George Karl asegura que el tanking está muy vivo

El Comisionado de la NBA, Adam Silver, lo dijo bien claro. «Si hubiera algún indicio de que los jugadores o entrenadores no estuvieran haciendo, de algún modo, todo lo que está en sus manos para ganar un partido, nosotros intercederíamos. Pero no creemos ni por un instante que algo así está ocurriendo». Esa es la opinión del actual mandamás en la liga sobre un sospechoso habitual, el tanking. Silver niega de plano su existencia.

También, siendo mínimamente conscientes y coherentes con su realidad política, piense Silver —en su benevolencia— eso o no para sus adentros, ¿qué otra cosa iba a pregonar? El conocimiento de la corrupción dentro de una institución u organismo cuando uno es la cabeza más visible y —supuestamente— poderosa del susodicho organismo, no es algo que se vaya reconociendo a las bravas; menos aún a los medios de comunicación.

Pero para subsanar esta timidez ya está George Karl, el diamante en bruto del momento de la información. El Edward Snowden del baloncesto norteamericano.

Distintos caminos para un fin

‘Furious George’, futuro líder de ventas —aquí el primer morboso comprador—, se encarga de seguir desmembrando lo peor de la liga y sus jugadores y, simultáneamente, desahuciándose a sí mismo al hacerlo. A este ritmo no lo querrán en la NBA ni para repartir los Gatorades.

Pero antes de revelar este nuevo fragmento de su libro, abordemos tangencialmente lo que es o puede entenderse como tanking. Puesto que éste, dependiendo de un ejecutor más o menos sutil, es viable de más de una manera.

La perspicaz, indirecta, vaporosa y más difícil de señalar o demostrar. Si un jugador reserva a sus mejores jugadores alegando descanso o, directamente, entregando la titularidad de manera asidua a jugadores más jóvenes y, a priori, menos preparados o de valía menos probada o contrastada en la liga. Difícil en este primer caso distinguir entre negligencia, ineptitud o ladina corruptela.

Esta primera vía involucraría al entrenador pero no a los jugadores. Aunque pudiera ser que, al ver alineaciones tan insólitas y poco efectivas y con chaparrón de derrotas como consecuencia lógica detrás, la plantilla también cayera en la apatía y se acentuara más el problema de manera indirecta.

El segundo método sería el completo, más inmoral y descarado. Aquél que contaría con la complicidad de todos, técnico y jugadores. El peor y más vergonzoso y que pondría en entredicho a toda la competición y en furia y jaque a los aficionados. Ese que, de existir, de ninguna manera saldría nunca a la luz… a no ser que fuera mediante un soplo no deseado.

Coacción jerárquica

Karl, de oficio entrenador, de afición escritor, de hobby reciente delator y cizañero, nos trae una nueva perla. «No os creáis cuando los equipos dicen que no pierden a propósito para mejorar su posición del draft. Sucede todos los años. Conozco a un dueño de la Conferencia Este que llamaba a su entrenador durante los partidos para recordarle que mantuviera viva la racha de derrotas hasta final de temporada».

Directo al mentón. Una denuncia muy grave que, de ser verdad y a pesar del eterno runrún no demostrado, agitaría las aguas de un mar siempre amenazante con levantarse.

El ex coach — de Kings/Nuggets/Bucks/Sonics/Warriors/Cavaliers— no ha desvelado nombres ni de dueños; ni de franquicia ni de entrenador presionado. Una piedra que vuela con malicia pero sesgada en su información.

No obstante y a pesar de todo, no hay pruebas —y Karl tampoco ahonda— respecto a que aquel técnico bajo supuesta presión obedeciera esas ruines órdenes venidas de arriba. Y Silver siempre habló de inexistencia de tanking refiriéndose a jugadores y entrenadores. Por lo que, en última instancia y mientras no se demuestre lo contrario, todo seguiría estupendamente bien.

Alerta

Atentos y expectantes para la siguiente —que sin duda llegará— página de uno de los libros más —rellenar con calificativo al gusto del lector— de 2017.


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