Houston contra Mitchell: 7 vs 1

Marcus Smart presumía hace menos de 24 horas, en nombre de sus Celtics, de haber sido capaces de frenar a Ben Simmons, merced a una ...

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Por Enrique Bajo

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Marcus Smart presumía hace menos de 24 horas, en nombre de sus Celtics, de haber sido capaces de frenar a Ben Simmons, merced a una defensa colaborativa. Cambios constantes de marca, en favor del defensor verde mejor posicionado en cada momento, para tratar de incordiar a la naciente estrella de los 76ers.

Lección aprendida

Tomó buena nota de esto Mike D’Antoni, ese entrenador al que, dicen, se le dispara la alergia cuando el Toyota Center empieza a clamar, con una sola voz, aquello de: «De-fense!»

Ayer, los Houston Rockets atacaron de lo lindo, que es lo que mejor se le da; pero su compromiso defensivo no le anduvo a la zaga. Los mayores problemas que habían tenido en el encuentro anterior, con el que los Jazz igualaban la serie a domicilio, tenían nombres y apellidos: Donovan Mitchell y Joe Ingles.

Trazó, pues, un plan la franquicia tejana para cauterizar al primero. Mitchell, que en el Game 2 se fue hasta los 17 puntos y 11 asistencias, se quedó, en el Game 3, en 10 tantos, 3 asistencias, y un paupérrimo carro de tiro de 4/16. Enorme culpa de ello tuvo la defensa de Houston.

Todos para uno

El segundo ataque de los Jazz del partido ya fue un buen reflejo y adelanto de lo que esperaba al novato para todo el resto de la velada.

Una defensa que empieza en el perímetro Clint Capela, y que termina en la zona con el tapón de Trevor Ariza. Lo que hiciese falta para taponar los cortes mortales a canasta del shooting guard.

Como indica Sam Amick, del USA Today, hasta siete jugadores distintos de los Rockets se encargaron de marcar a Mitchell en algún momento de la noche —recuperando parte de la estrategia que ya les vimos implementar en el Game 1—. Un jugador que por su habilidad, tenacidad y coraje se ha ganado a pulso pizarras ad hoc diseñadas con un único objeto: desactivarlo.

El domingo los Jazz tendrán, todavía al calor de su pabellón, la oportunidad de la contrarréplica. Y es posible que para entonces sus rivales tengan una chapa más por la que preocuparse en su pizarra. Ricky Rubio.

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