22 meses después de ser despedido por los Denver Nuggets y con la sonrisa del que está realmente feliz, regresó George Karl en la noche de ayer a los banquillos de la NBA.
Su presencia en Sacramento es más que un cambio de estilo, ya habrá tiempo para analizar si el equipo anota más o menos, si pierde balones, si podrá alcanzar los playoffs en próximas temporadas… Por ahora en la capital de California se centran en que tienen un referente, un entrenador en el que volcar su ilusión por olvidar el derrotismo cotidiano.
Anoche los Kings dieron la bienvenida al sexto hombre que acumula más victorias desde el banco, con la de ayer son ya 1132, y no lo hicieron sólo de manera protocolaria. Hubo pancartas, aplausos, vítores y ovación para esta leyenda de la liga a la que la grada recibió en pie.
«Fue abrumador, probablemente demasiado«, expresó Karl antes de dejar claro que por sus venas sigue corriendo el gusanillo por entrenar. «Me encanta este desafío«.
Con el respaldo unánime de la grada, aún quedaría por saber qué piensa la plantilla, más tras los rumores que apuntaban a que DeMarcus Cousins no respaldaba su llegada. Pues bien, los aplausos y sonrisas de éste ante el fervoroso recibimiento de su nuevo jefe parecen disipar las dudas, algo que corrobora el otro peso pesado del vestuario, Rudy Gay.
«Esta victoria es buena para nosotros pero aún más para nuestros fans. Este es nuestro hombre y vamos a estar aquí con él», sentencia.
Ante tanta expectación, Karl no pudo responder de otra manera que brindando su primer triunfo a los Kings. Puede que sea el primero de muchos o no, pero la primera piedra, la de la confianza y el querer, ya está puesta en Sacramento.