Es posible que Desmond Bane no obtenga el mismo interés por parte de los medios de comunicación que recibe Ja Morant ni que aparente la misma fortaleza en pista que desprende Jaren Jackson Jr., uno de los máximos exponentes defensivos de la NBA.
Tampoco ayuda a esta proyección mediática el jugar en un equipo cuya virtud reside en el valor grupal, donde las piezas de rotación permiten mantener un ritmo muy alto durante los 48 minutos que dura un partido, prórrogas aparte. De hecho, el récord de los Grizzlies sin Morant, su máxima estrella, fue de 20-5 durante la temporada 2021-22. Un balance más apretado pero todavía positivo en el caso de Jaren Jackson Jr. (34-27), quien se perdió 61 partidos en el curso 2020-21.
Así, la percepción del impacto real de Bane en los Grizzlies tiende a diluirse dentro de la maquinaria colectiva propuesta por el técnico Taylor Jenkins. Sin querer caer en tópicos sobre si esta subestimado o no, lo cierto es que calificar de manera concreta la importancia de Bane no es del todo sencillo. Igual de cierto que su trayectoria ha estado plagada de escepticismo, juicios y recelo acerca de sus capacidades para destacar en el baloncesto.
Nacido en Richmond, Indiana, solo recibió una oferta universitaria procedente de la NCAA a pesar de cerrar su etapa en Seton Catholic High School con unos promedios de 30,0 puntos, 11,5 rebotes y 6,1 asistencias en su año senior y el récord anotador absoluto histórico (1.991 puntos) del condado de Wayne County. En TCU, Bane siguió creciendo otros cuatro años más hasta que los Grizzlies le abrieron las puertas de la NBA en la última posición de primera ronda del draft de 2020.