Sean Kilpatrick ha llegado

Uno de los hot topics en la NBA a comienzos de este mes de diciembre de 2016 es Sean Kilpatrick. No por grandilocuencia, no por ocupar los titulares importantes, no por ser la estrella más brillante. Simplemente porque ya no pasan de él. Todos se han dado cuenta de lo válido y sorprendente que puede ser en un equipo como los Nets y en una competición como la NBA.

Ha dado más vueltas que una peonza, ha probado el amargo sabor del rechazo generalizado y ha batallado por hacerse con un hueco. Una vez ha logrado el objetivo principal de su carrera profesional, es menester repasar cómo de tortuoso ha sido ese camino.

La D-League fue su escuela

En 2014 se presentó al draft anual. No fue elegido. Toda una sorpresa. En universidad, concretamente en Cincinnati, venía de superar promedios de 20 puntos y estaba considerado por los medios especializados como uno de los principales talentos nacionales de la generación de 1990. Aquello fue un golpe de realidad muy duro, tanto por lo inesperado como por lo que suponía a corto plazo.

Hace poco escuchábamos a Willy Hernangómez restarle importancia a ir a la D-League. Bien, eso es parcialmente verdadero. En su caso era una «bajada» para coger ritmo competitivo, en el caso aún más reciente de Nerlens Noel es para recuperarse de una larga lesión. Eso no tiene nada que ver con ir a la NBADL por pura necesidad, por no tener un sitio en la competición de mayor calado. Ya repasamos aquí la emocionante historia de Jonathon Simmons, un ejemplo equiparable en tiempo y constancia al de Kilpatrick.

El periplo de llamadas a la puerta de Sean comenzó ahí, en el verano de 2014. Pero el bajonazo de no haber sido elegido en el draft perduraba y eso afectó a la confianza en su juego. ¿Cómo se manifiesta esta inseguridad? En el tiro lejano, sobre todo. Él venía de Cincinnati con una vitola histórica que trasasaba la palabra «importante»: ser el 2º máximo anotador de su universidad sólo por detrás de Oscar Robertson. Cartelón. Era, por tanto, un anotador fiable, pero en esos momentos la oscuridad podía más que la luz.

Los Warriors le ficharon por pretemporada, le cortaron y su afiliado (Santa Cruz) fue el que recogió el testigo. Allí fue donde más se notó su falta de confianza, que necesitaba apretar el botón de reset y empezar de nuevo. Sus procentajes de tiro de tres puntos habían bajado mucho, algo que en aquella época era buena parte del sustento de su juego. Más tarde pasó mediante traspaso a la disciplina de Delaware 87ers, donde por fin vio el aro con más facilidad desde todas las posiciones, lo que hizo que se fijaran más en él.

Debutando por pura casualidad

Aunque su mejora era patente, la llamada de la NBA llegó por pura suerte. Lo contamos en su día en nbamaniacs. Minnesota Timberwolves le llamó porque tenían demasiados lesionados y Sean estaba cerca del lugar del partido. Así de simple. El malogrado Flip Saunders, que dirigía aquellos Wolves, aclaró que ya había estado con ellos y era una buena decisión, pero a la par no podía obviar que estar donde estaba en el momento en que estaba ayudó demasiado. Fue un contrato de diez días en el que no le dio tiempo a demostrar absolutamente nada.

Su experiencia acabó ahí en ese momento, sin saber siquiera si se volvería a repetir aunque fuera con un contrato temporal. Se volvió a los 87ers de la liga de desarrollo para acabar la temporada, ya con más experiencia y algo más de reputación.

Un nuevo verano. El anterior había sido uno de los más decepcionantes. En 2015 se unió a Milwaukee Bucks en las ligas de verano, pero acabó fuera, y New Orleans Pelicans le fichó para la pretemporada, pero acabó fuera.

Volvió a Delaware, pero ya como un toro en toriles. Desbocado. Sus exhibiciones anotadoras eran mucho más constantes, dejando claro que ya estaba rebasando con creces el nivel de la D-League.

Caer en gracia

Dicen que la suerte hay que buscarla. Es una buena frase que aplicar a Kilpatrick. El trabajo le hizo llegar a la NBA de nuevo. Como en su primera experiencia, el caer en el sitio adecuado escapaba a su radio de acción pero era algo a aprovechar. Denver Nuggets le contrató para otro periodo de diez días, que renovaron hasta veinte pero no hasta treinta. Un par de meses después era Brooklyn Nets el que hacía lo mismo.

En Nueva York no dio opción a que cortaran la relación laboral, ya se encargó él de mostrar todo el esplendor de su juego para que le renovaran. En aquel mes de marzo puso el listón bien alto y firmó un contrato multianual.

Aprovechó que la puerta estaba abierta para entrar. El aterrizar en equipos de rotaciones largas en los que los entrenadores utilizan en cancha a casi todos los jugadores, lo que le ocurrió a él en Denver y Brooklyn, fue un ítem fundamental para que el desarrollo que había mostrado en la D-League pudiera trasladarse de un modo visible a la NBA. Todo ayuda.

El peso de las circunstancias

En una liga a tantos partidos y con unas condiciones tan cambiantes, las circunstancias cobran una nueva dimensión en tan diversas situaciones. Esas mismas que le hicieron debutar y aquellas que le han llevado a su equipo actual, al igual que las que le han hecho marear la perdiz con poca consistencia durante un largo periodo de tiempo, son las mismas que le han otorgado una posición cómoda en una franquicia donde se está pudiendo desarrollar y mostrar lo mejor de sí.

Con la configuración de plantilla de Brooklyn Nets tras el corte de Greivis Vasquez, Bogdanovic se ha ido al puesto de alero. Esto deja a Kilpatrick y Foye como escoltas. Un manjar el poder alternar minutos, y además con un flujo mucho mayor, con alguien tan experto como Randy Foye. Pocos maestros de ceremonias hay como él en toda la liga.

Lo curioso viene ahora. Yogi Ferrell, alguien añadido una vez que la temporada ya había comenzado, es el único del equipo que cobra menos (495.518$) que Kilpatrick (980.431$). Esto dice mucho del estatus contra el que tiene que seguir luchando Sean incluso en una franquicia tan deshilachada como los Nets.

Una temporada para soñar (egoístamente)

El escenario poco va a cambiar. Los Nets no tiene mucho margen de mejora de plantilla hasta, como mínimo, el próximo verano. Eso hace que Kilpatrick pueda campar a sus anchas y ejercer de referencia del equipo aunque no sea la misión para la que él estaba pensado como miembro del roster.

En la semana de publicación de este texto Kilpatrick ha batido su mejor marca de puntuación en un partido (38). Una auténtica exhibición, pero destacando realmente cuando la bola quema. A la altura de un francotirador inmisericorde como Ray Allen. Jugando de tú a tú a cualquiera. Es un espíritu renovado.

Dada la regularidad que ha adquirido esta temporada y no en las dos anteriores, parece claro que se va a cargar todas sus marcas globales de temporada. En las progresivas va más en consonancia con el peso que lleva, es decir, que hay muchas más probabilidades de error porque le obligan a arriesgarse más. El ser un todoterreno hace que sí que mejore en rebotes, asistencias, robos y tapones, pero sin descuidar su faceta anotadora.

Kenny Atkinson dice de él que es «un competidor emocional». Tanto el entrenador como él admiten que van encaminados a que sea un all-around-player, alguien que sepa hacer muchas cosas a la vez. Será otro desarrollo diferente, algo que hacer con gusto una vez ya está asentado donde él quería. Sean ya ha llegado.


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