En una época dónde la eficiencia y las sinergias en pista cobran un protagonismo mayúsculo en el análisis deportivo, se tiende a perder el foco de todo aquello que la estadística no puede medir o el ojo no puede ver. Así, se llega a un análisis que trata de igual forma a Ben Simmons que a Malik Monk.
No es que este enfoque pragmático no sea útil ni ayude a situar a un jugador a priori en su nuevo contexto. Pero hay jugadores que no admiten ser juzgados en un vacío tomando sus cualidades como quien mide cantidades de ingredientes en una receta. En los últimos años estas aproximaciones nos han llevado a tomar posturas dogmáticas en la adecuación del jugador a su nuevo contexto. Aseverando que Chris Paul no podía convivir con James Harden, que Russell Westbrook podía crecer en su juego sin balón o que a DeMar DeRozan le iba a costar encontrar su sitio en los Chicago Bulls.