Rodney Hood, ¿inminente jugador franquicia?

A sus 24 años, Rodney Hood apenas es aún un mozalbete en la NBA. Pero teniendo en cuenta el modo en el que está estructurado el convenio colectivo vigente en la Liga, el futuro de su carrera podría estar íntimamente unido a su actuación en la temporada que arranca en los albores de otoño.

Elegible para una extensión del contrato, las negociaciones para afianzar el matrimonio entre Hood y Utah Jazz, tendrán su pistoletazo de salida con el ídem del curso 2017-18.

La burbuja

Hace tres años, la NBA llegó a un acuerdo económico sin precedentes con ESPN y Turner Sports, provocando una subida del tope salarial de unos 36 millones de dólares desde el momento de su firma hasta la noche de hoy. En este momento, el tope salarial supera levemente los 99 millones de dólares. En 2014-15, fue de 63.

Este acuerdo entre la NBA y sus socios televisivos, ha dado lugar a firmas de contrato inconcebibles hasta hace muy poco. Los días en que los contratos de ocho cifras estaban reservados para el mejor jugador de cada equipo, han terminado.

Julio de este año: Washington renueva a Otto Porter por cuatro años y 106 millones, mientras que los Lakers «rehuyen» en esta ocasión un potencial acuerdo tóxico, limitando su affair con Kentavious Caldwell-Pope a un año y 18 millones de dólares. Rol esperado en sus equipos: medio-alto; venta de camisetas: las justitas. Hood podría estar en el mismo barco; algo que, opino, no desagradará en absoluto al jugador.

Vacante de ‘crack’

Una vez quedó patente que Rudy Gobert se convertía en absolutamente indispensable para su supervivencia, los Jazz ataron al francés por 102 kilos hasta 2016. Gordon Hayward —a quién en Salt Lake City estaban dispuestos a pagarle 177 millones de dólares por quedarse— dijo ‘Boston’. Y eso ha disparado automáticamente las posibilidades de Hood de evolucionar en el próximo jugador suprapagado en Utah.

Carne de franchise player.

La pérdida de Hayward, además, despeja espacio más que suficiente para que Hood demuestre cuánto peso y galones es capaz de soportar.

En el ejercicio 2016-17, Hayward lideró al equipo en tiros por partido con 15,8, seguido por George Hill —otro que ya está fuera— con 12,4. Hood, mientras, promedió 11,3 lanzamientos por velada. Y ninguno de los fichajes veraniegos que han materializado los Jazz —Ricky Rubio, Thabo Sefolosha, Jonas Jerebko— parecen los más idóneos para rellenar ese vacío de poder.

Durante una conferencia de prensa que tuvo lugar el pasado mes de junio, el general manager de los Jazz, Dennis Lindsey, reconoció la necesidad de encontrar una opción ofensiva fiable, y no dudó en señalar expresamente a Hood como heredero.

Con el viento de cara

Ricky, decíamos, no llega a Utah para cubrir ninguna laguna anotadora. Eso sí, de asistir entiende un rato. El curso pasado promedió 66,9 pases por partido; segundo en este distrito de toda la NBA. En cualquier estadística que incluya el ‘pase’ como variable —incluida la de las asistencias—, el español es un Top 5. Por lo tanto, podemos estar seguros de una cosa: casi cada vez que Ricky coja la pelota hará una cosa con ella: pasarla. Y Hood puede convertirse uno de los mayores beneficiarios de esto.

Así pues, Rodney —buen tirador de tres (37,1%) y con palpable capacidad de mejora— está ante la temporada perfecta para fijar su valor real. Con la llegada de un pasador de escándalo como Rubio y la salida de aquellos que hasta la fecha han llevado el peso anotador del equipo —Hayward y Hill— estamos ante el curso de inflexión que dirá si Hood tiene madera, o no, de jugador franquicia.

Aunque puede que, después de todo, al mercado, muy a lo suyo, todo esto le dé bastante igual.


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