Serie ‘Origen de las franquicias NBA’: la magia de la capital

Proseguimos con nuestro viaje a la historia de la NBA en esta nueva entrega sobre el origen de las distintas franquicias que componen la competición. En él nos sumergiremos en décadas pasadas para adentrarnos en diversos aspectos como la fundación del equipo, el origen de su nombre y los posibles traslados que se hayan dado. Es decir, arrojar algo de luz sobre la etapa primigenia de cada una de ellas. En el artículo de hoy, los Washington Wizards.

Primera entrega: Utah Jazz

Segunda entrega: Dallas Mavericks

Tercera entrega: Atlanta Hawks

Cuarta entrega: Memphis Grizzlies

Quinta entrega: Houston Rockets


A finales de la década de los 50, la NBA era una competición incipiente que todavía no había terminado de arrancar. Los Celtics colocaban las primeras piezas de su histórica dinastía, los Lakers acababan de mudarse a Los Ángeles y estrellas como Wilt Chamberlain, Bill Russell y Oscar Robertson aportaban un perfil deportivo mucho más alto a lo que acostumbraba la competición. Sin embargo, solo ocho equipos componían la liga y la amenaza de estancamiento estaba muy presente.

Para evitar un posible colapso y pérdida de interés por parte de los aficionados, los ocho propietarios acordaron aumentar la nómina de equipos y poner en marcha el primer draft de expansión en la historia de la NBA. Las principales ciudades de Estados Unidos tenían ya su franquicia. Todas, menos una. Chicago.

Una a una, las ofertas de los distintos grupos inversores fue estudiada minuciosamente por parte del Comité de Selección de la NBA. La propuesta encabezada por el empresario David Trager resultó ser la más atractiva para la competición. Trager era un apasionado del deporte y presidente de Associated Life Insurance, una compañía que ya no existe pero que fue conocida principalmente por ser la aseguradora de la Teamsters Union, el sindicato de camioneros dirigido por aquel entonces por Jimmy Hoffa, a quien Al Pacino da vida en la película El Irlandés. No sabemos si a la altura del turbio nivel de su asegurado Hoffa, pero Trager también estuvo involucrado en numerosos negocios, así como en la promoción de espectáculos de boxeo y lucha libre. Con un cigarro casi siempre prendido entre sus labios, era una persona amigable con todo el mundo y un conversador empedernido.

Para llevar a cabo la operación, Trager involucró a otros seis reputados empresarios de la ciudad de Chicago. Entre ellos estarían Sam Karlov, propietario de una gran empresa de techado, y Charlie Lubin, presidente de Sara Lee Kitchens. Ambos serían nombrados vicepresidentes de la nueva franquicia. Este selecto club pagó la tarifa de entrada de 250.000 dólares exigida por la NBA, además de otros 250.000 dólares para sufragar el coste de los salarios, los gastos de viaje, la inversión publicitaria y el alquiler del International Amphiteathre, primer hogar del equipo. Los Chicago Packers habían nacido.

La primera plantilla de la recién creada franquicia contó con la habitual confección de veteranos, jugadores no protegidos y recién llegados desde la universidad. Lo mejor de aquel lote fue Walt Bellamy, un fornido pívot procedente de la Universidad de Indiana al que seleccionaron en la primera posición del draft de 1961. La temporada dio comienzo el 19 de octubre, día en el que los Packers se presentaron en sociedad con una derrota por 120-103 ante los Knicks. Una semana después sumarían la primera victoria en la historia de la franquicia tras imponerse a los St. Louis Hawks por un resultado de 117-106. Sin embargo, los triunfos llegarían de forma esporádica y los Packers, entrenados por Jim Pollard, terminarían la temporada con el peor récord de toda la NBA (18-62). Bellamy promediaría 31,6 puntos y 19 rebotes por partidos, ambos récords de franquicia durante más de tres décadas. El pívot también estableció topes en puntos totales (2.495), tiros de campo anotados (973) y rebotes (1.500), además de ser el segundo máximo anotador (tras los 50,4 puntos por velada de Chamberlain) y ser elegido Rookie del Año.

El nombre original del equipo era un guiño a la industria de envasado de carne de la ciudad. Sin embargo, resultó ser extremadamente impopular ya que era compartido por los Green Bay Packers de la NFL, a quien les unía una gran rivalidad con los Chicago Bears. Así, tras solo una temporada, la organización cambió el denominativo a ‘Zephyrs’. A su vez, el equipo se mudó al Chicago Coliseum.

Cambio de propietario y traslado a la capital

En 1962 volverían a firmar un buen movimiento en el draft con la incorporación de Terry Dischinger, quien tomaría el testigo de Bellamy como Rookie del Año. Sin embargo, los Zephyrs coparían un año más el pozo de la liga (25-55) y Dave Trager vendería al equipo al empresario Abe Pollin. Junto a dos socios, Pollin trasladaría el equipo a Baltimore, a menos de una hora de Washington, y los renombraría como ‘Bullets’.

Bajo la organización de sus nuevos mandatarios y en una localización mucho más agradecida con el baloncesto, la franquicia se asentaría en la liga y poco a poco se iría ganando el respeto de sus coetáneos. En apenas un lustro, el draft les había ‘regalado’ los nombres de Gus Johnson, Earl Monroe y Wes Unseld. Con este tridente, los Bullets alcanzaron las Finales de 1971, donde serían arrasados (4-0) por los Bucks de Lew Alcindor y Oscar Robertson. En 1975, con la franquicia ya instalada en Washington, los Warriors de Rick Barry les aplicarían un nuevo sweept, esta vez sin Monroe ni Johnson pero con Elvin Hayes y Kevin Porter.

Apenas tres años después, el equipo, dirigido por Dick Motta, se plantó nuevamente en las Finales. En esta ocasión, la mayor veteranía de Hayes, Unseld y Bob Dandridge, con jóvenes como Mitch Kupchak y Kevin Grevey, se impuso a la resistencia de Seattle en una vibrante serie que se decidiría en el séptimo partido. Eso sí, los Supersonics se vengarían apenas un año después conquistando el título en Washington.

Después de aquella época gloriosa, los Bullets nunca regresaron a unas Finales, ni de Conferencia ni por el título. Entre 1989 y 1996 hilvanaron su peor racha de ausencias en playoffs y, un año después, modificarían por última vez su nombre.

Desde comienzos de los años 90, la preocupación de Pollin había ido en aumento por la escalada de violencia en el país y la asociación que podría hacerse entre esta y el nombre de su equipo. El punto de inflexión tendría lugar en 1995, año en el que Isaac Rabin, primer ministro israelí e íntimo amigo de Pollin, sería asesinado tras realizar un mitin en Tel Aviv. Aquel suceso sacudió profundamente los cimientos del propietario, quien decidió poner en marcha un concurso público para elegir el sustituto. Entre una lista cerrada de nombres, la opción elegida fue la de ‘Wizards’ por delante de otras opciones como Dragons, Sea Dogs, Stallions o Express.

Sin embargo, esta resolución tampoco estuvo exenta de problemas. Poco después de dar a conocer el nuevo denominativo, una asociación antirracista denunció la similitud del término con el que usan los líderes del Ku Klux Klan (Grand Wizard o Imperial Wizard). Una relación, quizá, más rebuscada, que no fue tomada en cuenta y, desde el 15 de mayo de 1997, la franquicia ha sido conocida por todos como Washington Wizards.


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(Fotografía de portada de Al Bello /Allsport)


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