Desde que volvimos del puente del All-Star, los Cleveland Cavaliers están irreconocibles. No es ya que no estén dando el nivel de un aspirante al anillo; es que no parecen siquiera un equipo de playoffs.
El balance de los Cavs se lamenta en negativo: 8-10. Su defensa, además, está siendo desde febrero la segunda peor de toda la Liga. Decididamente, hasta cierto punto al menos, se están dejando llevar; hasta que los partidos vuelvan a tener sentido para ellos.
Habiendo hecho los deberes antes del parón, es lógico comprender cierto nivel de relajación; aunque puede que perder la primera plaza del Este en favor de los Celtics, no estuviera exactamente en sus planes. La abultada derrota ante San Antonio, a más inri, ha hecho mella. Kyrie Irving, embriagado por la culpabilidad, la frustración o la disciplina, se quedó, terminado el partido, lanzando y practicando su tiro de tres.
Un camino de rosas… con espinas
El caso es que la franquicia de Ohio ya no parece tan invencible como hace unas semanas. Su paseo se presumía apacible hasta la mismísima Final de la NBA, ausente su conferencia de rivales que aparentaran ser un verdadero estorbo. Sin embargo, estos se han revelado. Conjuntos como los que hoy lideran el Este, Celtics, u otros que braman detrás, Wizards o Raptors, parecen plantillas lo suficientemente preparadas para dar guerra de la buena al Big Three y sus acólitos.
«Tenemos que volver a hacer lo que hacíamos antes, divertirnos y confiar los unos en los otros», ha dicho Irving para el Cleveland Plain Dealer, a lo que añadió después: «No te puedes conformar pensando que un campeonato ya es suficiente. Es típico del ser humano el acomodarse. Pero si eres un competidor (como lo es Kyrie), tú quieres dos, quieres tres, quieres cuatro. Y si te dedicas tanto a tu juego como dices hacerlo, entonces decididamente quieres más. Yo quiero más. Y voy a conseguirlos».
Aquí hay hambre.