Houston y Ryan Anderson: traspaso o ‘buyout’

Ryan Anderson no jugará en Houston Rockets la temporada 2018-19. Esa es la conclusión que se extrae del informe de Kelly Iko de USA Today, quien señala según dos fuentes que la franquicia de Texas pondrá todo de su parte para traspasar al ala-pívot, y que en caso de no conseguirlo, empiezan a ver con buenos ojos la posibilidad de un buyout.

Que Houston quiere deshacerse de Anderson no es sorpresa ni novedad. Siendo uno de los agraciados de la agencia libre de 2016, cuando el enorme salto en el tope salarial causó que jugadores de clase media firmasen contratos enormes, Anderson firmó 4 años y 80 millones de dólares; o lo que es lo mismo, aún le restan por percibir 41,7 millones de dólares en dos años; realidad que choca frontalmente con los deseos de Houston.

Porque los Rockets quieren llegar a la agencia libre con margen salarial. Sabedores de que ya tienen un grupo con el que pelear con Golden State Warriors, ahora quieren sumar una estrella que les acerque aún más al anillo. Nombres como LeBron James o Paul George están sobre la mesa, y conseguirlos pasa por librarse de un contrato como el de Anderson.

No lo tendrán fácil. Como decíamos, Houston ha intentado en diversas ocasiones lograr un intercambio con Anderson como protagonista —la última el pasado mes de febrero–, y todas han sido en vano. Ahora pueden estar más motivados para conseguirlo, pero la respuesta del resto de equipos apunta a ser la misma. Si quieren traspasarlo deberán edulcorar el paquete con varias selecciones de primera ronda, y ni aun así es seguro que alcancen un acuerdo.

En caso de que se acabe convirtiendo en un imposible, y siendo improbable que Anderson perdonase dinero en un buyout, Houston acabaría optando por la stretch provision. Con esta fórmula aún deberían pagar a su jugador todo lo adeudado, pero podrían dividirlo en cinco temporadas, lo que les daría cierto margen.

Subida contraproducente

El contrato de Anderson y el de otros muchos jugadores fue causado por la enorme subida de 2016, algo que el propio sindicato de jugadores propició al decidir que el tope salarial no creciese paulatinamente en varios años, sino que ocurriese de golpe. En su momento pudo parecer lo acertado, sobre todo porque estaba proyectado que se mantuviese una progresión constante. No ha sido así. A día de hoy las oficinas de la liga creen que fue un error, ya que ahora muchos equipos soportan contratos tóxicos con jugadores de nivel medio.


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