Finales: el amortiguador de masa

El edificio Taipei 101 es famoso por muchos motivos: su imponente tamaño (508 metros), su llamativa estética de inspiración feng shui o haber dominado como el rascacielos más alto del mundo por dos three-peats consecutivos (2003-2009).

Pero con el paso de los años ha ganado en interés por otro aspecto que le ha hecho crecer aún más en su fama; se trata del imponente péndulo dorado de 680 toneladas que cuelga del interior de su cúspide y con una misión que va mucho más allá de su rareza visual, casi discordante. Un impacto estético similar a que a la basílica medieval de Agliate le hubiesen colgado un bolón de discoteca en lugar de su campana de bronce, y te explican que es porque así los fieles acuden más a la oración.

Pues en el Taipei es algo de eso: no te dan la vida eterna por entrar pero sí ayuda a preservar la de quienes están en su interior. Taiwán, cuna de terremotos, no podría permitirse una mole de estas dimensiones si no contase con un arma que hiciera frente a los vaivenes contínuos del suelo. Y eso hace precisamente este péndulo, dotar de equilibrio al coloso imponente absorbiendo gran parte de las vibraciones que el resto del edificio no podría en su soledad.

En la NBA, de aplicar la metáfora, nada como los Golden State Warriors y Draymond Green. Durante una década, este vestuario contemporáneo, fino, elegante, veloz, dinámico, alegre y tirador, ha necesitado un contrapeso para responder a toda esa realidad paralela que exige la liga y que no encuentra en Stephen Curry, Klay Thompson, Kevin Durant, Harrison Barnes, Jordan Poole, Shaun Livingston o Leandro Barbosa.


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