Ayer los Denver Nuggets recibían a los Miami Heat en su casa por primera vez esta temporada (y última si es que no se vuelven a ver en lasfinales). El encuentro suponía el regreso de Thomas Bryant a Colorado después de coronarse campeón con los Nuggets el curso pasado. Por lo que, como suele ser costumbre, el equipo local organizó una pequeña ceremonia prepartido para hacerle entrega de su anillo. Fue Kentavious Caldwell-Pope quien se hizo cargo de darle la soirtija, aunque pronto acudirían en avalancha todos los jugadores de los Nuggets que compartieron el camino al campeonato con él.
Hasta ahí todo bien. Sucede que Thomas Bryant no debería haber estado ayer en el Ball Arena. El pívot aún cumplía suspensión por su encontronazo con José Alvarado durante la tangana entre Pelicans y Heat del pasado 23 de febrero. Esto, como a cualquier otro jugador suspendido, le impedía personarse en el pabellón donde quiera que jugase su equipo. Sin embargo, la liga hizo la vista gorda para permitirle vivir el homenaje del que hasta hace poco era su equipo.
Ahora bien, una vez iniciado el partido, la suspensión sigue vigente. Lo que obligó a Bryant a abandonar el pabellón tan pronto el público dio su último aplauso. Este era el último de los tres partidos de sanción con el que la NBA castigó al interior, por lo que estará disponible para el regreso de los Heat a Miami tras una gira de seis partidos por el Oeste. Se enfrentan el próximo sábado a Utah Jazz.
(Fotografía de portada de Megan Briggs/Getty Images)