Principios vendo que ‘pa mí’ no tengo

Vaya por delante que éste es un post de opinión. Una opinión, la de a continuación, algo impopular en estos días. Pues no es sencillo en los tiempos que corren meterse en la piel de los antivacunas, siendo casi irresistible usarlos de ‘puching ball’, con el añadido de la superioridad moral que ello implica, así como el confort intelectual por estar del lado de la mayoría aplastante.

Si además de antivacunas tienes pasado terraplanista, lo llevas crudo. De Kyrie Irving se pueden decir muchas cosas. Entre ellas quiero destacar dos: que los tiene bien puestos y que es radicalmente consecuente con sus principios. De una coherencia ‘entre el dicho y el hecho’ que ya desearían otros, incluso muchos antivacuna que prefirieron bajar la cabeza ante el linchamiento legal, social y político, o incluso malvender sus ideas en aras de priorizar su bienestar público y financiero.

Kyrie Irving, que acumula en su historial tantos crossovers en cancha como acciones sociales fuera de ella, sufre actualmente, y con su total anuencia, el castigo económico que conlleva no jugar los partidos con los Brooklyn Nets que por contrato le corresponde; y lo hace a costa de serle fiel a sus principios y con el mentón bien alto.

«Conozco las consecuencias, y si eso significa ser juzgado y demonizado por mis ideas, lo aceptaré», dijo Irving en su día a través de Instragram Live, contestando a muchas de las preguntas de sus seguidores respecto a su firme decisión de evitar el pinchazo.

Congruente y transparente

Kyrie, nos guste más nos guste menos, ha sido así toda su carrera. Carne de cañón de teorías conspiratorias e invitado de ensueño de Iker Jiménez, el siete veces All-Star y campeón de la NBA en 2016 añadiría un buen puñado de páginas, si lo tuviese a su alcance, al libro secreto del presidente… si es que éste existe de verdad.

El ‘ad hominen’ como recurso de burla y cierto cachondeito sano debería empezar y concluir ahí… pero en la era del clickbait, Twitter no entiende de fronteras. Aceptar los límites del debate y no sucumbir al licor de la erística y la demagogia en redes sociales es tan probable como ver a un león comiéndose un plato de ensalada.

Así pues, preferimos sumirnos en esa papilla argumental en la que determinados derechos fundamentales entran en colisión (la libertad ideológica, la libertad de expresión, el derecho a la seguridad, el derecho al honor y a la propia imagen…) y que se ponderan de un modo u otro en función del personaje que tengamos delante y sus circunstancias.

Porque sí, Irving podrá sentir devoción por el lado más controvertido de la balanza y sostener la visión más heterodoxa de cómo hacer y/o pensar las cosas, sintiéndose tan fuera de escena como Winston Smith en ‘1984’. Quizás los prejuicios de una mente tan inquieta e inocente como la suya le inciten a salirse por la tangente de lo socialmente aceptado, y su tendencia a un manierismo, a veces utópico, a veces distópico de digerir la realidad, lo convierten en la diana ideal de la turba tuitera y el columnista sin ideas.

Al igual que ser un deportista de élite puede tener sus ventajas –¿no, Nole?–, la exposición mediática que dicho rol lleva aparejado puede volverse fácilmente en tu contra si no comulgas con el acervo popular y el sentir de tu entorno… que bajo el actual clima de globalización, abarca prácticamente a la totalidad del planeta.

Más allá del dinero

Si bien Kyrie ya ha ganado en la NBA dinero suficiente para no comer nada más que bogavante hasta el fin de sus días, también cuesta mantener la cuenta de la cantidad de dólares que ha donado a la comunidad en su lucha por la igualdad y por aliviar las cargas de los más desfavorecidos: 1,5 millones a las jugadoras de la WNBA que no quisieron participar en la burbuja de Orlando; más de 320.000 dólares a la asociación Feeding America para alimentar a los sintecho de la ciudad de Nueva York y otros 200.000 en compra directa de comida para la organización City Harvest; el abono total de las tasas universitarias de varios estudiantes sin recursos para las HBCU (Black Colleges and Universities); 200.000 dólares para ayudar a combatir el brote inicial del coronavirus a pesar de sus recelos respecto del mismo…

Todas estas donaciones no dejan de ser, no obstante, más que el glaseado, estando el verdadero valor del pastel en su pasión y compromiso al situarse en primera línea de vanguardia en movimientos como el del Black Lives Matter o en favor de la comunidad Sioux –sus antepasados–… y así con un sinfín de causas con las que el jugador ha empatizado en el pasado por entenderlas como dignas de ser defendidas fruto de una discriminación de jerarquía sistémica.

Los bandazos de Brooklyn

La gerencia de los Nets, cuando en 2019 hizo su apuesta por el ex de Duke con ocho temporadas NBA ya a sus espaldas, debía entender que fichar a Kyrie Irving significaba fichar la totalidad del personaje: un futuro Hall of Famer con un código deontológico muy particular.

Por su parte, cuando Irving se enroló con el conjunto de Brooklyn, lo hizo consciente de que vendrían más estrellas, por lo que debía sacrificar parte del máximo salarial que podría haber ganado siendo el indiscutible As en casi cualquier equipo. Pero como otros tantos en esta última década, optó por ingresar menos millones en cuenta en favor de incrementar las posibilidades de un segundo anillo.

Perfil indiscutible All-NBA, el point guard es el 17º jugador mejor pagado de esta 2021/22, y bajará posiciones el año próximo fruto de la inflación y la desmesura de contratos firmados con posterioridad al suyo. Esto en la teoría, pues en la práctica ya sabemos que está perdiendo unos 380.000 dólares por cada partido en que no juega por razón de no querer vacunarse. Unos 16,34 millones de dólares por los 43 partidos disputados en la ciudad de NY donde las leyes no permiten jugar sin estar vacunado (los 41 del Barclays Center más otros dos en el MSG con los Knicks como rival).

A esto se sumó la atrevida decisión de los Nets de no contar con él en los partidos en carretera, por lo que aunque Irving sí cobra por esos partidos, su engagement competitivo pasó a ser absolutamente nulo. A medio plazo, esta decisión significaba un desplome tremendo en las opciones de la franquicia de hacerse con el campeonato, única causa que empujó a Joseph Tsai a desembolsar más de cien millones anuales en impuesto de lujo, o la principal que motivó a Irving para unirse a un proyecto tan comprometido con la causa para semejante derroche.

Con esa decisión todos salían perdiendo, y el rumbo tomado por los Nets se justificaba bajo el (presunto) deber irrenunciable de mandar un mensaje a la comunidad. Un mensaje que, en última instancia, terminaba por situar el derecho de no vacunarse a la misma altura que el derecho a una vivienda digna.

En definitiva: vacunación u ostracismo.

Una dicotomía que coqueteaba con la extorsión y que, como hemos visto, no ha hecho a Kyrie ceder un ápice en sus principios, aun a riesgo de quedarse en blanco toda la temporada o incluso el verse traspasado a otro proyecto que no encajase con sus aspiraciones.

Y ha sido entonces, con la perversión ondeando la bandera del amparo ciudadano, cuando el karma ha puesto por vez primera a los Nets entre la espada y la pared. Con omicrón extendiendo sus redes y los jugadores cayendo en ellas como moscas, Irving pasaba de ser un lujo prescindible a convertirse en una desesperada necesidad. Si Durant y Harden, junto al resto de secundarios, parecían un aval suficiente para conducir a buen puerto al equipo, la implacable lista de bajas ha hecho que Sean Marks y compañía desvíen la vista irremisiblemente hacia su tercera estrella en estado de criogénesis, desvelando así el interior del pastel.

Un turbio interior que revela que los principios sanitarios por los que Irving no jugaba fuera de Nueva York no eran inquebrantables; simplemente tenían un precio distinto al que nos habían querido vender. En cuanto han perdido tracción en el mango de la sartén, el despotismo ha revelado su doble cara. Y de esta triste hipocresía pueden salir dos ganadores: Irving y los propios Nets.

Con toda la segunda vuelta aún por delante, Irving dispone de tiempo de sobra para adecuar tanto su cuerpo como su cabeza a la pizarra y ritmo competitivo de los de Steve Nash en fase regular. Aunque como vimos anoche, se trata de un asunto menor. Irving sigue siendo Irving y el Big Three vuelve a ser el Big Three sin asteriscos ni paños calientes.

Sarna con gusto

Que Irving esté de regreso, sea cual sea la causa que lo ha provocado, es bueno para sus compañeros, es bueno para los Nets como organización, es bueno para la NBA como empresa y es maravilloso para el aficionado como enamorado del buen básquet.

En el peor de los casos, ese que pintaba como de una anormalidad terrible, Irving disputará la mitad de los partidos de playoffs de cada serie, algo que, en mi opinión, hace a los Nets mucho más favoritos que si el base no estuviese en ninguno de ellos.

En el mejor, el playmaker, nuevamente metido en dinámica, ansioso por un nuevo título y sintiéndose parte elemental del engranaje, puede que incluso revise a fondo sus recelos y encuentre por fin a ese médico, ese científico o esa voz de confianza que le haga ver que la vacuna es preferible a los efectos del contagio, o incluso al riesgo mor(t)al que supone erigirse en el testaferro ideal para seguir facilitando la propagación el virus.

Choca que, justo cuando más demoledores son los datos que confirman que estar vacunado te convierten en una amenaza hasta doce veces menor a la hora de transmitir el COVID-19, cedan los Nets en su aplaudida decisión de principios de temporada de mantener a Irving apartado del equipo.

«Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros» – Groucho Marx.

(Fotografía de portada de Kevork Djansezian/Getty Images)


EXTRA NBAMANIACS

Nuestro trabajo en nbamaniacs es apoyado por lectores como tú. Conviértete en suscriptor para acceder a beneficios exclusivos: artículos especiales, newsletter, podcast, toda la web sin publicidad y una COMUNIDAD exclusiva en Discord para redactores y suscriptores.