Trece días después de que en Chicago se bebieran hasta el agua de las plantas por primera vez, estalló la guerra en Croacia. Hubo tensiones previas en primavera, pero con la declaración de independencia del país balcánico, se iniciaba la conocida como Guerra de Croacia. Fue un conflicto abierto que desmembró la entonces pléyade de repúblicas socialistas de Yugoslavia.
El horror pilló a Kukoc demasiado cerca. En ese verano del 91, Toni se encontraba con la selección yugoslava, concentrado para disputar el Europeo celebrado en suelo italiano. Faltaban tres días para la semifinal en el momento del estallido.
El inicio del conflicto balcánico llegó tras declarar Eslovenia su independencia unilateral de Yugoslavia (Guerra de los Diez días), que respondió atacando Ljubljana. El compañero de habitación de Kukoc, Juri Zdovc, era esloveno. El mismo día de la final (ante Italia) recibió un fax por parte del ministro de deportes de su recién autoproclamada región: si seguía jugando, sería considerado un traidor. Zdovc no tuvo elección. Mucho menos con su mujer e hijo físicamente en casa.
Con lágrimas en los ojos, dijo adiós a sus compañeros de éxitos. Aquel sería, de hecho, el último oro de Yugoslavia con todas las repúblicas tradicionales a bordo.
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