Los Celtics ya rozan las Finales del Este ante unos inocentes 76ers

O mucho cambian las cosas, y no tiene pinta de ello, o The Process en Philadelphia deberá madurar todo el verano para volver a la carga el próximo otoño. Los 76ers perdieron en su feudo contra los Celtics, y en la prórroga (98-101) en un duelo que les deja al borde de la eliminación de las semifinales de Este. Boston, tras sus dos triunfos como local, también abrazó el éxito como visitante y coloca un 3-0 a su favor prácticamente decisivo.

La velada fue de esas que marcan a fuego los playoffs, ese tipo de partidos que hablan de que las eliminatorias por el anillo son otra historia. Como otra historia son los Celtics, ya de pleno derecho el equipo más valeroso de toda la NBA. Son capaces de reponerse a todo, de luchar contra todo.

Las rachas de Philaldephia

Quizá no fuera de todo así, pero durante buena parte del choque dio la sensación que Philadelphia se mantenía en el encuentro gracias a impulsos, a acelerones. Uno de ellos le permitió superar la primera crisis, todavía en el cuarto inicial. Fue un 12-0 con el que pasaron del 8-17 al 20-17. Habría algunos más conforme transcurría todo. El más sonado, un 13-0 en la segunda mitad, con algún mate de Joel Embiid por ahí, quien luego sería uno de los tristes protagonistas de todo. Los 76ers nadaban con la cabeza fuera del agua por estos citados arreones, por acertar 8 triples en el primer tiempo y por mantener la cabeza fría para recuperar desventajas demasiado peligrosas en una serie global de 2-0 en su contra.

Y sin embargo…

Al descanso, 51-48; al término del tercer cuarto, 68-69. Nada podía estar más parejo, fiel realidad de último asalto, el mismo donde llegó a faltar Marcus Smart, eliminado por faltas. Y el mismo donde los Sixers murieron, por sus propios errores, y resucitaron para volver a morir en la prórroga.

Con todo muy parejo, con un intercambio formidable de canastas en un lado y en otro, y algunos detalles de un Jayson Tatum imperial (24 puntos) los Sixers, a pesar de estar atascados desde el triple y sin aciertos en esta distancia en toda la segunda mitad, llegaban a la última posesión en una situación que todo entrenador quiere para sí. El marcador, 87-87 y la realidad, una: como mínimo los 76ers tenían la prórroga asegurada, ya que esa jugada donde tenían la bola era la única.

Y sin embargo, J.J Redick, que puede ser muchas cosas pero inexperto no, mandó un pase a nadie, a la nada, en una acción impropia de alguien con un década a sus espaldas en la liga. Mientras, Ben Simmons daba la espalda al balón. Boston aprovechó, montó la contra y Jaylen Brown, a tablero, puso el 87-89. Philadelphia nadó para morir en la orilla porque con 1,7 segundos y tras tiempo muerto, se valió de la diosa fortuna para ver cómo Terry Rozier esquivaba la defensa rival resbalándose y dejando a Marco Belinelli solo. El italiano, sobre la bocina, empató la velada (89-89). Sí, fue empate, por mucho una lluvia de confeti indicara otra realidad que no fue.

La prórroga enseña a los peores Sixers y la mejor pizarra de Stevens

Y eso que empezaron bien, con un 7-3 de parcial (96-92) y 5 puntos de Redick para resarcirse de sus errores. Parecía que los de Brett Brown, aliviado el sofoco de casi haber tirado el duelo por la borda, habían llegado al tiempo extra para no tener complicaciones y poner el 2-1. Pero tampoco. Desde ese momento, lo único que supieron hacer los locales fue encadenar errores, perder otro balón absurdo a falta de un minuto en el medio del campo, seleccionar mal el tiro, Embiid concretamente, y permitir que con una canasta de Al Horford, obra maestra de Brad Stevens, los Celtics se colocaran arriba a falta de 5 segundos (98-99).


Aquí ya rebosó la inconsistencia, el miedo o la falta de cabeza de los Sixers. Ben Simmons sacó de banda tras el tiempo muerto para, en una jugada similar a la del último cuarto, volver a entregar Philadelphia la pelota al rival. Horford fue objeto de falta y no erró los dos tiros libres. Quedaban tres segundos, 98-101 y el más difícil todavía, puesto que los 76ers no tenían tiempos muertos. Incluso así, Marco Belinelli casi obra el segundo milagro con un triple desesperado que tocó el aro. Y nada más. Boston, el lunes, en condiciones de colocar el definitivo 4-0. Da la sensación de que en esas pérdidas absurdas no solo estaba el partido, sino la eliminatoria.


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