La peligrosa entrada de las apuestas en la NBA

Las apuestas han llegado oficialmente a la NBA. Hace unos días, desde el medio The Athletic se anunció que la liga estaba trabajando para incluir en el League Pass una herramienta para apostar en directo a través de DraftKings o FanDuel, lo cual supone la eliminación definitiva de la barrera entre la liga y el mundo del juego. Por ahora, la opción está prevista solo para la versión móvil, pero parece un primer paso de cara a su implementación definitiva en un futuro no muy lejano.

Esta es una decisión que, como no podía ser de otra manera, ha generado controversia, con críticas que han llegado incluso (y esto quizás no lo preveía la NBA) desde dentro de la propia competición. Y no es para menos, pues las posibles implicaciones no escapan a nadie. Pero a la vez, parece la evolución natural de un fenómeno que ha ido ganando peso en la competición y que ha ido introduciendo poco a poco sus raíces en una liga cuya relación con las apuestas ha sido históricamente un tanto ambivalente.

Una relación de ¿amor-odio?

En el mundo de la teoría, la posición de la NBA con respecto a las apuestas ha sido durante casi toda su existencia de oposición frontal. Ahora, en la práctica, las cosas se difuminan. La pasión de Michael Jordan por este mundo era un secreto a voces, el escándalo del árbitro Tim Donaghy sentó un primer precedente peligroso, y en los últimos años, si bien no habían sido tan abrazadas por la liga, las casas de apuestas se han convertido ya en un factor que va de la mano de casi cualquier contenido relativo a ella.

Actualmente, las propias retransmisiones estadounidenses comentan en directo cuotas y oportunidades para apostar, y muchos podcasts reputados como el de J.J. Redick cuentan con casas de apuestas como patrocinadores. Otras veces esta presencia es menos directa, pues las cuotas de las casas de apuestas y a qué equipos o jugadores consideran favoritos para el título o para los premios individuales son una noticia en sí mismas, algo de lo que hemos pecado también en este medio. Y es que, queramos o no, son ahora mismo una parte indisociable del la alta competición de casi cualquier deporte.

Esto ha llevado a que dicha oposición frontal de la propia NBA haya ido difuminándose. Hace unas temporadas, se implantó una especie de juego en el League Pass en el que invitaban a los espectadores a adivinar quién iba a terminar el partido como máximo anotador o quién metería la siguiente canasta, y aunque en el momento parecía un simple entretenimiento inocente, ahora mismo parece difícil verlo con esos ojos. Ya más recientemente, en el último convenio colectivo se ha permitido que los jugadores inviertan en empresas relacionadas con las apuestas, y la final four de la Copa NBA ha estrechado la relación de la liga con una ciudad como Las Vegas que parece destinada a culminar con la creación de una franquicia.

Y así, hemos pasado de una competición que, aunque con su basura barrida bajo la alfombra, prohibía todo lo relativo con este mundo, a una que se ha aliado con él. Y todo ha ocurrido prácticamente en un abrir y cerrar de ojos.

La sombra de una duda

No hace falta llevar a cabo un análisis muy profundo para entender el impacto que la cercanía con el mundo de las apuestas puede tener para una liga que ya se vio salpicada por un escándalo de amaños de partidos. Rudy Gobert ya apuntó en este sentido en unas declaraciones recientes, y, lo que es más preocupante, dio a entender en ellas que el impacto que estas están teniendo en determinadas decisiones arbitrales no escapa a nadie.

«Los árbitros, como todos, se equivocan, pero a veces no son simples errores. Creo que es algo que sabemos todos en la liga. Sé que el mundo de las apuestas se está haciendo cada vez más grande, pero no deberíamos tener esa sensación. Ahora mismo está dañando al baloncesto».

Pero la cosa no queda ahí. Porque, con todo, los amaños de partidos son el mal menor. El entrenador de los Cavaliers J.B. Bickerstaff reconoció que ha recibido mensajes amenazantes de apostantes que han conseguido su número de teléfono y le recuerdan que saben dónde vive y quiénes son sus hijos. Y tristemente, cuesta imaginar que sea la única persona que ha vivido esta situación. Porque si un entrenador se enfrenta a este tipo de cosas, qué no le ocurrirá a personas con más impacto en la pista y un menor foco mediático.

Dicho esto, si somos justos, lo que la NBA haga con las apuestas y el League Pass no necesariamente va a tener un impacto en este tipo de historias. El negocio del juego alrededor de la liga es tan masivo que incluso si Adam Silver saliera mañana a manifestarse delante de un casino todo este tipo de situaciones se seguirían viviendo y las sospechas seguirían ahí.

Quizás el mayor problema de esta nueva decisión sean las consecuencias que puede tener sobre el aficionado. Sobre la persona que aún no apuesta y que simplemente quiere ver partidos de su equipo.

La necesidad de generar interés

Adam Silver es consciente de que la liga regular es un producto mejorable. La Copa NBA nació con el objetivo de hacer el tramo de noviembre y diciembre más atractivo, e incluso se ha experimentado con otros formatos como la Semana de las Rivalidades que, como prueba el hecho de que muchos no sabréis de qué os hablo, no parecen haber terminado de cuajar. Y aunque la propuesta más común es reducir el número de partidos, desde la propia liga no se ha hecho todavía ninguna mención a que dicha posibilidad se baraje siquiera.

A su vez, la NBA se ha metido en una rueda en la que necesita ser cada vez más grande. Los salarios de los jugadores crecen cada temporada con cifras que hacen que las de hace dos décadas parezcan irrisorias, y esto implica que los beneficios tienen que crecer también. Con el nuevo contrato de derechos de emisión a la vuelta de la esquina, se espera que estos números se disparen aún más, pero si la liga quiere cerrar acuerdos multimillonarios necesita garantías de que el producto va a funcionar desde octubre hasta junio.

Es esta realidad la que hace de esta una noticia tan peligrosa. Las apuestas son una forma de lograr un mayor interés, pero es un interés artificial y que nada tiene que ver con la pasión o el amor por baloncesto, sino con la visión del deporte como una forma más de generar dinero. Pocas cosas generan más engaging que la falsa idea de que te puedes hacer rico, pero es a su vez una visión que devalúa el producto como tal y lo convierte en una mera formalidad, lo reduce a una bola girando en una ruleta o a unos galgos corriendo en un canódromo.

Y sobre todo, lo hace a costa de exponer al aficionado a un fenómeno que se está revelando como problemático en la sociedad actual. Porque aunque no hay criterios claros para definir qué es tener problemas con el juego, hay estudios que afirman que entre un 2% y un 3% de la población estadounidense está afectada por ellos. Y aunque actualmente apostar es tan sencillo que podríamos considerar que quien quiere hacerlo va a hacerlo, es también obvio el poder incitador que tiene que la propia herramienta que la NBA ofrece para ver los partidos dé esta posibilidad a los espectadores.

Porque al final, esto es seguramente lo más preocupante. La liga no puede combatir por sí sola contra la popularización de las apuestas, no puede controlar que quienes forman parte de la competición usen información privada para apostar, y no puede controlar que entrenadores, jugadores o árbitros sean coaccionados para manipular resultados o estadísticas. Pero sí tiene el poder de no permitir que las apuestas sean una parte integral de sus retransmisiones. Y ante esa situación, la NBA ha decidido que su objetivo es crecer sin importar cuál sea el precio. O mejor dicho: sin importar quién pague el precio.

¿Llegará un paso atrás?

Esta realidad no nos es del todo ajena a los europeos, que en la última década hemos visto cómo el juego monopolizaba todo lo relacionado con el deporte en nuestro continente. Desde equipos o competiciones patrocinadas por casas de apuestas hasta retransmisiones en las que se habla más de cuotas que de estadísticas relacionadas con el propio partido, de alguna manera vivimos con antelación el fenómeno que está llegando ahora a Estados Unidos. Y precisamente ahora se está empezando a dar un paso atrás.

Hay quien diría que el paso atrás está llegando demasiado tarde, pero desde la legislación se está dando tras muchos años el mismo tratamiento al juego que a sustancias adictivas como el alcohol o el tabaco a la hora de restringir su presencia en los medios. Estados Unidos, sin embargo, es un país distinto con un concepto de la libertad distinto, y no está claro si ese paso atrás llegará en algún momento. Pero desde luego, los pasos adelante se están dando a una velocidad de vértigo.

(Fotografía de portada: Stacy Revere/Getty Images)


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