Cuando una estrella crece en un equipo de jerarquías ya impuestas, realinear los egos resulta un complicado escollo obligatorio de apartar. En gran parte es esto lo que, hasta ahora, mantenía a los Minnesota Timberwolves en estado de letargo, condenándolos a ser menos que la suma de sus partes. Pero, como desvelados tras un sueño lúcido, el equipo ha comprendido de la noche a la mañana quiénes son y deben ser. Todo impulsado por el que parece ser el definitivo paso de Anthony Edwards al frente de la franquicia.
No es tan simple la cosa en Minneapolis. Obviamente, ayuda que el joven escolta esté demostrando una madurez desconocida en su aún corta carrera. La consistencia en la anotación, la toma de decisiones, la continuidad en el compromiso defensivo. No hay ahora mismo una faceta del juego que indique que Edwards no es una superestrella de las que ganan partidos prácticamente cada noche. Evidencia que, aunque no siempre sea así, en su caso resumen a la perfección los números: 26 puntos, 5,1 asistencias y un true shooting del 57,7% son todo marcas de carrera. No obstante, buena cuota de este crecimiento está en haber encontrado al fin la estructura que le permita ser él mismo.
Antes de comenzar la temporada, preguntaban a Chris Finch por el tipo de liderazgo que ejerce Edwards. Su técnico lo definía de la siguiente manera: “Por naturaleza él trabaja duro para sus compañeros. Quiere verlos triunfar. Entiende que no lo sabe todo y, al mismo tiempo, comprende que necesita a sus compañeros para llegar a su máximo nivel”. En realidad, dicha evolución no encuentra su punto de inflexión al comienzo de esta campaña, sino el pasado febrero. Precisamente por la adhesión de un socio silencioso que comenzó entonces a coser las piezas de un puzle disgregado.
Un alivio llegado de Salt Lake City
Mike Conley lleva ya más de una década haciendo mejor todo cuanto le rodea, y los Timberwolves pedían a gritos la figura que pusiese a sus individualidades en común. Los resultados no apoyaron este argumento (12-12 desde su llegada hasta finalizar la regular), pero sí la sensación de que, con él, las fricciones eran menores. Al menos en lo puramente baloncestístico. Desde entonces, los Wolves han podido invertir en lo que en este inicio de temporada se ha revelado como el tridente fundacional de sus ilusiones. Pues no han hallado mayor logro que el de comprender que su éxito está en maximizar las figuras de Edwards, McDaniels y Gobert, funcionando el resto a modo de nexo.
Más allá de lo que influye el entorno mediático en estos debates, lo cierto es que Jaden McDaniels finalizó la pasada campaña siendo un legítimo candidato a formar parte del Mejor Quinteto Defensivo de la temporada. Mérito que finalmente no le fue concedido. Según Basketball Index, el alero terminó el curso pasado como líder en el índice de dificultad de sus emparejamientos. Es decir, el jugador que más tiempo pasó defendiendo al rival más talentoso cada noche.
En este contexto, dejó a sus emparejamientos en un 33% de acierto en aclarados siendo, al mismo tiempo, uno de los mejores aleros de la competición como correctores del lado débil. De todos los jugadores que sumaron una buena muestra de minutos jugando al ‘tres’, sólo Rui Hachimura (-7,7) y Lauri Markkanen (-12,4) redujeron más el porcentaje rival a menos de 3 metros del aro que McDaniels (-7,3).
Ofensivamente, los Wolves le están pidiendo menos este año que el pasado, aunque sigue afianzando sus porcentajes en un rol en el que tiene más libertad de la que podría insinuar un perfil 3&D. Especialmente en acciones en transición, semitransición y mismatch.
Eso sí, su nivel defensivo continúa intacto y, de nuevo, el actual panorama de los Timberwolves le ha ayudado a maquillar cifras en lo que hasta ahora era su tendón de Aquiles y el de todo el equipo: la defensa del pick-and-roll. Minnesota ha comenzado el curso siendo la tercera mejor defensa en acciones bloqueo y continuación de la liga, recibiendo 0,7 puntos por cada jugada ejecutada en esta situación. El curso pasado recibían 0,91 puntos en ataques de este tipo.
Reedificando la torre Eiffel
La que hasta ahora es la tercera mejor defensa de la liga no encuentra puntos débiles ni en el perímetro ni en el interior, pero es la protección de la pintura la que está marcando la diferencia. McDaniels, Edwards o Alexander-Walker son defensores ideales para dirigir al atacante hacia las zonas ineficientes de la cancha o a la boca del lobo que vuelve a ser Rudy Gobert. El pívot francés está condicionando tiros como solía hacer en Utah, pero esta vez con una barricada perimetral con la que quizás no haya contado nunca en su carrera. Afloraba el curso pasado la sensación de que Gobert ya no era un elemento completamente intimidante. De que cada vez era más usual que los rivales le retasen sin miedo en las cercanías del aro.
No está siendo el caso. Gobert está empeorando en un 13,9% los porcentajes del rival cerca del aro, donde permite un pobre 47%. Por comparar, Kristaps Porzingis está registrando un -13,2% en este apartado dentro de la mejor defensa de la NBA. Aunque, eso sí, en una muestra mucho mayor. Y es que es precisamente ahí donde se encuentra una de las mayores fortalezas de estos Wolves: en la comodidad que han encontrado para repartir tareas defensivas entre Gobert y Karl-Anthony Towns.
Con KAT, las faltas cometidas siempre han sido sintomáticas de su falta de fundamentos defensivos (y de las cargas ofensivas a las que le lleva su obstinación en ataque). Este curso sólo está en tres personales por encuentro, su segundo mejor dato de carrera. Pero es que su actual compromiso en defensa es, sin demasiado lugar a dudas, el más alto de su carrera. A pesar de seguir sufriendo en emparejamientos con exteriores, Minnesota le está sabiendo proteger como ancla o defensor de ayudas (la mencionada versatilidad desarrollada con Gobert) y él está respondiendo con un manejo de la situación y una concentración inéditas (-7,8% defendiendo tiros de dos) . Así, su pareja de pintura puede salir a contestar tiros con mayor tranquilidad, una virtud que le ha sido negada durante su carrera por la falta de alguien que le cubriese las espaldas.
De vuelta al argumento inicial del texto, en el reparto de responsabilidades y gestión de egos, Towns es el que más ha tenido que ‘perdonar’. Hasta el punto en el que uno de las conversaciones más recurrentes con respecto a estos Wolves es lo prescindible que resulta en el esquema de Finch, con lo que ello conlleva de cara a un posible traspaso de aquí a febrero. El interior no es ajeno a los rumores, pero hace tiempo que se demostró como un líder, sea desde primera o segunda línea, al que le importa poco estar en el punto de mira a pesar de haber soltado metros de cuerda.
Uno de los principales indicadores del tipo de líder que es KAT es el ímpetu que está demostrando a la hora de implicar a Rudy Gobert en el ataque. La química entre ambos fue uno de los debes del equipo el curso pasado. Sobre el papel, su encaje debería ser sencillo dado el dispar rango de acción y zona de influencia de ambos. Pero en la práctica ambos chocaban demasiado en acciones en las que ni siquiera se ponían de acuerdo sobre las continuaciones tras un doble bloqueo o en ocasiones donde cualquiera de los dos ocupaba un espacio interior que no le tocaba.
Este curso, especialmente en estos últimos partidos, ambos se están leyendo a la perfección. Entre otras cosas porque, cuando encara el aro, lo primero que hace Towns es ver si puede colgarle el balón a su pareja de pintura:
El ala-pívot dominicano viene de una actuación soberbia que sirve para entender lo que puede representar para estos Wolves. Por lo menos en liga regular. Ante Pelicans, Towns apenas lanzó 11 tiros, pero se fue a los 29 puntos con más de un 90% de acierto y dejó 9 asistencias sin pérdida. Obviamente este es un escenario idílico, pero no deja de ser significativo que el panorama de Minnesota le permita hacer partidos de este calibre sin registrar un porcentaje de uso abultado (por detrás de Naz Reid, Shake Milton, Nickeil Alexander-Walker y Anthony Edwards).
Por prescindible que parezca, no hay muchos jugadores que puedan sustituir a Towns en estos Wolves en lo que a talento y encaje se refiere. Existe, como siempre, ese miedo a que lleguen los playoffs y saque a relucir su versión más apocada. Pero, como ponía de relieve el otro día Tom Ziller, Minnesota está por fin en disposición de disfrutar del ahora de la mano de su primera oportunidad real de reclamar factor cancha desde la marcha de Kevin Garnett. Todo porque KAT y el resto han entendido a tiempo dónde reside el techo del conjunto.
(Fotografía de portada de David Berding/Getty Images)