El debate: ¿quién tiene la culpa y dónde está la solución para los Knicks?

¡Estamos de estreno! Inauguramos nueva sección en nbamaniacs en la que intentaremos abordar alguna de las principales cuestiones que conciernen a la actualidad NBA para generar un sano intercambio de opiniones entre nuestra comunidad de lectores. De lunes a jueves expondremos diversas temáticas con el fin de generar una serie de debates en los que queremos que tú, querido lector, seas el principal protagonista en la caja de comentarios. Y sin más dilación, ¡comenzamos!


Un nuevo proyecto en la Gran Manzana se dirige de forma ineludible a las fauces del fracaso. Este viernes, los Knicks anunciaban el despido de David Fizdale tras el horroroso inicio de temporada firmado por el equipo. La franquicia está completando su peor arranque de curso de la historia y registra el peor récord de toda la NBA en el global de las últimas veinte temporadas, con un porcentaje de victorias del 41%.

Probablemente no sea tan sorprendente su mal inicio de temporada teniendo en cuenta la presencia de un núcleo joven completamente nuevo en el que sus piezas se desconocen entre ellas, pero sÍ al nivel que hemos presenciado. Más allá de los controvertidos y discutibles movimientos realizados por la gerencia en el verano y las cuestionables decisiones deportivas tomadas por Fizdale, parece como si una especie de ADN corrupto se hubiera instalado en las arterias de la organización.

En el mismo lapso de dos décadas citado, los neoyorquinos se sitúan en la 22ª posición en ofensive rating y ocupan de calle el último puesto en eficiencia defensiva. Una estadística que viene a ratificar el pésimo porcentaje ganador del equipo pero que también subraya y profundiza en otro punto muy importante: es una muestra lo suficientemente grande y representativa como para afirmar que en Nueva York es muy poco lo que se ha hecho bien desde comienzos de siglo.

Entrenadores y jugadores

Desde 1999, hasta trece entrenadores —contando al actual Mike Miller— han ocupado el banquillo de los Knicks. En el mismo lapso de tiempo, siete figuras distintas han sido las encargadas de tomar las decisiones en las oficinas. Y la mayoría de dichos mandatos ha rozado —o se ha sumergido en— el desastre. La larga lista de entrenadores incluye a Larry Brown, Jeff Van Gundy, Lenny Wilkens, Mike Woodson, Mike D’Antoni y Jeff Hornacek. Woodson ha sido el único capaz de alcanzar las 50 victorias entre todos ellos y Van Gundy y D’Antoni pueden presumir de ser los otros aptos para firmar un balance positivo a final del curso.

En el caso de Fizdale, en su asiento contable se amontona en mayor cantidad el ‘debe’ que el ‘haber’. Las rotaciones del técnico, o más bien la ausencia de sentido lógico en ellas, han construido un microcosmos dentro de los problemas generales de los Knicks. Sin una filosofía ni un sistema definido, los jóvenes con hambre y necesidad de minutos no han podido establecerse en roles regulares y han visto como su carga de minutos ha oscilado entre una cantidad importante y el cero más absoluto. Experimentar con las rotaciones es comprensible para un equipo con una cantidad limitada de talento pero la propia composición del mismo exige un compromiso y una continuidad con el núcleo de futuro. Que no es poco.

Por otro lado, Fizdale no es el prototipo idóneo de entrenador dedicado al desarrollo de los jóvenes y están siendo los más veteranos los que finalmente han asumido el mayor peso en minutos y responsabilidad. Y aquí hay que mirar uno o dos escalones más arriba. La sensación de decepción generalizada entre la afición azul y naranja es compartida por la gerencia, donde, por otro lado, también se puede desgranar la problemática del asunto.

Fizdale llegó de la mano de una serie de veteranos cuyos acuerdos poseían poco o ningún sentido más allá de ser usados como moneda de cambio para adquirir picks del draft y activos a largo plazo. Unos veteranos que, a su vez, también han pecado de, puntualmente, hacer la guerra por su cuenta en su propósito de intentar amarrar un contrato más suculento en un futuro cercano. Que esconda la mano quien esté libre de pecado.

Oficinas y gerencia

Durante meses, o años, en un ciclo que parece repetirse constantemente cual ‘Día de la Marmota, el verano de 2019 fue señalado como aquel en el que los Knicks darían su gran golpe en la NBA. Con una economía holgada y más que permisiva, el baile de nombres volvió a danzar sobre el Madison Square Garden al ritmo de dos grandes figuras: Kevin Durant y Kyrie Irving. Finalmente no solo no aterrizaría ninguno de ellos sino que la salida de Kristaps Porzingis, la cual posibilitó la creación de este margen salarial, terminó traduciéndose en la firma de Julius Randle, Bobby Portis, Taj Gibson y Marcus Morris, sobrecargando el juego interior. Por su parte, Dennis Smith Jr., principal valor en el traspaso por el letón y gran deseo de Steve Mills, ha terminado por diluirse en las catacumbas de Nueva York.

“No crecí viendo a los Knicks ser buenos”, afirmó Kevin Durant en su momento en una entrevista para USA Today. “Bueno, recuerdo que los Knicks llegaron a las Finales, pero los niños después de mí no lo vieron. Así que la marca de los Knicks no es tan atractiva para ellos como pueden ser los Warriors, los Lakers o incluso los Nets ahora. En este momento no son lo bueno dentro de la NBA.”

En efecto, años y años de dinámica negativa y derrotista parecen haber sacado del mercado a los Knicks, donde se siguen empeñando cada verano en abrazar unas expectativas cada vez más irreales. Y eso hace que el trabajo en las oficinas, con Scott Perry al frente, sea cada vez más difícil. Repito, no hay proyecto. Ni, mucho menos, la paciencia necesaria para construir uno válido. Este tipo de ‘visión show-business’ no permite una continuidad exitosa dentro del equipo, tanto a nivel deportivo como institucional. De momento, un mercado tan agitado y enriquecido como el de Nueva York permite a la franquicia mantenerse en lo más alto de la lista de ingresos de la NBA. Pero no es suficiente y la situación debe cambiar. Una transformación que, a su vez, apunta directamente a la creación o modificación de un nuevo germen competitivo que señala a la cúpula más elevada de la franquicia. A un James Dolan del que muchos desearían que alejara sus manos lo máximo posible de las decisiones deportivas de la franquicia. Pero, quizá, sea mucho pedir.

Queremos saber tu opinión

Y tú, querido lector, ¿qué piensas? ¿de quién crees que es la culpa de todo lo que está ocurriendo en New York?, ¿el despido de Fizdale y la llegada de un nuevo entrenador solucionará algo?, ¿todo seguirá igual hasta que el cambio no se produzca directamente en lo más alto de la organización?

Estamos encantados de poder conocer tu postura al respecto. Déjanos tu opinión en la caja de comentarios.

(Fotografía de portada de Ethan Miller/Getty Images)


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