El tanking no es un problema (y combatirlo puede ser un error)

La NBA podría estar equivocándose de enemigo al combatir tan severamente el tanking

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Por Aitor Darias

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El objetivo de cualquier competición es siempre ganar. Eso dice al menos una de las máximas del deporte, pero en la práctica la NBA presenta algunas excepciones. No porque los equipos no quieran ser campeones, sino por lo que pasa con aquellos que saben de antemano que no pueden serlo. Ahí todo se difumina. Ahí, el propio diseño de la liga y de su sistema de Draft hace que perder salga rentable porque es mejor ser malo que mediocre. Ahí, en esos recovecos de la normativa, nace el tanking.

El tanking ha sido enemigo público de Adam Silver desde hace años, pues es un tema que el comisionado ha abordado públicamente y que ha llevado a la implementación de determinadas medidas que buscan combatirlo. Con la creación del play-in, se amplió el número de equipos que pelean por la postemporada para evitar que algunos se dejaran caer en los últimos meses; con los cambios en los porcentajes de la lotería del Draft, se restó opciones de premio gordo a los peores equipos de la competición.

Y ahora, parece que se vienen cambios más serios.

Shams Charania, periodista de ESPN, ha dado a conocer recientemente el paquete de medidas que baraja la liga para combatir este fenómeno, una noticia que ha quedado algo en segundo plano entre turrones y jornadas navideñas pero que puede suponer una enorme revolución. Limitar las protecciones de rondas, imposibilidad de ser Top 4 dos años seguidos, fijar las opciones de la lotería en marzo… Cambios que pueden redefinir la NBA tal y como la conocemos.

Redefinirla, quizás, para mal.

La utopía de la meritocracia

La continua rotación en sus posiciones suele ser uno de los aspectos de la NBA que más engancha a los nuevos aficionados. Equipos que fueron campeones desplomándose a la zona baja, quienes ocupaban los últimos puestos creciendo hasta estar entre los mejores… Es un modelo muy atractivo, especialmente para los que venimos acostumbrados al formato europeo en el que, con contadísimas excepciones, para pasar de clase media a clase alta no es que haya un techo de cristal, es que lo hay de hormigón armado.

El ejemplo se dibuja solo. En la Liga ACB, ha habido siete campeones en toda la historia; en la NBA, ha habido siete campeones en los últimos siete años. En ACB, los dos equipos con más campeonatos se reparten el 84% de las ligas; en NBA, el 44%.

Cierto es que el sistema no es perfecto y que, a pesar de las normas que buscan crear un modelo igualitario y dar más oportunidades a los equipos de la zona baja para crecer, el tablero de juego nunca será igual para todos. Sigue habiendo mercados grandes y ciudades en las que nadie quiere vivir, sigue habiendo dueños capaces de perder millones a para crear un buen equipo y otros más maniatados…

Pero lo que es innegable es que es un sistema eficaz. Uno en el que, como se ha probado varias veces, haciendo las cosas bien y teniendo una siempre imprescindible dosis de suerte cualquiera de los 30 equipos puede llegar a pelear por lo más alto. Y castigar el tanking pasa, en cierto modo, por cargarse ese sistema.

Porque lo que estas medidas obvian es que no todos los equipos de la zona baja están haciendo tanking. Algunos simplemente no pueden evitar ser malos, pues cuando un proyecto se agota muchas veces el único camino posible es demolerlo y empezar a reconstruir desde cero, lo cual implica irse al fondo de la tabla. Y una vez allí, suele costar algunos años rearmar un grupo con el que ir escalando.

Limitar aún más las opciones de estas franquicias de conseguir a buenos jugadores jóvenes implica limitar sus opciones de escapar del pozo. Implica aumentar las posibilidades de que se perpetúen en el lodo y de que la NBA se convierta en una liga de estamentos fijos y no en una liga meritocrática. Lo cual supone quitarle gran parte de su atractivo.

Un truco que no es tal

El gran argumento en contra del tanking, uno que es difícilmente refutable, es que es deshonesto. Estrategias como dar descanso a tus mejores jugadores para reducir tus opciones de ganar un partido no parecen el culmen de la honradez, y muchas críticas se centran en que no castigarlo supone incentivarlo. Y algo de verdad hay ahí. El problema es que a veces, para enfatizar esa verdad, se dramatiza la situación hasta el extremo.

Porque precisamente por ello a veces da la impresión de que se habla del tanking como una especie de falla en el sistema, un glitch que cualquiera con la suficiente bajeza moral podría explotar. Te tiras tres o cuatro temporadas perdiendo a propósito, montas un quinteto con varios de los jugadores jóvenes más prometedores del lustro, y en un par de años estás peleando por el anillo. Y claro, no se puede dar una recompensa tan obvia a alguien que está llevando a cabo una estrategia tan deshonrosa.

Pero este planteamiento obvia una curiosa paradoja entre lo buena que es esta estrategia en cuanto a los recursos que te da y lo efectiva que es de cara a forjar grandes equipos. Porque si nos fijamos en lo ocurrido en los últimos años, encontramos que es, en efecto, un buen mecanismo para dar forma a una plantilla, pero ni mucho menos una fórmula de éxito.

Como ejemplo, tomemos a los siete campeones en siete años de los que hablábamos antes. ¿Son sus anillos fruto del tanking?

  • Raptors 2019: Tuvieron un par de temporadas malas a principios de la década, pero estuvo lejos de ser el caso. Son, de hecho, un caso paradigmático de cómo el sistema meritocrático de la NBA premia a quienes hacen las cosas bien en un periodo sostenido de tiempo.
  • Lakers 2020: Quizás algo hay. Los Lakers se hicieron con Anthony Davis dando a los jóvenes que habían obtenido tras años de malos resultados y rondas altas, pero esto fue más un vestigio de los últimos años de Kobe que un proceso intencionado. De hecho, hasta la llegada de LeBron estaban viviendo una reconstrucción bastante orgánica.
  • Bucks 2021: Solo tankearon en la 13-14, y el resultado fue un pick 2 con el que obtuvieron a Jabari Parker, que salió del equipo en 2018. Por tanto, nula incidencia esta estrategia en su campeonato.
  • Warriors 2022: Si alguien quiere contar como tanking aquel curso 19-20 en el que ganan 15 partidos porque Durant se marcha y Curry y Klay están lesionados está haciendo trampas al solitario. Y aun así, el campeonato no fue en ningún caso consecuencia del pick obtenido a cambio.
  • Nuggets 2023: Llevan décadas sin ser genuinamente malos. Su peor temporada durante su proceso de reconstrucción fue una de 30 victorias. Ni rastro de tanking por Colorado.
  • Celtics 2024: El caso más curioso, en tanto que podría decirse que otros hicieron tanking por ellos. Tatum y Brown llegaron como top 3 de sus respectivos Draft, pero no porque Boston fuese un mal equipo sino por el famoso traspaso con los Nets.
  • Thunder 2025: El tanking más claro de la lista, culpable de que quizás el presentismo haya hecho al aficionado promedio tener una perspectiva diferente de este recurso. Y aun así, se hicieron con su superestrella mediante traspaso, no perdiendo para conseguir un buen pick.

Por el contrario, si miramos a los equipos que llevan años ahí abajo, nos encontramos con que muchos no han terminado de salir del abismo. Es más, algunos se han convertido casi en memes y en casos paradigmáticos de cómo no hacer las cosas. Y esto es debido a una de las características de las que pocas veces se habla: el tanking es peligroso.

Y es que empezar a acumular derrotas no solo tiene efectos a nivel numérico. Sus consecuencias van más allá y no todas los gerencias saben controlarlas. La afición se desengancha, se crea una cultura perdedora, la franquicia pierde atractivo como destino para agentes libres… Tankear no es lo mismo que no construir, y ser malo sin un rumbo fijo sirve de muy poco incluso si hay recompensa por ello. Por eso hay tantos proyectos que, aunque tengan picks de sobra para despegar, nunca terminan de hacerlo.

Hay ejemplos de lo contrario, sí, pero es importante recalcar que, aunque esta estrategia bien aplicada puede facilitar la transición a la competitividad, su impacto en la élite es mucho más limitado de lo que suele asumirse.

Igual que no vale decir que el cine era mejor en los 80 citando solo los clásicos que han sobrevivido al paso del tiempo e ignorando los miles de ejemplos de los que ya nadie se acuerda, tampoco vale hablar de la eficacia del tanking citando solo a los equipos que despegaron gracias a él y no a los que van cada año a la lotería del Draft como a Doña Manolita.

Porque incluso si es, en efecto, una estrategia con una base un tanto deshonesta, es también una que puede traer más mal que bien a quien la aplica. Aunque a veces se finja lo contrario.

Qué estamos arreglando

Pero entonces, si ni siquiera es un método que dé una ventaja real a los equipos que lo emplean, ¿por qué lo persigue la liga? ¿Cuál es el motivo de luchar contra una «trampa» que en realidad no es tal?

La respuesta a estas preguntas es relativamente directa: a la NBA le preocupa la imagen que este fenómeno da la liga y a las televisiones les preocupa que afecte a los datos de audiencia. Al fin y al cabo, cuando hay equipos buscando perder deliberadamente la integridad de la competición puede quedar algo dañada. Y en esa misma línea, para los espectadores resulta poco atractivo un encuentro en el que uno o los dos rivales no están al 100% interesados en ganar.

La cuestión clave aquí no es qué se busca, sino si las posibles medidas nos acercan a dichos objetivos, y es en este punto donde entran las dudas. ¿Tiene de verdad tanto impacto a nivel de marketing lo que los equipos que van del 21º al 30º puesto hagan entre marzo y abril, que son los meses que la propia NBA señala con sus medidas? ¿O es esta otra de las polémicas artificiales que las redes sociales crean y que, como aquel discurso que decía que los datos de audiencia estaban bajando porque se tiraban muchos triples, se olvidan un año después en cuanto se hace evidente que eran absurdas?

Es seguramente algo que la liga debería analizar antes de tomar medidas tribuneras de cara a la galería. La NBA debería tener en cuenta que desincentivar una cosa no implica necesariamente incentivar la contraria, y que los malos equipos seguirán siendo malos incluso si se limitan sus opciones de conseguir un pick alto o si ya no tienen ningún motivo para afrontar el último mes de liga regular con quintetos más propios de la G League.

Al final, desde un punto de vista de imagen y audiencias, la mejora que supone que los Hornets, Wizads y Jazz de turno se tomen en serio lo que pasa en marzo y abril es marginal. El aficionado medio va a seguir sin ponerse a ver sus partidos y sus duelos directos contra equipos que sí se están jugando algo seguirán cayendo en su mayoría del lado de estos últimos. Incluso en un mundo hipotético en el que el tanking se ha extinguido por completo.

Por el contrario, el daño que se haga al sistema de la competición, a ese que tan atractiva y justa hace a esta liga, puede ser enorme. Conviene tener en cuenta que el tanking es un fenómeno inherente a cualquier sistema que «premie» ser peor que otros, por lo que perseguirlo en exceso puede acabar con uno de los pilares que democratizan la competición y dejar a varias franquicias en un limbo perpetuo. Y eso tampoco es atractivo para la imagen de la NBA.

La conclusión es por tanto que hay que tener cuidado. Cuidado de no dañar lo más parecido a un sistema meritocrático que existe en las grandes competiciones deportivas, cuidado de no sobreestimar lo ventajoso y deshonesto que resulta tankear como concepto, cuidado de no tomar medidas que, en pro de un teórico beneficio a corto plazo, arruinen el largo.

El tanking es un mal, sí, pero uno menor y seguramente necesario. Y si inicia una cruzada contra él, quizás la NBA tenga más que perder que que ganar.

(Fotografía de portada: Kirby Lee-Imagn Images)

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