La segunda unidad: anhelo de muchos, consuelo de pocos

Es normal, incluso lógico, que en una liga que glorifica a las estrellas y desdeña la rutina de la liga regular, partir desde el banquillo resulte poco menos que una deshonra para ciertos jugadores. De los 605 jugadores que disputaron al menos un minuto en la NBA el curso pasado, 167 de ellos no formaron parte de ningún quinteto especial, solo 272 lo hicieron al menos diez veces y únicamente 137 —menos de cinco por equipo— jugaron como titulares en la mitad de los 82 partidos que componen la liga regular. Lo cual subraya que estar asentado en la segunda unidad de un equipo NBA es, a todos ojos, un privilegio. Sin embargo, estos datos constituyen una pequeña trampa en el punto que busca discutir este artículo. No todos los suplentes son iguales. Ni que decir tiene que los titulares tampoco lo son. Es obvio que en casi todos lados existen jugadores que bailan en la fina línea entre la titularidad y la suplencia. Ya sea por importancia individual en sus minutos sobre pista o por los jugadores con los que comparte cancha. Iniciar el partido pues solo goza de mayor reconocimiento por un tema de egos cultural.


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