Minnesota Timberwolves: tres primeros puestos, ¿de oro?

Ser todo un número uno del draft de la NBA, implica que el elegido preserve su nombre incrustado por siempre en los anales de la historia del baloncesto americano. Implica, también, que su salario, al menos en sus primeros tres años de competición, sea bastante superior al de todos sus compañeros de camada (en las tres próximas campañas, el número 1 del draft 2015-16 (Karl-Anthony Towns/Jahlil Okafor) ingresará 1,5 millones más que el segundo y 8,3 millones de dólares más que el 10º seleccionado). E Implica, inevitablemente, que los focos, constantes, los objetivos de las cámaras, voraces, y los medios de comunicación, implacables, apunten con más fuerza que al resto al designado para liderar los primeros pasos de una nueva hornada siempre, siempre plagada de expectativas.
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Ahora bien. ¿Implica encasquetarse la gorra antes que nadie ser el mejor jugador de todos los postulantes?

Sobre el papel, y como esto es lo más parecido a acercarse a Wall Street e invertir en mercados de futuro, nos encontramos con dos opciones; la primera de ellas se da cuando los agraciados en el Sorteo del Draft con el primer puesto, consideran que en el draft en cuestión hay un jugador tan desmesuradamente bueno (LeBron James, Mesías de traje blanco), que no elegirlo supondría un pecado para el que aun no se ha concebido perdón.

La otra posibilidad tiene lugar cuando, a pesar de que siempre hay un jugador con el rótulo en los ‘mock draft’ de ser el más avezado del casting, en la directiva de turno quieran optar por la funcionalidad sobre el talento. Así, sin pensar demasiado, donde sobresale un pívot de gen taponador (dígase Noel) o un escolta ágil e incombustible (dígase Oladipo), las necesidades armonizadoras exigen que a la plantilla se añada un alero versátil (“decíase” Bennett).

Una vez repartidos los derechos en tan rimbombante ceremonia pueden ocurrir varias cosas.

  • Una, que “the first pick” se reafirme como la mejor elección posible (Blake Griffin).

  • Dos, que en un mar de considerable talento la pieza atrapada se considere un buen ejemplar (Elton Brand en una red en la que estuvieron Steve Francis, Baron Davis, Shawn Marion o Manu Ginóbili entre otros).

  • Tres, que el afortunado se consolide como un buen proyecto de jugador pero que fuera rebasado claramente por varios de su generación (Andrew Bogut en un draft que posteriormente eligieron a Deron Williams, Chris Paul, Andrew Bynum o David Lee).

  • Y por último, y que se ha dado no pocas veces, el fracaso absoluto: el proyecto que quedó en boceto, el diamante de circonita; Kwame Brown y Michael Olowokandi a la vanguardia — y Darko Milic de portaestandarte— y como presumible candidato, el tiempo no lo quiera, un canadiense de paso por tierras minneapolitanas que lleva dos temporadas batiéndose por rebasar líneas.

Reflexión ésta de arriba obvia y compartida (espero) por todos, el morbo de tener siempre a un número uno del draft entre las filas de tu equipo es algo que no caduca. Y en los Timberwolves cuentan con todas las papeletas de iniciar la próxima temporada con un suculento terceto .

Una coincidencia histórica por insólita

Que un equipo estrene en su plantilla un roster con un triunvirato de cabezas de serie es algo que no ha sucedido jamás en la historia de la liga. Si a ello le sumas que el trío en cuestión fue seleccionado en draft consecutivos, ya no encontramos precedente que ni se le acerque.

Curiosamente, este hecho tan inverosímil pudo haber sido pulverizado fácilmente el año pasado en territorio cavalier, pero mientras en el prólogo aparecían de la mano James, Irving, Wiggins y Bennett (ni que decir tiene el espectáculo que habría sugerido ver a los 4 simultáneamente en la cancha), en el Capítulo I de la temporada ya habíamos tenido el primer gran giro de guión y el dúo de canadienses —presuntos fiasco y promesa— era intercambiado por el Doctor Amor. Los cavs rechazaron formar un quinteto de ensueño —numérico al menos— por imperante necesidad de resultados en el retorno del Rey y su búsqueda del anillo.

Esfumado este sueño de cuatro hojas, ahora en Minneapolis tienen la oportunidad de “conformarse” reuniendo, bajo las órdenes de Flip Saunders, al menos a tres.

Rumores, rumores y más rumores

Una larga retahíla de siseos intra-periodísticos que pretenderán dar al traste con tal hito antes de que éste se consolide, nos acompañaran desde los desayunos hasta finales del próximo mes de octubre. Wiggins es intocable (quiero creer); nos quedan dos.

Bennett, pongo ambas manos en el fuego, entrará en más de un pack de presuntos traspasos de aquí a que llegue la fecha señalada. De número uno, como ya apunté en su momento solo tiene eso; el número. Ni la calidad, ni la sangre, ni la amalgama de mínimos imprescindibles para aspirar a la vitola dorada. El fornido alero/ala-pívot, que por ahora más que ambas cosas no es ninguna de ellas, sigue manteniendo la fe de unos cuantos adeptos cuyo número desciende día a día. No obstante, en las oficinas de los Timberwolves, aun parece quedar esperanza en recuperar a ese prometedor bulldozer en años de Universidad, que el curso en el horizonte se embolsará (¡Santa Madonna!) 5.803.560 de dólares.

Si desde ayer ya se empezaba a jugar con el futuro de Ricky Rubio ¿qué otra cosa podremos esperar que haga un mercado sin escrúpulos con tan dócil torontoniano? Recapitalizar el valor que aquel 27 de junio de 2013 alcanzara la revelación de la noche, adelantando a otros brillantes como Oladipo, Noel o incluso su actual compañero de equipo, Shabazz Muhammad —cuyo potencial se adivina infinitamente mayor—, se antoja imposible. Convertirlo en jugador de rotación digno (recordemos que solo tiene 22 años), debería ser algo menos que obligado para cualquier entrenador con elemental capacidad y el suficiente amor propio.

Karl-Anthony Towns, Jahlil Okafor o…

Glen Taylor apenas necesitó un día para recordarnos, tras hacer efectivo su 25%, que en éste mundo hay pocas cosas intransferibles. El nº1 del Sorteo del Draft no es una de ellas. De otro modo, Wiggins no estaría pasando frío la mayor parte del año ni dos inconmensurables promesas como Karl-Anthony Towns o Jahlil Okafor podrían no llegar ni enfundarse siquiera la camiseta de los Timberwolves la próxima temporada. Aunque la primera reacción instintiva ante cualquiera que pretenda especular con tan preciado tesoro como es una primera elección del draft sea cualquiera menos darle un abrazo, basta un poco de reflexión para ver que tal locura no lo es tanto….siempre que se ofrezca a cambio, por supuesto, el botín adecuado.

Desde el foro de nbamaniacs pronto empezaron a surgir los primeros osados planteando distintas alternativas. Un trueque que pusiera a Joel Embiid no parecía chirriar demasiado. Lejos de desagradar, son muchos los que piensan que en buena salud el gigante twittero se come en habilidad y proyección a sus inminentes colegas de pintura.

A los desconfiados que esta oferta parezca insuficiente —o a los fanáticos del NUNCA— me gustaría poner sobre la mesa el nombre de Kevin Durant —ejemplo exagerado para mayor comprensión— para ver como se hace el silencio y estrechan las manos.

Sacar a cualquiera de estos dos nombres a la arena (Towns u Okafor) y exponerlos en la casa de subastas es algo que yo, particularmente, no haría ni en la consola; a no ser que, como he dicho antes, se presentaran en mis oficinas con un cheque al portador en blanco y me dejarán garabatear de puño y letra el objeto de deseo.

No obstante, atendiendo exclusivamente al plano deportivo, en los Timberwolves, que necesitan unos Playoffs como Charles Barkley un bozal a medida, aventurarse a negociar con este maná bíblico tras esforzarse tanto en conseguirlo (66 partidos de denodados esfuerzos) sería una lástima. Porque este maná ofrece justo aquello de lo que adolecen los Wolves. Con un perímetro que ofrece mil y una alternativas, es el frontcourt la zona más yerma del territorio lobuno. Nikola Pekovic, tras firmar una gran campaña a la que siguió un contrato aún más grande, se desplomó. Las lesiones tuvieron la mitad de la culpa. La otra mitad la tiene el juego del montenegrino, que es la antítesis de lo que han propuesto y propondrán los Wolves en el próximo lustro. Mientras Pekovic precisa pausa, balón al poste y juego estático (y alguién que defienda por él), los jóvenes tallos de Minneapolis claman velocidad, potencia y eléctrica transición.

Gorgui Dieng se presenta como una alternativa interesante pero insuficiente. Con Ricky —si le dejan— dirigiendo y Wiggins arrollando, a los Wolves solo les falta la punta de lanza junto al aro para crear una sólida columna vertebral.

¿Quién es el favorito?

Ya se está convirtiendo en la pregunta del millón. Por un lado, dos de las fuentes más fiables en este tipo de vaticinios como son draftexpress y nbadraft, colocan a Karl-Towns como futuro número uno tras haberle andado siempre a la zaga a su rival en discordia.

Al otro lado del puente, este medio se hacía eco de un flamante rumor. Un rumor que situaría a Okafor como el favorito de Flip Saunders, quien, en toda este pandemonio tendrá, sin duda, mucho —o más bien todo— que decir.

La excelencia ofensiva contra la versatilidad desde las alturas, la madurez anticipada del de Duke versus el muro defensivo del de Kentucky. Sus guarismos:

– Okafor: 17,3 puntos, 8,6 rebotes, 1,4 tapones en 30,1 minutos (51% en tiros libres).
– Karl-Towns: 10,1 puntos, 6,6 rebotes, 1,1 asistencias, 2,2 tapones en 20,5 minutos ( 81,7% en tiros libres).

Dos hombres. 2,11 metros a cada lado del ring. Nuestro compañero Juanlu ya nos desgranó a Okafor. Karl-Towns, quien ha anunciado que no hará ningún entrenamiento previo al draft, será el próximo. El margen para las casas de apuestas por ahora es muy pequeño, pero la decisión de quienes la ostentan el próximo 25 de junio puede ser crucial para el futuro de sus franquicias.

Un 2,6 corriendo el parqué

De mantenerse las aguas serenas en Minnesota y hacerlo también la obcecación de Garnett de seguir jugando un año más, Flip Saunders podría alinear un hipotético quinteto formado por:

  • Ricky Rubio
  • Andrew Wiggins
  • Anthony Bennett
  • Kevin Garnett
  • Jahil Okafor/Karl-Anthony Towns

O lo que es lo mismo, para los amantes de los números: tres nº1 y dos nº5 del draft, lo que nos dejaría una media en pista de un pick 2,6. De confeccionar un quinteto algo más creíble para el futuro e introduciendo a Zach LaVine (nº13) en detrimento de Garnett, además de encuadrar más todavía a cada jugador en su puesto natural quedaría un nada desdeñable media de 4,2.

Todo esto, claro está, no dejan de ser cifras para colosos de las estadísticas y, por qué no, devotos que sueñan con la receta perfecta de aglutinar en un mismo recipiente tanto (presunto) talento. Porque siendo prácticos, equipos que han contado en sus filas con jugadores, empleando el factor tiempo de un modo ventajista, con carreras más estelares que muchos números uno, abundan.

Por poner un par de ejemplos cercanos: los Lakers del doblete de Kobe Bryant (13º), Pau Gasol (3º) Andrew Bynum sano (10º), incluso Lamar Odom (4º); o los Heat que quedaran a las puertas del ‘Three Peat’. En cualquier otro draft huérfano de LeBron James, sus ex-compañeros Chris Bosh (4º) y Dwyane Wade, (5º) y con permiso de Carmelo y el ojo druídico de los Pistons, el dúo que aun resiste en Florida habría sido dignísimo acreedor del escalafón más alto.

No obstante el dato está ahí, para románticos. Qué plato saldrá de tan cotizados ingredientes y como sabrán manejar los dirigentes el producto es algo que solo el tiempo dirá. La oportunidad, eso sí, es única, y las ganas de que salga bien, porque estos Timberwolves caen simpáticos, tremendas.


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