Boston Celtics: competir o esperar; ésa es la cuestión

El quinto encuentro de la final del Este volvió a hacer las veces de heraldo: los Cavaliers todavía son muy, muy superiores a los Boston Celtics. Por mucho que los orgullosos y aguerridos verdes puedan levantarse con varias espadas colgando del bazo, y de que ganaran uno de los duelos en Ohio, LeBron James está a galaxia y media de distancia todavía. Quizá más. La temporada verde terminó anoche; no sin buenas perspectivas de futuro no obstante. Siendo, de facto, el segundo mejor equipo del Este, el crecimiento de la franquicia seguirá retroalimentándose año a año hasta 2018. La primera elección del Draft 2017 y otra primera ronda en 2018 —réditos sempiternos del traspaso con Brooklyn en 2013— aseguran la progenie. Pero lo primero que hay que decidir es qué hacer con el número uno del próximo certamen de jóvenes talentos.

Cualquier bola de cristal apunta a que los Celtics seleccionarán a Markelle Fultz en el número uno del Draft. El mejor de su generación por encima de los bienes de primera necesidad en la plantilla. Fultz es una base explosivo, con mucho talento para anotar y un aval para hacer grande a Boston en poco más de un lustro. Sin embargo, la organización tiene que elegir entre tratar de rendir cuentas con LeBron James ya la temporada que viene (o la siguiente) o seguir creciendo poco a poco hasta que James desaparezca del mapa.

Curso 2016-17

La temporada verde ha salido de tutorías con sobresaliente. La espada ha tocado carne en la final del Este pero antes completaron unos playoffs del todo dignos. Chicago y Washington hicieron hueco a Boston, que fue el único equipo que hizo tropezar una vez a los Cavaliers. Sin Isaiah Thomas —no hace falta recordar la fortaleza del base tras el fallecimiento de su hermana— hasta ganaron un partido en casa del Rey. La temporada regular fue también gloriosa. Primer puesto de la conferencia y la sensación —algo distorsionada— de que podían gafar a los Cavs. Como todo agorero se encargó de subrayar, no fue así.

Y en este punto llega la gran pregunta. ¿Sería mejor que los Celtics canjeasen su pick número 1 por una estrella consagrada y dibujasen su venganza ya el año que viene? Destacados cortesanos como Jimmy Butler o Paul George han sido los que más han sonado hasta ahora como posibles inversiones a cambio de la elección más alta del Draft.

Butler

El propio Jimmy Butler reconoció hace un par de semanas que presuponía seguir en Chicago «a no ser que llegase algún equipo ofreciese un traspaso realmente bueno». Y todo el mundo sabe lo que Boston tiene «realmente bueno».

El escolta de los Bulls tiene dos temporadas más de contrato y podría ser la pieza más encajable, en el corto plazo, en los actuales Celtics. Muchas voces de la liga creen que Boston nunca aceleraría tanto como para dar el pick número 1 por Butler, pero sí se sabe que es una debilidad personal de Danny Ainge, GM de la entidad. Si Boston quiere competir mañana por la tarde, Butler es el principal candidato para las conversaciones de alto voltaje.

George

Desde que los Celtics no fueran capaces de mojar la oreja a Larry Bird en el pasado cierre de mercado, la ofensiva por Paul George ha perdido intensidad. El jugador de Indiana solo posee una temporada más de contrato y su creciente acercamiento a los Lakers —él es californiano— se hace cada vez más notorio. Casi descartado entonces.

Esperar a Fultz

Claro, que no tiene Boston por qué ofrecer a Fultz —si terminan eligiéndole— por ningún jugador con el yelmo ya curtido; siempre podrían quedárselo y apostar por la corona del Este en dos o tres años. Ya lo dijo el propio Ainge. «Lo más cuerdo cuando tienes un jugador así delante de los ojos es quedártelo, enseñarle y ver cómo evoluciona hasta que lidera a tu equipo». No soltarán al base procedente de la Universidad de Washinton por ningún embajador de marca blanca. De hecho, está por ver si lo soltarían en cualquier caso.

Si Boston opta por quedarse con Markelle Fultz —aquí un dibujo de quién gobernaría el backcourt de Massachusetts— la franquicia también parecería abocada a asaltar el trono del Este. Por varios motivos.

  • Tienen capacidad por sí solos para atraer estrellas. Este mismo verano. Su potencial deportivo y la investidura como rival natural de los Cavs en el Este a buen seguro agolpará el interés de agentes libres cansados de los sótanos de la liga. Además, el único contrato de Boston que supera los 9 millones de dólares para el año que viene es Al Horford (27); por lo que hay espacio de sobra para absorber talento. Sin olvidar, eso sí, que Isaiah Thomas renovará en 2018 y lo hará por una cantidad fotovoltaica —el curso que viene seguirá cobrando 6 millones—.
  • En esa capacidad de atraer agentes libres pueden entrar este mismo verano nombres como Gordon Hayward, libre este verano y que quiere ser cortejado por un equipo ganador. El alero gusta mucho en la organización verde.
  • Muchas voces también apuntan a que mientras LeBron James siga vigilando las fronteras del Este, poco que hacer tienen sus señores vasallos. Si apuestan por el futuro, por quedarse a Fultz, los Celtics no sacrificarían una futura estrella para, presumiblemente, volver a descarrilar ante James.
  • Los traspasos arriesgados. Soltar al número uno del próximo Draft por un jugador que puede dejarte tirado en 2018 —caso de Paul George— es tan arriesgado como dejar a J.R. Smith al cargo de un minibar. Además, no hay por qué sacrificar a Fultz si todos los veranos más estrellas quedan libres y el mercado es prometedor.

Ainge al mando

De esa manera, el horizonte para Boston Celtics es confuso. Muchos partidarios y detractores de todos los discursos. Pero al mando está Danny Ainge, una de las cabezas más lúcidas y sobrias de los últimos años en la liga. Véase si no el traspaso de 2013 con los Nets. Parecía que Boston quedaba desahuciado con el canje y en cuatro años han llegado a una final de conferencia. Nets, por cierto, no tiene ni terrenos para empezar una reconstrucción.

Futuro o presente, ésa es la cuestión. Tratar de ser mejores ahora o en el futuro. Pensar en LeBron o en uno mismo. Muchas decisiones con las que calibrar el presente de la franquicia sin hipotecar el futuro ganador que se presenta.


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