Golden State Warriors, la máxima del castigo infinito

Resulta demasiado osado —o solo temprano— pensar en los actuales Warriors como el mejor ataque de todas las épocas. Pero tiempo al tiempo; en la cola están desde luego. Las Finales 2017 parecen, más que una disputa deportiva, la investidura definitiva de las leyendas contemporáneas. Una aplastante clase de historia. Sirva de ejemplo que uno de los mejores LeBron James —puede que el mejor— está siendo aplastado por la sinfonía de solistas que aceptaron reventar la ópera juntos.

Golden State es un asesino en serie, de playoffs, se entiende. Ronda tras ronda ha ido manchando su espada hasta completar las segundas Finales con más puntos a favor (245) en los dos primeros choques desde los Lakers de 1987. Dejan humeante toda tierra por la que pasan. Y, lo que pretendemos analizar en este punto, hacen agujeros desde todos los flancos de conquista.

En ambos encuentros de las Finales ante los Cavaliers, Golden State reprodujo con precisión la transición rápida en ataque. A correr, no les gana nadie. Nueve segundos —para qué más— de posesión y triple anotado con enemigo subido a la chepa. O no. Que haya oposición o no suele variar poco el signo final de los tiros intentados. También siegan vidas sin correr, con ataque posicional. Y posicional por decir algo. Quien amasa el balón en los Warriors ve ante sí un latifundio de bloqueos, carreras, movimientos, pantallas y señuelos. En uno de esos movimientos —siempre ocurre— un defensor de Cleveland quedará levemente descolgado; no le es posible seguir todos los cambios, y ahí estará la sapiencia californiana para castigar al prójimo. Máximo castigo en mínimo espacio y error. Mandan al otro barrio con medio milímetro.

Uno de los grandes méritos de estos Warriors, pues, es que perforan al rival de muy diferentes maneras. Y siempre con fiereza extrema. Los Cavs, en este caso, pueden tratar de hacer que jueguen más rápido, ralentizado o como se quiera, pero Warriors siempre encuentran un grifo para derramar sangre en ataque.

Su jugada favorita

Son capaces de tapiar las aspiraciones de los Cavaliers de cualquier manera. Pero sin duda tienen prioridades. Su situación fetiche es correr. Y correr y después seguir corriendo. Tras un rebote en defensa, coger una transición sin murallas levantadas y meterse hasta la plaza mayor de Ohio. Así es como más disfrutan, y donde realmente no tienen rival. Ni los Cavaliers ni nadie.

Asistencias

Como describimos al comienzo del post, los actuales Golden State Warriors son una sinfonía de solistas maquiavélica. Quizá la mayor concentración de grandes jugadores en cualquier década. Recordemos que en la Bahía conviven cuatro All-Stars que entrarían seguramente entre los 15 mejores de toda la competición. Y otro de los grandes méritos que han sacado en menos de una temporada juntos es su enorme y compatible habitabilidad.

Pongamos un ejemplo. En el Game 2 de Oakland, los Warriors asistieron en 34 de los 46 intentos a canasta que convirtieron. Es decir, más de un 73 por ciento de sus puntos llegaron tras asistencia. Eso, en un equipo en el que se podría jugar simplemente con aclarados y barrerían rivales también. La calidad individual es extrema, pero encajada en la cadena colectiva es sencillamente incontenible.

El contrapunto de Durant

Y, qué duda cabe a estas alturas, el gran factor diferencial en estos Warriors 2017 es Kevin Durant. A todo lo ya mencionado que aporta en ataque, también se vacía en defensa. Intensidad, tensión y cerco a LeBron James; 3 robos y 5 tapones en el Game 2… Además, también Durant ha sido utilizado en una nueva versión de autor del small ball. Jugando como cinco —con Green de ala-pívot— ha sido diferencial. Intimidación y envergadura como si de un pívot, llámese Hassan Whiteside, se tratara; y cuando toca ser cinco en ataque, otro jugador con alma de base y gusto por la sangre desde posiciones interiores.

Volviendo a la pasión homicida grupal de este equipo, como buen aniquilador, los Warriors no solo borran del mapa con sus jugadas, también controlan el componente moral de los partidos.

«La falta de comunicación provoca división. La división rompe un equipo. Un equipo así no puede jugar como uno. Si no puedes hacerlo, tu temporada está terminada», decía Kobe Bryant hace unas semanas sobre el perjuicio mental que causa Golden State en sus rivales. Ver que ninguna estrategia puede simplificar tus hemorragias hace que los rivales vean la sombra californiana aún más endiosada.

Defensa a LeBron

Y también está la defensa a LeBron. El alero de Akron lleva 29 y 28 puntos en los dos primeros partidos de las Finales. Sin haber jugado mal, ha sido engullido por los Warriors. James, por llamar a la comparación, solo bajó de 30 tantos anotados en un partido de las dos últimas rondas de playoffs; y en las Finales aún no ha llegado a la treintena.

Así, uno de los grandes secretos para simplificar al jugador más dominante de nuestra era es la acción colectiva. De los cinco ‘warriors’ que haya en pista, generalmente tres o más pueden defender con muchísimas garantías a LeBron. Y pasar los bloqueos para no quedar en desventaja. No puede aprovechar, pues, el jugador de los Cavs las ventajas en mismatches, o simplemente aislar con un bloqueo al jugador que mejor le defienda.

Mención especial para Durant, cuyo trabajo defensivo sobre James en estas Finales está siendo lírico.

Las malas noticias para LeBron James también han llegado de forma que él ha sido prácticamente el único generador de corriente en Cleveland. Sus compañeros de quinteto han aportado más o menos puntos, pero solo él acercó el enchufe, tiró del carro. Y sus vasallos reservas apenas se han ensuciado las manos todavía.

Leyendas vivas

Y con toda la inquina que los Cavaliers han incubado ya frente a los Warriors, tendrán que dar con un eureka esta misma noche, miércoles. Una nueva victoria de los Warriors sería prácticamente dejar reservado el Larry O’Brien en los almacenes de Adam Silver.

Insistimos, no vivimos solo unas Finales de la NBA. Estamos ante una magistral representación histórica. Ésa en la que el mayor dominador que ha conocido la presente época tiene que averiguar cómo tumbar la concentración de jugadores más rutilante de las últimas décadas. Historia, leyendas y unos Warriors que han adaptado el castigo máximo como máxima de su infinita ejecución.


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