La renovación de Giannis Antetokounmpo ha vuelto a poner sobre la mesa un debate que se ha intensificado a medida que los salarios de los jugadores aumenta considerablemente. Sin entrar en si los merece o no, la realidad es que esta operación supone la más cuantiosa en la historia de la NBA: cinco años y 228,2 millones de dólares.
No obstante, es inevitable echarnos las manos a la cabeza: hablamos ya de cifras superiores a los 40 millones de dólares. Una inversión muy alta para las franquicias con un doble filo muy marcado: asegurar al jugador que, en caso de mala fortuna o bajo rendimiento, puede hipotecar el proyecto.
En los últimos años hemos presenciado proyectos que se han estancado e, incluso, desmoronado a causa de los denominados contratos tóxicos. Pero, ¿hasta qué punto se puede proyectar o anticipar uno a la degada línea que separa un acuerdo lucrativo de uno desastroso?