Tyrell Terry: ¿Amenaza o complemento para Ricky Rubio en los Suns?

Sobre los Phoenix Suns planea una terrible incógnita: la de qué clase de equipo podemos esperar para el curso 2020/21. ¿El de rendimiento irregular de la campaña pasada, o el de cronología de extremos, capaz de arrancar como un tiro el 2019 y, tras meses de altibajos, salir indemne de la burbuja, con pleno de victorias (8 de 8), quedándose a sólo una de los playoffs?

Esta no es sólo una pregunta interesante para el aficionado sino crucial para la directiva de la franquicia de Arizona, pues en función de cómo la respondan y el desglose de la misma, trazarán la toma las decisiones de quiénes salen y entran (o quiénes buscarán fichar, al menos), en un mercado invernal que tiene pinta de debutar casi antes que el nuevo curso en sí mismo.

El Ricky de Phoenix: todo un viejoven

Kelly Oubre Jr. es un jugador diferente, agresivo, con carácter y recursos de sobra para anotar por su cuenta, pero que por el momento no ha logrado contribuir a la mejor química del equipo. DeAndre Ayton, a ratos, ha jugado como el top pick que se esperaba (meros fogonazos) cuando lo escogieron en el puesto más alto su promoción, y la mayor parte como buen (pero simple) jugador de bloque: está por ver cuánto le queda por crecer y si da pasos hacia adelante en su nivel de indolencia y rienda suelta al descaro. A Mikal Briges podemos calificarlo, directamente, como el MIP de la burbuja; espectacular en esa recta final… y así podríamos seguir, identificando potencial, fortalezas y lunares en un vestuario tan voluble como intrigante.

Ricky Rubio, por su parte, afrontaba un potente reto este año: volver a rendir al nivel que desplegó en su primer año en Utah. Y lo ha conseguido. No sólo en los números (13 puntos y 8,8 asistencias, con plusmarca de carrera en eficacia en tiros de campo [41,5%] y en triples [36,1%]), sino en lo que realmente importa en un jugador cargado de intangibles: las sensaciones y el impacto. Hemos asistido, de largo, a su año más maduro en la NBA; ha sido fundamental para devolver el sello competitivo a un conjunto sin hambre que se había acostumbrado a vagar; y ha recuperado su faceta más letal, y que tanto le hizo destacar en Minnesota; su cartel de siempre y su razón de ser en su llegada, hace nueve años ya, a la NBA: un base asistente.

Con toda la libertad y confianza sin paliativos entregada por Monty Williams, y un Devin Booker que bebía los vientos por un base de los de verdad, su rol de creador se ha disparado de nuevo, para acabar como el segundo máximo facilitador de la liga, con 570 asistencias, sólo por detrás de LeBron James (684).

Y lo que siempre ha arrastrado como gran hándicap y ha sido principal objeto de críticas… su tiro. Este año no solo ha estado en la media liguera sino por encima, y eso permite respirar al MVP del pasado Mundial como nunca antes en EE.UU.

Y dicho todo esto, los Suns cuentan en su poder con el pick 10º del draft, y con Elie Okobo, Cameron Payne y Ty Jerome para completar la rotación en el puesto de ‘1’ mientras no se suceda ningún traspaso. El primero sigue sin arrancar y su tiempo expira, el segundo sorprendió a propios y extraños en la burbuja, respondiendo a la confianza del coach con un espléndido papel, y Jerome, apuesta de primera ronda del último draft, ha pagado su papel de novato pero ha tenido atisbos del talento que atesora dentro, y sería una locura darlo por amortizado.

Cuatro bases y sin embargo hay uno que está por ingresar de forma inminente en la NBA, convencido de que Phoenix puede ser su destino ideal, y conformar allí lo que desde el Arizona Central ya han pre-bautizado como su propia versión de los Splash Brothers de Golden State.

Tyrell Terry: pólvora en frasco pequeño

Desde luego, soñar es gratis. Pero estos son sus argumentos. El primero es Devin Booker, de quien poco hay que añadir (más tras el Mr. Extra de Jacobo) después de un año digno de All-NBA Team, aunque se hayan olvidado de poner su nombre en el cáliz. Anotador compulsivo y enfermizo, y principal quebradero de cabeza de cualquier defensa rival, este año sí ha mirado al aro con acierto (cercano el 50% en TC, algo brutal en un escolta de su perfil), aunque aún tiene en el ‘debe’ acercarse mucho al 40% desde la curva del triple, si quiere convertirse en aspirante a Splash.

El otro es Tyrell Terry, base freshman de la universidad de Stanford (aquí su scouting de NBADraft), que estará en el bombo del draft el próximo 18 de noviembre, y quien no ha tenido problema en revelar de primera mano que gusta, y mucho, en Phoenix. Tanto como para que la franquicia se haya molestado ya dos veces en hablar con él. «Los Suns se pusieron en contacto conmigo, tuvimos una entrevista y fue realmente bien», dijo el jugador hace unos días.

¿Sus credenciales en su primer y único año en la NCAA? Un 40,8% desde la curva de tres, 14,8 puntos de promedio, un 44,1% en tiros de campo y prácticamente infalible desde la línea de personal. ¿Su maldición y principal razón que le hace bajar puestos en el draft? La misma que acecha a todos los que no alcanzan el metro noventa en la NBA: su altura. 1,88 según los últimos informes (creciendo tres centímetros que son oro, en estos últimos meses).

Escurridizo en ataque (por resaltar lo bueno) y carne de cañón en defensa; sino de los bases que gastan perfil y con Isaiah Thomas (postre de segunda ronda del draft) como paradigma más reciente de ello, y (por sacar a relucir el caso opuesto) Trae Young como desafiador (y ganador) capaz de reventar el canon con un despliegue tal en ataque que justifica de sobra sus carencias atrás.

Ha dedicado el verano a poner parches y argamasa a lo que más escépticos creaba entorno a su figura…. ‘su figura’ en sí misma. A men’s body. Y estos de abajo son los resultados. Creo que podemos decir que se ha ganado el check.

Ahora viene parte de lo bueno. Con Terry nacido en Minneapolis, ¿a que podéis adivinar quién ha sido su inspiración y jugador favorito durante sus años de instituto? Exacto, el playmaker español. Ricky Rubio.

«Tienen a Rubio, y aprender de él sería genial», se adelanta a decir Terry, quien de aterrizar en Pheonix no vería al catalán como un rival sino como un maestro, incluso como alguien al que complementar. «Le he seguido desde sus primeros años en los Timberwolves. Además, mi mayor habilidad es que no necesito jugar en el puesto de base. Se me da bien jugar y rendir sin balón. Puedo aportar tanto tiro como capacidad para crear y dirigir. No soy egoista y trabajo duro. Haré lo que sea para triunfar en la NBA, independientemente del equipo en que juegue, y ya sea teniendo espacio en la rotación o animando desde el banquillo.

Y los rumores de que en Arizona gusta, y mucho, este jugador de cara a invertir su única moneda en la noche de las gorras (este año a distancia desde los estudios de ESPN) no paran de crecer.

(Fotografía de portada de Kim Klement – Pool/Getty Images)


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