo los equipos pasan a la siguiente generación y pertenecen a la misma familia durante décadas. Nadie quiere venderlas. No es una versión especulativa.»


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