¿Cómo honrar a Kobe Bryant en su cuarto aniversario?

Hoy se cumplen cuatro años. El dolor, de forma natural, ha sucumbido a la nostalgia y la melancolía, aunque estas se hubiesen quitado la capucha tiempo atrás.

Todo empezó un 16 de abril de 2016, el día de su retirada. El baloncesto murió también un poco aquella noche. La NBA perdió garra. Una que no hemos vuelto a ver. La que trasciende a los playoffs, los finales apretados y los duelos calientes de regular season. Pues la garra no aparece. No viene y va. No emerge insultante en el clutch. La garra se tiene (o se cultiva) y siempre está.

Y es por ello que las piruetas de Chris Paul y Adam Silver no funcionan. No dan resultado porque los efectos de la novedad duran lo que dura un resfriado. Es fácil contagiarse de ella, pero con solo probarla, se extingue.

Y que no sea por no intentarlo: cerrojazo al Este vs Oeste, ‘draft de capitanes’ ‘Elam Ending’ como homenaje la Mamba, el componente benéfico… todas buenas ideas sobre el papel que apenas han servido para resucitar momentáneamente un espectáculo agonizante desde que el último de sus sementales dejó de mamar de la teta.

La garra no entiende de escenarios. No entiende de últimos partidos sin una clasificación que disputarse (16-65).Y mucho menos entiende de amistosos de cara a la galería como el All-Star Game. Toda oportunidad es buena para retarse. Para divertirte sin dejar de competir. Para defender y medirte ante los mejores del mundo. Para cabrearse si pasas el balón cuando la situación exige sangre.

Por eso en un All-Star Game, donde otros ven una noche para atragantarse de vanagloria, el Kobe Bryant de 21 años veía una oportunidad para trabajar su defensa con Gary Payton.

Aunque el partido de las estrellas lleva décadas entregado a un carácter festivo, con Kobe siempre tuvo su ideal elemento estabilizador. Había espacio para todo: triples imposibles, festín de alley-ops, 1vs1 con derecho a vendetta, bandera verde para algunos mates de concurso… y tiempo para ponerse serio y defender a tu némesis en el parquet como recordatorio de quién era realmente el mejor, sin más premio que el más puro pundonor.


Ahora han decido que borrón y cuenta nueva. Que el secreto estaba en volver al Este vs Oeste, sin drafts, sin ultimos cuartos de 24 puntos y manteniendo sólo las donaciones benéficas porque poca culpa tienen de la desidia en que se ha convertido el All-Star Game y el coñazo que supone para los que tienen el deber de cubrirlo.

Por descontado que no va a funcionar. Quizás sí este año, porque ‘lo de siempre’ vuelve a ser novedad. Pero mientras la fórmula sea esa, la del parche y el bandazo en lugar de invertir en un sentir verdadero, en un compromiso sin alhajas, el partido que reúne a los veinticuatro mejores jugadores del momento seguirá tocado de muerte.

Porque sin garra, sin un sentido del honor que mantener y un deporte que honrar, sin entender que hay más júbilo en el tapón perseguido que en el molinillo regalado, el All-Star será sólo eso: un compendio de highlights con los que adormilarse durante la siesta.

Que esta realidad se invierta empezando por el All-Star Game 2024. No se me ocurren homenajes mucho mejores para quien entre todas los idiomas que habló y chapurreó (inglés, italiano, español…), ninguno tan natal como el lenguaje del desafío.


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