¿De qué eran capaces los Bulls de la 95-96?

En este post si hay algo prescindible son las palabras. Sencillamente porque lo que tenéis que hacer aquí es darle al play y desconectar vuestros cerebros durante los cinco minutos y medio siguientes. Es momento de retroceder veinte años en el tiempo.

Aún así intentaré una pequeña ‘intro’. 72 victorias en temporada regular no están al alcance de cualquiera. Ni de pocos. De hecho, hasta la fecha, sólo de uno. Los Bulls de la temporada 1995-96 no se convirtieron en el mejor equipo de la historia por capricho de la buena fortuna. Suerte se puede tener en un partido o dos, quizás tres. Pero luego, para arrollar durante seis meses consecutivos, hace falta algo más. Baloncesto. Baloncesto como se ha visto nunca.

La NBA, aprovechando el careo sin igual de esta noche entre Golden State Warriors vs San Antonio Spurs, ha visto el momento óptimo para recordarnos qué clase de juego debió exhibir la plantilla más admirada de siempre. De Michael Jordan lo he dicho todo con solo teclear su nombre. Pero el tiempo nos ha demostrado que en casi cualquier deporte, y no menos en el baloncesto, se necesita mucho más. Un equipo. ¡Y vaya si lo había!

Clase y entrega

Scottie Pippen no tenía nada que envidiar a los vuelos de Jordan. Pero es que ahí machacaban todos; Harper, Longley, Haley, Buechler, Salley, Simpkins… bueno todos no. Steve Kerr «sólo» se dedicaba a dinamitar las defensas cerradas con uno de los catch&shot más mortíferos de todos los tiempos. Cada ataque era un verso, y Toni Kukoc, un yugoslavo de 2,11, su sinalefa. Con su presencia todo fluía con un nuevo extra pass… ¿y quién ponía la nota dura? ¿la personalidad? ¿el carácter? Pues Dennis Rodman. Ningún rebote merecía su desprecio. Su físico era un aspecto secundario. Jugárselo todo por cazar esa bola que se perdía por la línea de fondo siempre merecía la pena.

Y para darle armonía a este coro estaba el Sr. Zen. Phil Jackson, mentor y director; entrenador y maestro. Enseñó bien, pues ahora su pupilo menos fornido tiene la oportunidad de seguir sus pasos. Su huella por un camino en la arena hasta ahora intacto. No me extrañaría nada que Steve dedicara los seis últimos minutos antes de salir a cancha a este vídeo. ¿Acaso habría mejor sermón? ¿mejor arenga? Decididlo vosotros, y si a alguien se le ocurre un discurso mejor, por favor que lo diga.


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