La experiencia en playoffs: ¿jugadores o franquicias?

Viernes, 00:30 de la madrugada, en el sótano de Antonio, como cada abril-mayo de los últimos doce años. Los cinco locos de siempre y la ...

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Por Enrique Bajo

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Viernes, 00:30 de la madrugada, en el sótano de Antonio, como cada abril-mayo de los últimos doce años. Los cinco locos de siempre y la cena tardía de siempre: tres familiares de queso y dos carbonara. Nunca sobra. Quizás, algún borde chamuscado que en el mejor de los casos caerá en la prórroga y en el más probable, en el coche de vuelta a casa para servir de calentamiento al desayuno.

Poco importa quién juegue esa noche, porque ya os advierto que jamás lo adivinaríais por nuestras indumentarias.

Un festival de colores en el que hoy domina Arizona, con dos míticas: la de Nash —color taronja— y la del ‘Gordo’ Barkley. Esta última es una gozada; la negra tizón, y el balón con la estela anaranjada atravesando el pecho. Los Bulls se apuntan un tanto, con la Rose, la de 2011. Eternal MVP. Yo llevo la de Michael Beasley de su único año en los Bucks. Recuerdo mi cara de cumpleaños el día que se anunció su fichaje, pues por fin estaba a mi alcance aunar, en una sola prenda, color predilecto y jugador fetiche: B-Easy y el verde botella.

Sin embargo, de la que no podía apartar los ojos era de la que había elegido Rafa para aquella noche de estreno. Toronto Raptors edición del 98. Un hipnótico morado uva madura, abanderado por el velociraptor de comic pintado de un sangrante bermellón, y con ‘¡¿Por qué eres tan bueno Mcgrady!?’ dominando la espalda. Insuperable. Estuve tentado de ofrecer mi colección entera a cambio de poseerla, y lo hubiera hecho si no supiese que me habrían mandado al cuerno en la más cortés de las respuestas.

No obstante, todos sabemos que a pesar de lucir a T-Mac, Rafa es ‘celtic’ hasta la médula. Él no logra recordar ni el cuándo ni el porqué se convirtió en el fan número uno de la franquicia de Massachusets al sur de Despeñaperros, pero lo que todos sí sabemos, y muy bien, es que airear el debate del ‘Mejor Quinteto de siempre’, tiene un único final posible: un Rafa mosqueado y a la defensiva, negándose en redondo a contemplar, bajo cualquier soborno o circunstancia, que el puesto de ‘best forward ever’ pueda no ser para Larry Bird. Dedo índice al cielo. Antes del chof. Siempre.

Pero aquella noche, la conversación no giraba entorno al ‘All five’ ni al mercado negro de camisetas. Con el primer triángulo de pizza veía la luz un tema insoslayable con las eliminatorias en la franja de salida. Apenas arrancaba la primera ronda y ya estábamos tratando de adivinar quiénes ocuparían el cuadrante de semifinales. Discursos más o menos congruentes, estadísticas tiradas del modo más falaz al servicio del arúspice, y cada uno apostillando por su franquicia revelación de la postemporada, con abofeteable tonillo de Skip Bayless.

Llegamos entonces al cruce de verdes. Boston contra Milwaukee. El debate reposaba, claro, en hasta qué punto podía condicionar la serie el hecho de que los Celtics no contaran con sus dos máximas estrellas, Kyrie Irving y Gordon Hayward; dos jugadores insustituibles a los que se había unido, días atrás, una tercera baja para nada despreciable: la de Marcus Smart.

Entonces Rafa, vehemente, napoleónico, inmune a cualquier reflexión, análisis o enfoque dialéctico, opta por la vía rápida y da carpetazo a todo amago de tertulia con final feliz o mínimamente constructivo. Pasan los Celtics, y será gracias a su ‘Orgullo Verde’…


Orgullo verde, sangre oro y púrpura, carácter Bad Boy… uno termina preguntándose si seguimos hablando de baloncesto o nos hemos pasado a Los Caballeros del Zodiaco.

Todo esto (y perdonad que me pase brevemente al soccer) me recuerda demasiado a otra cantinela que en la Península nos es más familiar: la del Espíritu de Juanito.

El poder de la historia

Cada año, cuando Real Madrid —Barcelona, Bayern, Manchester, Juventus, (añadir club grande…)— terminan con ese trámite burocrático llamado fase de grupos y empieza la Champions de verdad, con los octavos, platós y tertulias se llenan de eruditos con su libreto de máximas anuales que tanto me gustan.

Son esos análisis de patio de recreo, de tasca mugrienta y de kiosko temprano por las mañanas, que tan bien ves venir a kilómetros de distancia.

Sucede como con los telediarios, que ya planificas las comidas de marzo consciente de que la mitad del informativo de las 15:00 irá reservado al cambio climático, sequías históricas y pantanos al 20% de su capacidad, mientras que en abril nos esperan lluvias torrenciales, cauces de ríos desbordados y testimonios de simpáticos octogenarios que, mientras achican agua de sus portales con la escoba, te aseguran que «en 1962 eso ya pasaba y que en Vigo siempre ha llovido así».

La llegada de los octavos la aprovecha el erudito para desenfundar, con la seguridad con que lo hacía James Coburn, un argumento intumbable. Más allá de las plantillas, del frío polar azota el césped de Moscú o del infernal folclore al que te somete la afición de Anfield, habrá un hecho que, por y para siempre, sonreirá al equipo históricamente grande. La experiencia.

Cuenta la leyenda que en los reconocimientos médicos, donde vemos al fichaje de 60 kilos de turno trotar suave en la cinta, para luego levantarnos el pulgar sonriente desde la camilla al tiempo que le hacen un chequeo con más parches y conexiones que Neo en Matrix, una vez bajan las cámaras y se marchan las televisiones, sucede lo siguiente: jeringuilla larga y profunda que contiene en su interior el aguanís de Raúl, el derechazo de Šmicer, el cabezado de Drogba, el misil indirecto de Koeman, el resbalón de Terry, la bolea de Glasgow en el ’45, el empeine de Solskjær en el ’93… ‘Seleccionar todo’. Directo en vena. Sesenta años de grandes noches europeas al servicio del gigante de octavos.

No. Realmente no creo que el escudo haga al jugador, al igual que el hábito jamás hizo al monje. Y en baloncesto, menos todavía.

Sin reglas especiales

En la NBA y sus benditos playoffs, las canastas fuera de casa no valen el doble que en pabellón propio, ahorrándonos así la duda en voz alta del telespectador despistado.

«¿Osea, que si terminan 110-98 ganan, pero si les meten los tiros libres deben encestar un triple para clasificarse?

El reloj de posesión, otra diferencia clave, funciona a tiempo corrido, y los árbitros no son ni la mitad de ninguneables en la madera que sobre la alfombra verde. Aquí no hay ni buenos ni malos resultados. Aquí se gana o se pierde. Y punto y final.

NBA, una liga especial

Existen, además, otros tres caracteres, propiedad exclusiva de la NBA, que hacen que el impacto de la experiencia per se, se atenúe un poco:

1) 82 partidos después. La temporada regular de la NBA es una de las más largas del mundo del deporte. Seis meses de baloncesto incombustible, es más que suficiente para que entrenadores examinen todas sus variantes, y jugadores se acoplen al sistema y aprendan a catalizar su juego de la mejor de las maneras. Un shophomore que cuente con la confianza de su técnico desde el día del Draft acumula, en apenas dos años, toda la experiencia necesaria para que el trasvase de la NCAA a la NBA sea perfecto y completo.

2) Rivales de toda la vida. Ni Schalke 04, ni Rubin Kazán, ni Lokomotiv Kuban ni Fenerbahçe. En este lado, los torneos por antonomasia desprenden aroma continental. Euroleague, Champions League…  torneos elitistas para lo más exquisito de la vieja Europa. En EE.UU. no tienen Champions, sino su particular Copa del Rey.

Con su puzzle de Pangea, hay poco espacio para la novedad o las sorpresas. Gracias a su regular season de alta intensidad, las 15 franquicias de cada conferencia se cruzan a menudo. No menos de 3-4 enfrenamientos. Un estudio único del rival, imposible en Europa, que convierte ‘la experiencia ante lo desconocido’ en algo casi trivial.

3) Orgía contractual. La fidelidad es un valor en decadencia en la NBA, y fruto de esto la configuración de las plantillas responden únicamente a la ley del mejor postor. Por ello, hablar de franquicias con experiencia golpea en mi cabeza como algo absurdo. Me chirría. No cuela. Ni los 17 anillos de los Celtics ni los 16 de los Lakers por descontado. Pero tampoco las cuatro Finales de Miami Heat de los últimos seis años.

Los roster en la NBA se renuevan con la frecuencia propia de la nevera de lácteos de un supermercado. Y la fecha de caducidad de un proyecto es más o menos la misma.

El contrato televisivo, cuya esencia era elevar (brutalmente) el límite salarial y, por ende, mejorar la flexibilidad financiera de los equipos, no ha podido tener un efecto más contraproducente y nocivo. La fiebre del oro en América. De repente, el panorama se ha cubierto de jugadores mediocres exigiendo contratos máximos, y de franquicias torpes y sumisas accediendo a ello.

La consecuencia de tal toxicidad financiera ha sido una cotización al alza de las segundas rondas del Draft. Aceptar en el trueque cualquier migaja, con tal de desprenderse del escarbato, muerto de risa en el banquillo y que ahoga, por sí solo, las finanzas y el proyecto de una ciudad entera.

Así pues, nos encontramos que acuerdos multianuales de 4 o 5 años se reducen a estancias reales de 2 o 3. De este modo, la experiencia —la que más cuenta, que es la forjada a diario entre aviones, parquet y taquillas— se deshilacha antes de que haya empezado a bombear.

LeBron y Spurs; dos rarezas

Excepciones hay, como siempre. Pero pocas. El paradigma son los Spurs, con un proyecto cuasi eterno y cinco campeonatos en década y media. Todo ello asentado sobre una misma filosofía de juego (a excepción, quizás, del de 1999), y tres pilares inmunes al plagio: Parker, Duncan y Ginobili. Hoy ya ni siquiera ellos. Con Tim retirado y Parker de suplente y mentor de un joven de 21 años, un Manu renacido para la causa no ha sido, ni de lejos, suficiente. No sin el heredero. No sin Kawhi.

En Cleveland aún sueñan con las Finales, pero no por ser los Cavs de Ohio; sino por ser los Cavs de LeBron James. Del equipo campeón de hace dos años, el de la épica remontada a los Warriors de 2016, cuesta encontrar el parecido.

Junto al Elegido, solo sobreviven tres: Kevin Love, J.R. Smith y Tristan Thompson. En dos años la plantilla se ha vuelto irreconocible. Aspirante igual, ‘cuz they’ve got James’, pero irreconocible.

¿Qué cambia en playoffs?

Desde hace dos semanas, que empezó lo bueno, las reglas son las mismas que en octubre y los partidos se ganan igual: de un punto. Otras variables, no obstante, sí que son objeto de interés y no atañen a vitrinas ni al color de los uniformes.

Variables que dotan a los playoffs de personalidad propia.

1) ‘Intensity rises and the pace slows down‘: alegato hecho mantra en playoffs, que viene a recordarnos que el ritmo de juego tiende a bajar mientras las defensas aprietan filas. Los planes se adaptan al corto plazo, y una derrota es una zancada enorme hacia la eliminación. Por fases, imponerse al rival se convierte en un juego mental. Cada posesión es un preciado tesoro y las pérdidas se tipifican como delito. A las plantillas más veteranas les gusta detener y guisar la jugada desde media cancha; en las más jóvenes y atléticas abrazan el baloncesto de transición.

2) Encajar menos puntos que el rival: que aunque parezca de perogrullo, no reposa exactamente sobre la misma idea que la de ‘anotar más que el rival’. En postemporada, ligado con el punto anterior, los partidos se ganan más que nunca desde la solidez defensiva. Posiblemente de los conceptos que más tardan en asimilar los barriles de hormonas recién llegados de la NCAA. Los playoffs tienen mucho más que ver con detener a tu oponente, que con tratar de superarlo.

Desde que en 2003 el formato cambiara ‘al mejor de siete’, los equipos anotan un punto menos por cada 100 posesiones en playoffs que en temporada regular (mientras que, por el contrario, las visitas a la personal se reducen, merced a la manga ancha arbitral ligada a la máxima «no layups in the playoffs”).

3) La importancia del entrenador: si durante la temporada regular su figura no es más que la de un guía espiritual y las órdenes de su pizarra no pasan de meras directrices, a partid de abril su sombra irrumpe con poderío telúrico. Por varias razones:

Más descanso: el calendario se relaja, los viajes se acortan y desaparecen los back-to-backs. Eso nos deja jugadores más descansados y como corolario los entrenadores pueden permitirse contraer la rotación. Es un hecho que se repite año tras año.

Por ejemplo, sabemos —cortesía de Bleacher Report— que en la campaña 2016/17, hasta 405 jugadores (es decir, una media de 13,5 por equipo) promediaron al menos 10 minutos de juego durante la RS. Al término de las semifinales de conferencia, la cifra se reducía, en playoffs, a 151, con una media de 9,4 jugadores por equipo. A la hora de la verdad, los coach renuncian de plano a su tercera unidad e incluso a parte de la segunda.

– Tiempos muertos: los jugadores son conscientes de que en cada encuentro les va la vida y el alma, por lo que la concentración pasa a ser máxima y los tiempos muertos cobran una importancia capital. Los ajustes defensivos, corregir mismatches, meter al hombre adecuado en el momento idóneo o insuflar palabras de ánimo cuando el rival parece escaparse en el marcador, se convierten en detalles que merecen el mayor de los mimos.

– La hora del clutch: las grandes estrellas se demuestran en playoffs. También las grandes pizarras. En estos duelos sin rehenes, son muchos los partidos que se resuelven en el último minuto de juego. En tres posesiones. En un saque de banda en campo rival y en lograr un tiro limpio sobre la bocina. Ahí, el gran coach, su Sun Tzu interior, emerge, campeón.

Y por supuesto tantas otras costumbres, usos y principios generales del baloncesto que jamás se alegarían ante un tribunal —la conocida tendencia arbitral a pitar más suave en playoffs, la presión de las gradas, o el hábito de LeBron de metamorforsearse por estas fechas en power rang en Jugador Defensivo del Año—, tan abstractos e inmateriales como concluyentes a la hora de decantar una eliminatoria.

Experiencia que viene y va

Con una liga tan dinámica, un mercado infame y voraz y unos vestuarios extramadamente volátiles, la experiencia viaja y cambia de manos como una ensaladera en una cena familiar. Crear una cultura ganadora es un sueño casi inalcanzable: solo San Antonio puede presumir de ello, y Golden State empieza a asimilar esa idea con sus estrellas apostando por notables sacrificios económicos.

Así pues, sobre esta idea y entendiendo que la experiencia en playoffs es una variable compleja y de múltiples prismas, ahí van dieciocho tablas con la experiencia acumulada antes de encarar estas eliminatorias por el título.

Los 16 equipos clasificados para playoffs, ordenados de mayor a menor en virtud de la experiencia global en postemporada que destila el equipo, fruto del sumatorio individual que atesora cada uno de sus jugadores.

Las tablas, adelanto, hay que mirarlas además con recelo añadido. Ya que nos encontraremos trampantojos tales como:

  • Expertos prejubilados: Nick Collison, Hudonis Haslem, Ian Mahinmi.
  • Líderes de precocidad: equipos en los que las riendas las manejan chavales que ni aparecen en las tablas los encontramos a la cola de las mismas (Simmons, Wiggins, Towns, Embiid, Saric, Oladipo, Jabari, Tatum, Davis, Mitchell, Rubio).
  • Estrellas estrelladas: la desgracia de cada año. Esta vez son Kyrie Irving, Gordon Hayward, DeMarcus Cousins, Dion Waiters… y Kawhi Leonard.

En el día de la publicación de este artículo ya tenemos la primera ronda casi resuelta y muchos eliminados —Blazers, Heat, Spurs, Timberwolves, Wizards y Thunder—, habiendo caído así dos de los conjuntos con mayor bagaje acumulado en estas lides —Spurs y Heat—.

El impacto de la experiencia, pues, no se mide en historia y rara vez en franquicias. Se mide, sobre todo, en jugadores y entrenadores. A excepción de los que nacieron para esto e irrumpen en la Liga con penacho de centurión (Simmons, Embiid, Anteto, Stevens…), en el resto de mortales se mide en minutos, minutos y más minutos de juego.

Años de experiencia al máximo nivel que se traducen, además de todo lo dicho, en esquirlas que marcan la diferencia en las series por el anillo: una técnica de tiro depurada, saber dónde y cuándo colocar un bloqueo, el autocontrol para ralentizar un ataque, buscar el extra pass aunque tu muñeca se sienta on fire, ración de trash talking para desquiciar al novato (o para LeBron si tu nombre es Lance)…

Experiencia en la vida; en baloncesto. Y también, un poco, en playoffs.

Conferencia Este

Cleveland Cavaliers

Jugador Años Partidos
LeBron James 12 217
Kyle Korver 11 109
J.R. Smith 10 108
George Hill 8 72
Tristan Thompson 3 59
Kevin Love 3 42
Jeff Green 5 38
José Manuel Calderón 4 24
TOTAL 56 669

Miami Heat

Jugador Años Partidos
Dwyane Wade 12 172
Hudonis Haslem 11 147
Goran Dragic 2 30
Kelly Olynyk 3 26
James Johnson 4 19
Jason Richardson 1 14
Justise Winslow 1 13
Hassan Whiteside 1 10
Tyler Johnson 1 5
Jordan Mickey 2 4
Wayne Ellington 1 2
TOTAL 39 442

Washington Wizards

Jugador Años Partidos
Marcin Gortat 6 80
Ian Mahinmi 7 61
Bradley Beal 3 34
Mike Scott 4 32
John Wall 3 31
Otto Porter 3 26
Jason Smith 3 25
Ramon Sessions 2 22
Markief Morris 1 13
Kelly Oubre 1 12
Tomas Satoransky 1 10
Tim Frazier 1 2
TOTAL 35 348

Milwaukee Bucks

Jugador Años Partidos
Jason Terry 12 121
Matthew Dellavedova 3 46
Brandon Jennings 3 24
Tony Snell 3 22
Tyer Zeller 3 18
Eric Bledsoe 2 17
Giannis Antetokounmpo 2 12
John Henson 3 12
Malcolm Brogdon 1 6
Thon Maker 1 6
 Xavier Munford 1 4
TOTAL 32 288

Toronto Raptors

Jugador Años Partidos
Serge Ibaka 7 99
Kyle Lowry 5 52
DeMar DeRozan 4 41
C.J. Miles 6 34
Jonas Valanciunas 4 33
Delon Wright 2 18
Lucas Nogueira 2 8
Fred VanVleet 1 7
Jakob Poelt 1 6
Pascal Siakam 1 2
TOTAL 33 300

Indiana Pacers

Jugador Años Partidos
Cory Joseph 5 71
Lance Stephenson 5 50
Thaddeus Young 6 40
Darren Collison  3 29
Al Jefferson 4 21
Bogdan Bogdanovic 2 19
Myles Turner 2 11
Trevor Booker 1 9
Glenn Robinson III  2 7
Victor Oladipo 1 5
Joe Young 1 4
TOTAL 33 266

Philadelphia 76ers

Jugador Años Partidos
J.J. Redick 11 88
Marco Belinelli 4 48
Amir Johnson 6 42
Jerryd Bayless 4 29
Ersan Ilyasova 4 23
Justin Anderson 1 5
TOTAL 30 235

Boston Celtics

Jugador Años Partidos
Al Horford 9 92
Marcus Smart (*) 3 28
Aron Baynes 4 26
Terry Rozier 2 22
Jaylen Brown 2 17
Gregg Monroe 1 6
Marcus Morris 1 4
*Xavier Silas 1 2
TOTAL 23 197

(*) Marcus Smart: 27 de abril.

(**) Sin Irving ni Hayward, los Celtics ven disiparse 5 temporadas, 67 partidos y 1 anillo de experiencia.

Entrenadores jefes

Entrenador Balance victorias/derrotas Porcentaje de victorias
Eric Spoelstra 70-43 61,9%
Scott Brooks 46-30 53,5%
Tyronn Lue 29-10 74,4%
Dwane Casey 17-24 41,5%
Nate McMillan 14-28 36,8%
Brad Stevens 11-17 39,3%
Brett Brown
Joe Prunty

Conferencia Oeste

San Antonio Spurs

Jugador Años Partidos
Tony Parker 16 226
Manu Ginobili 13 213
Pau Gasol  11 131
Danny Green 7 95
Kawhi Leonard (*) 6 87
Patty Mills 8 78
LaMarcus Aldridge 7 60
David Bertans 1 13
Dejounte Murray 1 11
Rudy Gay 1 7
Joffrey Lauvergne 1 3
TOTAL 66 837

(*) El misterio de Kawhi: ¿Fortnite?

Golden State Warriors

Jugador Años Partidos
Andre Iguodala 10 109
Kevin Durant 7 106
David West 8 100
Shaun Livingston 5 83
Klay Thompson 5 81
Draymond Green 5 80
Stephen Curry 5 75
Zaza Pachulia 7 66
JaVale McGee 4 31
Patrick McCaw 1 15
Damian Jones 1 4
TOTAL 58 750

Houston Rockets

Jugador Años Partidos
Joe Johson 12 112
James Harden 8 88
Trevor Ariza 8 85
Chris Paul 9 76
Nene Hilario 10 73
Gerald Green 4 40
Ryan Anderson 5 35
Clint Capela 3 33
Luc Mbah a Moute 4 23
Eric Gordon 2 15
P.J. Tucker 1 10
TOTAL 66 590

Oklahoma City Thunder

Jugador Años Partidos
Nick Collison 7 91
Russell Westbrook 7 87
Carmelo Anthony 10 66
Paul George 5 65
Steven Adams 3 41
Corey Brewer 5 41
Patrick Patterson 4 41
Raymond Felton 6 36
Kyle Singler 2 7
Alex Abrines 1 5
Josh Huestis 1 2
TOTAL 51 482

Minnesota Timberwolves

Jugador Años Partidos
Jamal Crawford 7 69
Jeff Teague 8 66
Taj Gibson 7 61
Derrick Rose 5 41
Aaron Brooks 5 38
Jimmy Butler 5 38
Cole Aldrich 2 11
TOTAL 39 324

New Orleans Pelicans

Jugador Años Partidos
Rajon Rondo 7 96
Ian Clark 2 32
Jrue Holiday 3 21
Nikola Mirotic 2 17
E’Twaun Moore 2 12
Jordan Crawford 2 11
Salomon Hill 2 8
DeAndre Liggins 1 8
Emeka Okafor 1 6
Anthony Davis 1 4
TOTAL 23 215

Portland Trail Blazers

Jugador Años Partidos
Evan Turner 6 44
Damian Lillard 4 31
C.J. McCollum 4 26
Ed Davis  3 26
Al-Farouq Aminu 3 20
Maurice Harkless 2 15
Meyers Leonard 3 12
Pat Connaughton 2 9
Shabazz Napier 1 4
Wade Baldwin IV 1 3
C.J. Wilcox 1 2
Jusuf Nurkic 1 1
TOTAL 31 192

Utah Jazz

Jugador Años Partidos
Jae Crowder 4 35
Jonas Jerebko 3 22
Derrick Favors 2 15
Joe Ingles 1 11
Rudy Gobert 1 9
Raul Neto 1 9
Ekpe Udoh 2 8
Dante Exum 1 7
Alec Burks 1 4
TOTAL 16 120

Entrenadores jefes

Entrenador Balance victorias/derrotas Porcentaje de victorias
Gregg Popovich 166-106 61%
Steve Kerr 47-15 75,8%
Mike D’Antoni 32-38 45,7%
Tom Thibodeau 23-28 45,1%
Alvin Gentry 12-9 57,1%
Billy Donovan 12-11 52,2%
Alvin Gentry 12-24 33,3%
Quinn Snyder 4-7 36,4%

 

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