El Kairós de Duncan Robinson: historia de mil veces ‘chof’

No es nada sencillo, en la era de Stephen Curry (y Klay Thompson), figurar por encima de ellos en todo lo que tenga que ver con el triple y sus ambajes. Sin embargo, ocurre que los que ingresaron en la NBA a partir del 2015, parten con ventaja a la hora de romper determinados récords.

De haber arrancado su andadura profesional un poco más tarde, digamos unos 20 o 30 años, nombres como los de Reggie Miller, Kyle Korver o Ray Allen no caerían cada vez más abajo en una rama estadística donde, por talento de cuna, pertenecen a la más alta élite. Sin embargo, el reloj de arena les cogió a contrapié, haciendo que su legado, ya de por sí espléndido, fuese menos memorable de lo que pudo haber sido de competir en la actual generación.

Reggie Miller: 1988-2005

Reggie Miller, empecemos con él, acumuló hasta diez temporadas por encima del 40% en triples. Pero sus genes de larga distancia chocaron de lleno con la época dorada del mid-range, amparada por el mejor comercial y avalista que uno pueda imaginar: Michael Jordan.

Fuente: MDPI

Aún entonces, Reggie Miller, adelantando a su tiempo, logró ir arrastrando poco a poco su esfera de impacto unos metros más atrás. Para entender el reto mental y academicista al que se enfrentaron él y todos sus coetáneos que traían de fábrica ‘el picorcito’, debemos recordar de qué punto partían.

La campaña 1986/87, la anterior a que Miller fuese escogido en el Draft por el equipo de su vida, los Indiana Pacers, nos dio los siguientes datos respecto al tiro de tres:

  • Dallas Mavericks fue el conjunto que más se prodigó desde la línea de tres puntos, con 8 intentos por partido.
  • Detroit Pistons el que menos triples intentó, con 2,1.
  • El promedio de triples lanzados por equipo fue de 4,7, con un 30,1% de acierto.
  • Larry Bird fue quien más triples sumó, con un total de 90, encestando 1,2 por partido (de 3 lanzados).

Aquella temporada, Bird encestó un 40% de sus triples, mientras que en las dos anteriores se marchó por encima del 42%. Y en la siguiente, (la del Three Point Contest del famoso ‘dedo al cielo’) lo hizo con un 41,4%.

Pues bien, en ninguno de estos cuatro años, prueba de la carencia analítica de entonces, lanzó más de 3,1 triples por noche de partido, retirándose, tras trece temporadas, con un promedio de 1,9 intentos. Mientras, volviendo al presente, Giannis Antetokounmpo, quizás el jugador más imparable de la historia a campo abierto y, a su vez, paupérrimo lanzador de tres (28,7%), ostenta a lo largo de su carrera un promedio de 2,3 triples por partido. Esto es, +0,4 respecto a Bird.


El peso de la costumbre, por encima del frío dato, marcó el ritmo del progreso; de lo contrario, el abrazo al triple habría sido mucho más radical en cuanto se estabilizaron los porcentajes de acierto desde la inclusión de la curva en 1979. Sin embargo, no. Los exteriores (ni hablar por ahora del frontcourt), palmo a palmo, yarda a yarda, fueron arañando terreno y libertad.

‘El atajo’: 1984-1987

Dicha tendencia sufrió, no obstante, un aumento y desplome abrupto que deformó el ángulo en su lento avance. Sucedió entre 1984 y 1987, y los más jóvenes puede que desconozcan aquel tramo de debilidad en el que la NBA, de la mano de David Stern, sucumbió a la idea del atajo para tratar de devolver el producto a su siempre delicado equilibrio ataque/defensa.

El éxito de los Chicago Bulls de principios de los 90 había radicado (además de contar con Michael Jordan y Scottie Pippen) en ralentizar el juego, priorizando la eficiencia por encima del volumen de tiros. El resto de franquicias no tardó en tratar de imitarlos. Fruto de esto, la media de puntos por partido fue la menor en 35 años (101,5), y con el objeto de devolver los encuentros a su antiguo galope y dinamismo, optaron por una medida radical para acortar las posesiones, alejar el balón de la pintura e incrementar la cantidad total de lanzamientos: igualar la distancia del arco del triple. La distancia desde las esquinas sería la misma que desde la frontal, esto es, 6,75 metros.

Fuente: Shot Tracker

La medida, no importa cuan intrusiva, resultó un fiasco total. Al menos en su misión principal. El espíritu de los Bulls y su némesis, los Bad Boys, lo había contaminado todo, los pívots dominantes brotaban por doquier y la magia de la media distancia seguía acaparando todos los focos. Los tiradores puros y el catch and shoot seguían siendo, en comparación, algo residual.

Pero no podemos decir que el cambio fuese del todo inútil: tanto tiradores como entrenadores aprovecharon, hasta cierto punto, la oportunidad. Mientras el pace desdencía a mínimos históricos (90 posesiones y bajando), los triplistas sintieron una grado de impunidad inédito hasta entonces. Desde la pizarra aflojaron riendas, y jugadores con buena mano como Dennis Scott recuperaron fugazmente la cadencia alcista que iniciaron Danny Ainge y Michael Adams en la 87/88 y sostuvieron a duras penas otras grandes muñecas como las de Dan Majerle, John Stark o el propio Reggie Miller durante el primer three-peat de los Bulls.

Pero lo dicho. Duró lo que un paquete de donettes en un aula infantil. Consciente de su fracaso, la Liga reculó a las distancias de origen (7,25 en los córners), y la NBA, que en la 95/96 vio por primera vez como dos jugadores superaban los tres triples anotados de promedio (e incluso anomalías como la de George McCloud, que en dicho año promedió 8,6 intentos cuando su media de carrera fue 3,4) se sumió en un vía crucis perimetral, donde el tirador era poco menos que la gacela coja batiéndose en retirada.

Hasta que llegó él. Shuttleworth. He Got Game. La Piedra de Rosetta del release. Esteticismo y utilitarismo de a una. Ray Allen.

Ray Allen: 1997-2014

El considerado, hasta Stephen Curry, mejor tirador de tres de todos los tiempos, logró, en su sexto año en la NBA (su último en los Bucks, antes de vestir el hermoso uniforme de los Supersonics) lo que Reggie Miller no consiguió en 18 por, como estamos viendo, el peso del contexto: promediar más de tres triples anotados a lo largo de un curso regular.

Allen tocó cima por fin en la 2001/02, encestando 3,3 de 7,7 intentos (43,4% de efectividad). Pero no marcó un antes y un después en su carrera como triplista, ya que sólo volvería a cruzar la barrera de los tres en otro par ocasiones (05/06 y 06/07), retirándose en 2014 con un promedio de 2,7 triples anotados por 5,7 intentados (40%).


Las sectas no pierden sus acólitos de la noche a la mañana, y la primera década del siglo XXI continuó la estela que había dejado el XX a su cierre, con el añadido de que Jordan ya no estaba para animar el cotarro. Fueron los años más tediosos y duros para el espectáculo y el espectador, y tiradores de la talla del propio Allen, pero también de Pedja Stojakovic, Mike Miller, Raja Bell, Rashard Lewis, Damon Jones, Steve Nash o Jason Terry pagaron el rol accesorio que siguió padeciendo el longrange en el juego ofensivo de las 30 franquicias.

Fuente: Dartmouth

Stephen Curry: 2014-Actualidad

Hasta que llegó, ahora sí, ÉL.

Que era el mejor tirador de su Draft no lo discutía nadie. Que pudiera trasladar su swing de la NCAA a la NBA sin sufrir el áspero salto físico, ahí todo eran dudas. Pero Stephen Curry no sólo se adaptó a la NBA, sino que cogió la NBA, la descuartizó por completo y la adaptó a él, dando luz a una NBA nueva, revolucionaria, irreconocible. Hoy día seguimos recolectando, en lo malo y lo bueno, los frutos de esa revolución.

En sus dos primeros años en la liga ya se coló en el top-10 de máximos anotadores de tres puntos en regular season, con 166 y 151 respectivamente. Pero fue en su cuarto año –tras superar una cirugía de tobillo en el tercero– cuando explotó con 272 triples (primera corona como máximo artillero) y 3,5 anotados por encuentro.

Era sólo el principio.

Al curso siguiente, el 2013/14, 261, al siguiente 286… y en 2015/16… el despendole. 402 triples. 5,1 por encuentro con un 45,4% de eficacia. Si no es irrepetible, lo acaricia. Curry unió calidad y cantidad de manera casi perfecta. Aquella campaña disputó 79 de los 82 partidos posibles, mantuvo su puntería y cedió ante la presión. Alienígena.

James Harden es quien más ha buscado su rebufo hasta ahora, con 378 triples, pero rindiendo la calidad a la cantidad (36,8% acierto) y sacrificando su entorno a un all-in insalubre (13,2 intentos por noche) y, como demostraron los hechos, insostenible, tan pronto el excepcional nivel individual de Harden (one-all men) decayó un miligramo.


Aún así, la maestría de Curry, su talento innato, no habría florecido como lo hizo si otros factores ajenos a él no se hubiesen alineado en el momento exacto para que rompiera como otros, con una potencia de fuego similar, jamás tuvieron ocasión.

En su caso, a nivel interno, la llegada al banquillo de Mark Jackson primero (mucho más reconocido por su defensa que por su plan de ataque, pero clave en otorgar confianza y galones a Steph) y la de Klay Thompson desde el Draft (M.Jackson, sabedor de la pólvora exterior que tenía en su poder, hizo por crear jugadas específicas para martillear desde el triple, como sus exquisitas elevator doors), seguido de la mejor maniobra en el historial de Joe Lacob, que fue cambiar a Jackson por Steve Kerr [visionario absoluto del small-ball con su death lineup ausente de pívots (Curry, Thompson, Barnes, Iguodala, Green) y potenciando el sello de los Splash Brothers].

Pero fue a nivel externo cuando el caso Curry –cuya eclosión se basó más en las sinergias internas– no sólo justificó su razón de ser, sino legitimó todo el sistema de intercambios y bloqueos indirectos en busca del tirador exterior liberado, convirtiéndolo en una verdad necesaria y extrapolable al resto de la NBA: nacía el Moreyball de Daryl Morey.

Moreyball: 2017-Actualidad

Como hiciera Billy Beane quince años antes en los Athletics de Cleveland, Morey, curtido analista de datos y nuevo GM de los Houston Rockets desde 2007, introdujo como nunca antes la estadística en la NBA, con el fin de descifrarla y exprimirla hasta sus más profundas entrañas.

Con el paso de los años, Morey logró transformar un vestuario mediocre a un serio aspirante al título. James Harden, All-Star de calibre MVP, fue ‘sólo’ el medio con el que pretender el gran fin. La franquicia invirtió gran cantidad de activos para construir su propio sistema de captación de datos, desarrollando, entre otras cosas, un sistema de vídeo que capturaba los movimientos de cada jugador durante los partidos para analizarlo, literalmente, todo. Su equipo de expertos ideó algoritmos de aprendizaje automático para comprender mejor qué habilidades eran más valiosas, que jugadores las poseían, y cómo trataban de contrarrestarlas sus rivales.

Basándose en este enfoque analítico sin precedentes, Morey dividió el baloncesto en dos cosas en obsesiva búsqueda de una fórmula ganadora. Cómo maximizar la cantidad de puntos por posesión, y cómo conseguir una posesión extra. En otras palabras, Morey clavó él mismo los últimos remaches que suponían la agonía en vida del mid-range, demostrando que todo lo que no fuesen tiros bien seleccionados tanto desde el triple como en la zona restringida, eran sospechosos de ser malas opciones de lanzamiento.

Fuente: The Coaching Toolbox

Sumar de tres en tres en lugar de dos en dos, permitía un nivel de acierto exterior que, con sólo rozar la decencia, lo ubicaba casi a la par de cualquier interior en términos de eficacia.

Un triplista de un 33% equivale a un 50% de un mid-ranger. A esto había que sumar que las opciones de capturar el rebote ofensivo, subían considerablemente tras un triple respecto a un lanzamiento en las inmediaciones de la botella.

En cuanto estas dos ideas en negrita calaron en el circuito, todo dio un giro de 180º: elaboración de plantillas, pizarras, sentido táctico, esquemas defensivos, alineaciones, lectura del bloqueo, ponderación del missmach… todo. Y salvo los Spurs de Popovich, los últimos en hincar la rodilla, las otras 28 franquicias sucumbieron casi de inmediato a Warriors y Rockets en corte y confección.

Fuente: The Ringer

En menos de una década, jugadores como DeMar DeRozan, LaMarcus Aldridge o Tony Parker, paradigmas de la media distancia y cuyos estilos habrían hecho las delicias en los 90, pasaban a convertirse en la excepción. Una especie en extinción obligada a rallar la excelencia en su ámbito (como los tres hicieron), adaptar su juego a las nuevas corrientes (Vince Carter, Chris Paul, Kevin Durant, P.J. Tucker) o aferrarse a su obsolescencia y menguar hasta desaparecer (Jahlil Okafor, Michael Beasley, Michael-Kidd-Gilchrist).

Mientras esto ocurría, crecía a la par una obscenidad apoyada en la estadística. Tirar de tres se estaba convirtiendo no sólo en algo demasiado barato, sin castigo para el mal lanzador (Russell Westbrook, Julius Randle, Kyle Kuzma…), sino en una cuasiobligación incluso para jugadores cuyo valor esencial y poder de impacto reside en la zona pintada, la penetración o en la búsqueda del pase, pero cuyas nuevas necesidades orgánicas les conduce inexorablemente a cumplir desde la larga distancia, aunque no hubiesen sido criados (ni drafteados) para ello (Derrick Rose, Anthony Davis, Joel Embiid, Brook López, Aaron Gordon) ni lleguen necesariamente a desarrollar un tiro de 7,25 solvente.

Un juego mental donde tirar y fallar (Ricky Rubio, Josh Giddey) es preferible a no tirar (Ben Simmons) con los playoffs de 2018 como el apocalipsis de todo ello:

Finales de Conferencia. Houston Rockets vs Golden State Warriors. Mew vs Mewtwo. Game 7. Aquella noche, los Rockets batieron el récord de triples fallados consecutivos, con 27. Pero no dejaron de tirar. Con cada nuevo intento, según el algoritmo, las opciones de volver a fallar disminuían. Su compromiso con el dato era total; descartaron el pick and roll y cualquier otra fuente convencional de anotación, apoyados en una fe ciega en lo que les había conducido hasta ahí, hasta tener a los Warriors de Curry, Thompson y Durant casi en la misma lona.

Como dijo un aficionado analizando la debacle: “Los Rockets venían anotando el 36,2% de sus triples a lo largo de esa temporada. Sus opciones de fallar 27 triples seguidos eran de una entre 186.141″.


En la temporada 2011/12, Andrea Bargnani fue el único pívot en probarse al menos 100 veces desde el long-range. Diez años más tarde, eran 24 los centers que cumplían esa condición. En esta 2023/24 y con 69 de 82 partidos ya en el bolsillo, contamos con ocho interiores que superan ya los cien triples ¡anotados! (que no intentados, ahí la lista asciende a 27), siendo Jaren Jackson Jr. (32,7%) y Victor Wembanyama (32,3%) los que peores porcentajes registran entre ellos.

Qué obstáculo va a tener a la hora de tirar, como conclusión final de todo esto, Duncan Robinson en los Miami Heat. Un jugador de 2,01 hecho para recibir y disparar, con el conocimiento de juego off-ball necesario y en la época donde su virtud es de las más perseguidas, no importa cuántos otros hándicaps arrastre como jugador.

Fuente: Shot Tracker

Duncan Robinson: 2019-Actualidad

En los 80-00, posiblemente no habría tenido minutos en franquicia alguna en la NBA. Entrando en el nuevo siglo, quizás de manera irregular, en tramos concretos y mucho garbage time; a lo Steve Novak y Jason Kapono.

Hoy, sin ser el favorito de un coach defensivo como Spoelstra, Duncan Robinson promedia más de 26 minutos en seis años con su camiseta, disfruta de un contrato de 90 millones por 5 años y lanza, actualmente, más de siete triples por partido, suponiendo esta clase de tiro el 75% de todo lo que percute (3 de cada 4 tiros, consisten en un triple).

A lo largo de su corta carrera (entró en la NBA con 24 años, ahora tiene 29), Robinson maneja un 40% de acierto desde la curva.

Y con estos guarismos, nada locos si lo superponemos sobre los mejores años de los Splash Brothers o los más atrevidos de Harden, Duncan Robinson, tirador de cepa en el momento perfecto, se permitió el domingo pasado hacer (otra vez) historia. Y es ‘otra vez’ porque como nos recordó Tim Reynolds, el forward de los de Florida también fue el pistolero más rápido y que menos encuentros necesitó para alcanzar los 200, 300, 400, 500, 600, 700, 800 y también los 900 triples en la NBA. Lauri Markkanen ostenta el diploma en cuanto a los 100; las migajas que Robinson dejó.

Jugando a los hipotéticos

Lo que Curry hizo en 2015, se ha visto superado ya por otros cuatro jugadores. Ninguno de ellos se acerca en volumen ni porcentajes de acierto a Steph a lo largo de su carrera. Pero sí han contado con una ventaja con la que Reggie Miller ni soñó, Ray Allen intuyó, y la estrella de los Warriors ha disfrutado sólo a medias por pertenecer a una generación anterior: barra libre desde el triple total y absoluta.

JugadorPromedio de triples anotadosAciertoTriples totales en RSRécord de triples en una temporada
Duncan Robinson2,940%1.006270
Buddy Hield3,140,1%1.895288
Luka Doncic334,6%1.149234
Donovan Mitchell336,6%1.369245
Stephen Curry3,942,6%3.683402
Klay Thompson3,141,3%2.423301

A pesar de flotar por la pista con esa cara de niño de instituto, Curry salió del Draft de 2009, o lo que es lo mismo, seis promociones antes que Mitchell y Hield, o diez antes que Doncic y Robinson. En sus tres primeros años, su media de triples intentados (4,8, 4,6, 4,7) fue casi un tercio de los que nos acostumbraría luego en su versión ‘MVP desencadenado’, habitualmente por encima de los once por encuentro y manteniendo niveles sobresalientes de acierto.

Aún con el hándicap generacional y ese primer lustro maniatado, Curry destroza a quien se le ponga por delante en cuanto aplicamos la lente de la atemporalidad.

Promedio de carrera de triples anotados en temporada regular (Fuente: StatMuse)
Promedio de triples anotados en la 2023-24 (Fuente: StatMuse)

Cuando en 2015 Curry se coronó (efímeramente) como el arquero más veloz en alcanzar los 1.000 triples, fue tal su precocidad que un dato rezaba que Curry podría haber estado una campaña al completo sin lanzar un sólo triple, y aún así habría batido el récord. Pero todo cambia tan deprisa que incluso aquel Curry, ejemplo ideal del ‘yo y mis circunstancias’, irá perdiendo puestos y más puestos con el transcurrir de los años, superado por otros jugadores, con o sin pedigrí tirador, que gocen de la libertad de acción y decisión suficiente.

Ni que decir todos los que, en 2015, quedaron tras su sombra.

Gráfica de 2015, cuando Curry hizo su ‘Duncan Robinson’ particular (Fuente: NBCSports)

Basta una calculadora y un par de operaciones para comprobar lo que un ‘Curry prime’, beneficiado del orden dominante en los ocho últimos años, habría tardado en alcanzar los 1.000 triples partiendo, desde el primer día, de tal cadencia anotadora. Fijemos la cifra, atendiendo a la siguiente tabla, en 5 anotados por partido.

El resultado sería un total de 200 partidos para 1.000 triples anotados. Esto es, 143 menos de los que ha precisado Robinson y 169 menos que el Curry no hipotético y real de 2009.

Curry, Curry… CURRYYY!! (Fuente: StatMuse)

Los ‘imbatibles’ de Curry

Aunque el crecimiento parecía, y a ratos parece, infatigable, tanto el comisionado Adam Silver como un sector importante del aficionado se ha ido hartando del protagonismo excesivo, con tintes monopolísticos, que ha ido adquiriendo el triple en la última década. Es por ello que podríamos estar tocando techo en cuanto a su albedrío y libertinaje, y el uso y abuso no vaya a mucho más, con reglamento y narrativas equilibrando su descontrol.

Esto, de darse, podría permitir que Curry, el mejor tirador de siempre en el momento ‘casi adecuado’, conserve durante (¿décadas?) sin que le arrebaten, ciertos récords que posee a día de hoy y no pueden serle robados por la vía de la precocidad. A saber:

  • Récord de triples en una temporada: 402
  • Récord de promedio de triples por partido en una temporada: 5,3
  • Récord de partidos necesitados para anotar 100 triples: 19
  • Récord de triples a lo largo de su carrera en fase regular: 3.687 (y subiendo)
  • Récord de partidos consecutivos anotando, al menos, 1 triple: 268
  • Y otros tantos récords interesantes que os dejamos en este enlace de aquí.

(Fotografía de portada de Douglas P. DeFelice/Getty Images)


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