El Jugador Más Mejorado: entre la bendición y el inconveniente

Los últimos partidos que ha protagonizado Julius Randle parecen haber disipado cualquier debate sobre quién es el Jugador Más Mejorado del año. El ala-pívot de los Knicks se coloca como máximo favorito para alzar el galardón frente a otros contendientes que habían sonado con más o menos fuerza. Especialmente De’Aaron Fox. Pero, aunque el rendimiento de Randle haya llevado a los Knicks a su mejor temporada de los últimos siete años, este salto cualitativo no ofrece una lectura rotundamente positiva. Al menos desde el punto de vista de la gestión deportiva de la franquicia.

La próxima temporada, el jugador de Nueva York afronta su último año de contrato, al término del cual saldrá al mercado como agente libre sin restricciones. Sin embargo, los Knicks son el equipo que más dinero le podría ofrecer, llegando a un máximo aproximado de 128 millones de dólares por cuatro años. La decisión de si le terminan ofreciendo esta cantidad o no, resulta crucial para el devenir de una organización que parece al fin tener un plan deportivo a medio plazo.

A una situación similar se enfrentó Pelicans durante la última offseason, pues tuvo que decidir si ampliar el contrato rookie de Brandon Ingram con un máximo justo después de que el jugador fuese nombrado como el Most Improve Player (MIP) de la temporada pasada. El caso de Ingram es más prototípico, pues este premio suele recaer en jugadores que aún perciben salario de novato. Nueva Orleans comprometió 158 millones en los próximos cinco años hace escasos meses. Esta extensión se daba por hecha y hasta cierto punto era obligada. A pesar de ello, el futuro de Ingram no parece claramente ligado a Pelicans, cuya actual temporada arroja sombras sobre su convivencia en el equipo de Zion Williamson.

El MIP y los desajustes del mercado

Visto así, el premio a Jugador Más Mejorado puede ser un regalo envenenado. El incremento cualitativo y estadístico de estos jugadores suele ir acompañado de un aumento en la notoriedad dentro de la liga. Pero también puede estar estrechamente relacionado con el entorno deportivo del jugador en sí, equivocando su impacto real en el juego. Factores como un aumento de importancia circunstancial o encontrar un contexto de juego idóneo pueden llevar a la inflación estadística y apreciativa.

Aún así, entrar en la conversación del premio da un empujón a la cotización del jugador, casi obligando a su franquicia a ofrecer el contrato máximo para asegurarse su permanencia. Más si se tiene en cuenta que estas situaciones suelen circunscribirse al contexto de mercados pequeños o medianos que no tienen acceso directo a las grandes estrellas.

El mercado de agentes libres no es equitativo, ya que hay mucha menos oferta —jugadores diferenciales— que demanda —las treinta franquicias—. Por esto, jugadores que quizás puedan no alcanzar la excelencia, reciben el máximo valor monetario posible en la agencia libre.

Aunque los perfiles que optan a este premio tienden a ser similares, su tipología y calidad bruta pueden variar mucho. También los contratos a los que optan después de temporadas de acuciada mejora. Por ello resulta interesante echar la vista atrás para analizar cómo los MIP de los últimos años han incidido en el devenir de sus franquicias. Los ganadores de este premio de las últimas cinco temporadas son:

  • 2015-2016: CJ McCollum; Portland Trail Blazers
  • 2016-2017: Giannis Antetokounmpo; Milwaukee Bucks
  • 2017-2018: Victor Oladipo; Indiana Pacers
  • 2018-2019: Pascal Siakam; Toronto Raptors
  • 2019-2020: Brandon Ingram; Nueva Orleans Pelicans

Casualmente, los tres primeros pertenecen a la misma clase del draft (2013), por lo que sus casos son fáciles de comparar. Tanto McCollum como Antetokounmpo firmaron la extensión máxima de su contrato rookie. Dos jugadores actualmente en estratos distintos pero cuya fugaz mejora obligaba a sus franquicias a realizar la mayor apuesta posible. Giannis ya había optado al MIP el año que lo gana CJ, por lo que un segundo año consecutivo de apabullante mejora le situó en el Olimpo de la NBA. Esto hace que el salario del griego sea de repente una ganga que permite a Milwaukee arriesgar más en el mercado a corto plazo. Mientras que los Blazers se ven obligados a operar con Lillard y el propio McCollum como núcleo competitivo, para lo bueno —pareja exterior de máxima élite— y para lo malo —techo defensivo muy bajo—.

El tercero en discordia es Víctor Oladipo. El escolta registró una hinchazón en sus números en el que ya era su tercer equipo en la liga y habiendo firmado ya su extensión de contrato sin llegar al máximo —85 millones por cuatro años en 2016—. Oklahoma apostó por él como anotador de apoyo para Westbrook y acabó siendo la estrella ofensiva de los mejores Pacers desde la marcha de Paul George. Así, Indiana se aprovechó de esta situación contractual para asegurarse una estrella a precio más que amable para el estándar de la liga.

La mala suerte quiso que Oladipo cayese en desgracia a partir de su grave lesión de rodilla a principios de 2019. Tras la cual aún no ha vuelto a su nivel anterior. En otro contexto, el inconveniente hubiese sido doble para los Pacers por perder a su estrella y ocupar gran parte del espacio salarial. Pero el bondadoso contrato del escolta les permitió reforzarse ese mismo verano con la incorporación de Malcolm Brogdon e incluso cambiar de rumbo auspiciados por la mejora de Domantas Sabonis. Todo ello sin hacer concesiones ni preocuparse por cuadrar salarios a medio plazo.

Siakam en los Raptors de Kawhi Leonard

Pascal Siakam es quizás el caso más paradigmático de los expuestos. Su temporada 2018-19 le sitúan en una esfera difícil de pronosticar viendo sus dos primeros años en la liga. Un estatus que corona con unos magníficos playoffs en el que a la postre terminará siendo el equipo que se haga con el anillo. Los Raptors le extendieron un máximo de manera inmediata y el jugador respondió echándose el equipo a la espalda protagonizando la mejor temporada de su vida.

En esos momentos, era coherente ofrecerle un contrato máximo a un jugador que había demostrado poder ser segunda espada —con permiso de Lowry— de un equipo campeón con Kawhi a la cabeza. Pero menos de dos años después, las dudas que surgen sobre la posibilidad de construir un gran equipo alrededor del camerunés son totalmente legítimas.

El actual Siakam es la viva imagen del momento por el que pasa Toronto, que sufre la resaca del campeón inesperado que se resquebraja como producto de su propia gloria. Los Raptors parecen a la espera de una oportunidad de mercado que convierta a su actual estrella en un jugador realmente diferencial, como ya había sido capaz en contextos concretos. Pero Kawhi solo aparece una vez.

Cambios de rumbo inesperados

Cada una de las situaciones mentadas, aunque dispares, tienen en común la alteración de los planes que suponen para sus franquicias. Que un recurso que ya poseen incremente exponencialmente su valor en un espacio de tiempo reducido cambia cualquier hoja de ruta. En un mercado que apenas permite la negociación una vez el talento alcanza cierta trascendencia, sobrepagar se convierte en obligación para quienes de otra forma no pueden obtener un activo de este calibre.

Contar con el Jugador Más Mejorado empuja a los clubes a pagar un precio fijo por piezas de un valor desigual, convirtiéndose los jugadores que optan a este galardón en una espada de Damocles. Los contextos e implicaciones a las que queda sujeta la franquicia son innumerables. Más si cabe con el creciente poder de decisión que esgrimen las estrellas en el panorama actual de la NBA.

El caso de Julius Randle en los Knicks es diferente porque, sobre el papel, la franquicia es un gran mercado que cuenta con ventaja competitiva a la hora de atraer grandes jugadores. Esto amplía el abanico de opciones, haciendo que el coste de decisión sea no poder optar a varios de los mejores jugadores de la liga. Pero Nueva York, hasta que se demuestre lo contrario, lleva años sin estar en posición real de acceder a superestrellas en la agencia libre. Los siguientes catorce meses serán críticos a la hora de discernir si Randle es suficiente para construir un equipo aspirante a su alrededor pagando hasta el último centavo de su contrato máximo. Decisión que se antoja cuanto menos complicada.

(Fotografía de portada de Rich Schultz/Getty Images)


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