El infernal ritmo de Golden State agota otra vez a los Cavs

Los Warriors se colocaron a medio camino de recuperar el trono de la NBA con un partido antológico. Apoyados en un ataque imparable, con Kevin Durant y Stephen Curry de implacables arietes, el equipo californiano volvió a aplastar a unos Cavaliers voluntariosos, capaces en ocasiones de aguantar el desafío, pero agotados al final por un rival demasiado poderoso. El 132-113 final no dejaba dudas de la superioridad de Golden State, ya claro favorito antes de que la serie vuele a Cleveland.

Variaciones relativas

Varias cosas cambiaban desde el primer partido. Steve Kerr regresaba al banquillo tras 11 partidos de baja y los Cavs recuperaban el uniforme negro con mangas con el que ganaron un año atrás dos partidos clave en Oakland para ganar el campeonato. Quizás disfrutando de un cierto efecto placebo, Cleveland salió mucho más inspirado, con un arranque de 3-9 a favor. Kevin Love (27 puntos y 7 rebotes), especialmente agresivo dentro del arco, era su mejor arma.


Pero otra cosa había variado respecto al Game 1. Klay Thompson, desastroso en ataque (que no en defensa) tres días después, encontraba por fin su toque en entradas a canasta, evitando que la desventaja de sus Warriors fuera a más. Pese a perder pronto el marcador favorable, los Cavaliers jugaban definitivamente a otro nivel. Si en el primer partido fueron incapaces de robar un balón, en los seis primeros minutos de su secuela ya acumulaban 4 recuperaciones.

Acelerados desde el primer momento


Eso sí, el frenético ritmo del partido favorecía a los Warriors, que abrían un hueco de 10 puntos a mediados del primer cuarto. La defensa californiana, ya excelente en estos playoffs, encontraba una chispa especial con Steve Kerr de vuelta. Los Cavs perdían su carretera a la pintura de los primeros minutos, y Golden State castigaba desde todas partes. Su imparable máquina ofensiva funcionaba a pleno rendimiento.

Mientras Stephen Curry dañaba tiro libre a tiro libre (10/10 en el primer cuarto) a Cleveland, solo quedaba una salida para el todavía vigente campeón, con Kyrie Irving (19 puntos, con 8/23 en tiros de campo) especialmente desacertado. LeBron James, más distribuidor de entrada, tomaba el control del balón y buscaba romper la defensa rival entrando a canasta. Su impulso daba aire al ataque de los Cavs, reduciendo la ventaja a 6 puntos a final de un primer cuarto de anotación infernal, 40-34.

Acciones y reacciones


Pero la dependencia de los Cavaliers sin LeBron James se notó inmediatamente después. Con el alero en el banquillo, y con un Klay Thompson (22 puntos)  definitivamente mejorado, Golden State enlazaba un parcial de 7-1 que amenazaba otra vez con destrozar antes de tiempo las opciones de Cleveland, forzados a devolver a la cancha a LeBron James presumiblemente antes de lo deseado.

Con el alero de vuelta, y con Draymond Green atado al banquillo con tres faltas, los Cavaliers daban de nuevo señales de vida. La defensa complicaba en lo posible la creación de juego, y la pareja James-Love remataba en el lado contrario. Al descanso, con Kyrie Irving también recuperando su mejor versión, la desventaja era de solo 3 puntos para Cleveland: 67-64. Todo pese a un Kevin Durant majestuoso a ambos lados de la cancha, acumulando ya 15 puntos, 7 rebotes, 4 asistencias, 3 robos y 3 tapones al descanso.

El principio del fin


La alegría relativa de los Cavs, de nuevo, duraría poco. Los Warriors volvían a desplegar su apabullante nivel ofensivo para abrir el tercer cuarto. Kevin Durant y Stephen Curry se destapaban como en el primer partido, debilitando dentro y fuera del aro las defensas rivales. El único alivio para los Cavaliers era la cuarta falta de Draymond Green, cuya defensa se echaba de menos en el lado contrario. La respuesta, otra vez, llegaba con un LeBron James agresivo y, a la vez, impecable por momentos en su toma de decisiones y alcanzando pronto su 8º triple-doble en Finales, igualando el récord absoluto de Magic Johnson. En total, James terminó con 29 puntos, 14 asistencias y 11 rebotes.

En otras circunstancias, esto sería suficiente para una victoria fácil de Cleveland. Frente a un equipo tan letal como Golden State, solo servía para evitar una derrota de escándalo. Jugando un “small ball” extremo, sin ala-pívots ni pívots naturales, la velocidad de los Warriors volvía a imponerse. De la mano de un Stephen Curry en ocasiones magistral, el equipo de Steve Kerr ampliaba su ventaja más allá de los 10 puntos. Al final del tercer cuarto, la ventaja era de un 102-88 que parecía casi irrecuperable para Cleveland.

La sentencia de las estrellas


Kyrie Irving se sacaba de la manga algunas jugadas de genio para mantener la esperanza. Un encomiable esfuerzo que caía en saco roto. Las apariciones ofensivas de Klay Thompson partían canasta a canasta el sueño de los Cavaliers, cuya defensa no podía contener las constantes vías de agua que el ataque rival causaba desde fuera o desde dentro. El ataque más demoledor visto en unas Finales desde los Lakers del Showtime jugaba a placer para el 2-0.

La sentencia definitiva llegaba de la mano de Kevin Durant, cerrando una noche de fantasía con un final formidable, terminando con 33 puntos, 13 rebotes, 6 asistencias, 5 tapones y 3 robos. Stephen Curry (32 puntos, 11 asistencias y 10 rebotes) firmaba también su primer triple-doble en unos playoffs, y siendo con LeBron James la primera pareja de jugadores que alcanzaban este hito en un mismo partido de Finales. A 4 minutos del final, Tyronn Lue tiraba la toalla, sacando del partido a sus estrellas. La ventaja era ya de 19 puntos para entonces.

De camino a Cleveland


Nada cambiaba, ni siquiera la diferencia, en el resto del partido. Ante un Oracle Arena privilegiado que vio la 14ª victoria consecutiva en playoffs de su equipo, récord absoluto en la NBA, los Warriors consolidaban su 2-0 en las Finales tras dos triunfos irrefutables, mostrándose muy superiores a unos Cavaliers cuyo techo parece demasiado inferior al de su rival. Solo el recuerdo de 2016, de similar comienzo y final tergiversado, sirve de consuelo para Cleveland. Es lo único que parece apoyar la idea de que Golden State es batible, tras dos magistrales actuaciones directas a la historia de las Finales.


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