Gerald Green: «Nadie me quería. Ni en el extranjero. Ni siquiera en la D-League»

Mientras grúas de astillero como Louis Amundson han ido encadenando contratos en la NBA sin saber exactamente cómo, jugadores de primera prensa de almazara, sufrían absurdo destierro.

Gerald Green, posiblemente entre los dunkers más espectaculares desde los años dorados de Vince Carter y con un salto vertical suficiente para apagar velas de cumpleaños con el aro haciendo de tarta anaranjada, ha sufrido periodos de auténtico calvario para tener taquilla propia en la NBA.

Muñeco de trapo

El calificativo de ‘nómada’ le queda insultantemente corto. Ahora tiene 31 años, y fue elegido hace una docena por los Boston Celtics en un valioso pick 16. Y ya ahí, desde casi el primer día, comenzó la inestabilidad ad eternum. Sus dos primeros años en Massachusetts fueron una alternancia constante entre los Celtics y equipos (Florida Flame, Fayetteville Patriots) de la D-League.

En 2007, tras lograr promediar más de diez puntos como sophomore y demostrarse capacitado como jugador válido para la titularidad (26 veces  en el quinteto inicial), le tocó ser uno de tantos jugadores que puso rumbo a Minnesota para conseguir a cambio a Kevin Garnett. Poco duró en los Wolves; en febrero era traspasado a los Houston Rockets, quienes lo cortaron de inmediato. Llegaban los años más duros de Green, quien de repente había pasado de importante jugador de rotación a verse fuera del plan de futuro de cualquier franquicia.

Hace una semana, el destino, caprichoso y cruel, quiso que fuera precisamente la franquicia que hace ocho años le propinara la primera patada hacia el exilio, la que lo rescatara del cadalso cuando Green, derrotado, empezaba a abandonar toda esperanza.

«Ningún equipo me quería, colega. Ningún equipo me quería. Ningún equipo me quería», repetía una y otra vez Green anoche para ESPN, después de que el mundo presenciara su enésimo renacer. 29 puntos a los Warriors en su segundo partido saliendo desde el banquillo. «Ningún equipo del extranjero. Ningún equipo de la D-League. Éste es el único equipo que ha apostado por mí. Me siento abrumado y entusiasmado con esta oportunidad».

Caer, levantarse, volver a caer…

«¿Sabéis qué? Me han lanzado unas cuantas veces a los pies del autobús a lo largo de mi carrera. No es la primera vez que me he visto en esta situación. Pero lo que he hecho es seguir teniendo fe en mí mismo. Una vez que llegan noviembre y diciembre y sigues sin recibir llamadas, puedes rendirte o luchar. Yo seguí luchando. Y Dios me ha bendecido con esta oportunidad».

Desterrado

Sabemos a lo que se refiere. Empeñado en hacer carrera en la NBA, se enroló en los Dallas Mavericks sacrificando dinero. Insistió, incluso, en participar en las Summer Leagues para ir haciéndose a la pizarra del equipo y acelerar su aclimatación. No funcionó. Tras una temporada de 38 partidos y 9,9 minutos de media, tuvo que ceder. Llegó la temida hora de cruzar el Atlántico.

El Lokomotiv Kuban de Rusia, el Krasnye, ruso también, los Foshan Dralions, esta vez en China… ninguno de estos proyectos cuajó, y siempre fueron los equipos los que terminaban deshaciéndose de Gerald. Un pick 16 de la NBA repudiado en todos los vértices del planeta.

Billete de regreso

No abdicó. Volvía a su tierra, degradado. Los Angeles Lakers le daban una oportunidad para arrebatársela en diciembre, sólo tres semanas antes de que empezara la temporada reducida del lockout. Le permitían, no obstante, seguir ligado a su equipo filial; Green no tardó en erigirse como el mejor jugador de los D-Fenders, coronándose semanas después como MVP del All-Star de la Liga de Desarrollo.

Los ojeadores por fin creyeron ver algo, y los Nets decidieron que merecía la pena invertir en él. Un par de contratos de diez días que tendrían su enorme fruto. A día de hoy, lo que hizo el 11 de marzo de 2012 sigue acumulando reproducciones en Youtube. ¿Era un hombre o un  F-35B?

Después de eso, no pudieron sino extenderle un contrato hasta el final de temporada. Green cerraba el curso con grandes actuaciones y 12,9 puntos de promedio en su hoja estadística. Algunos todavía se frotaban los ojos con el desafío de semanas antes a las leyes de la física.

En febrero de 2013, aquí como jugador de los Pacers, acudía a su tercer NBA Slam Dunk Contest del All-Star Weekend. En este distrito la Liga nunca tuvo reparos con él, donde le recibía una y otra vez con los brazos abiertos. Pero Green lo tuvo claro. Nunca quiso ser un Derrick Jones Jr. Jamás se conformaría tampoco con el rol marginal de Jeremy Evans.

Phoenix, su mejor año

Fruto de sendas lesiones de Eric Bledsoe y Goran Dragic, los Phoenix Suns vieron bueno el traspaso de Gerald Green para fortalecer su backcourt; y ahí vimos lo mejor de la carrera del shooting guard.

15,8 puntos en su primer año, jugando los 82 partidos y la mitad de titular. Fue el curso en que nos confirmó que, además de matar, podía tirar: un 40% firmó desde el triple aquella temporada.

Incomprensiblemente, sus minutos e impacto se redujeron drásticamente al año siguiente. Vuelta al banquillo; cada partido volvía a convertirse en un examen permanente. Logró aprobar y con holgura, pues en menos de 20 minutos conseguía plantarse en los doce puntos por noche. Medios y equipos empezaban a encasillar a Green como el revulsivo perfecto desde el banquillo.

Y así, bajo ese cartel de agitador, microondas y carnaza del aro en veladas de puro frenetismo anotador, tuvo su tránsito por Florida y Massachusetts. Ello sin perder lo que más anhelaban de él los aficionados. Sus vuelos sin motor. Todavía nos regaló unos cuantos.

De nuevo, Boston

En 2016 volvía casa. Al que fue su primer hogar en la NBA. Los Celtics fichaban a un jugador mucho más entero y maduro del que se desprendieron diez años atrás, pero que mantenía intactos sus poderosos muelles.

Y sorprende que dos mentes estrategas y lúcidas como las de Danny Ainge y Brad Stevens, dejaran escapar, tras solo un año, a un jugador que dejó su impronta en los playoffs, con siete titularidades y notables actuaciones como sus 18 puntos ante los Chicago Bulls en el cuarto partido de la primera ronda.

Decidieron, no obstante, no renovarle, pero no parecía difícil que tras una vistosa postseason el escolta encontrara acomodo en cualquier otra franquicia. Seguramente se lo rifarían en prácticamente cualquier rotación; una perfecta arma ofensiva para cuando sus compañeros padecieran de pólvora mojada.

Y así fue. Se presentaron los Bucks, pero tan pronto como llegaron, se fueron. Cuatro partidos de pretemporada y decidieron no contar más con él. Quizás había elegido el peor destino de la NBA; el más sobrado de jugadores atléticos.

Está de vuelta… otra vez

Desde entonces, como ha confesado Green, «ni en la G League ni en el extranjero». Anoche fue capaz de encasquetarle 29 puntos a los Warriors, encestando ocho triples bajo la atónita mirada y estéril marca del Jugador Defensivo del Año; un homónimo de apellido, Draymond Green. Houston, en circunstancias surrealistas y cuando menos cabía esperar, vino al rescate.

¿Cómo ha ahuyentado el óxido durante estos meses, aguardando su llamada? «Todo lo que he estado haciendo es lanzar en la canasta de mi garaje y jugar ‘unos contra unos’ con mi Rottweiler», asegura Green.

Suficiente para mantener engrasada la muñeca, pero no para alejar las telarañas de sus pies. En el segundo cuarto, se produjo la anécdota del partido. Green, gravedad lunar, vio como en un contraataque se le escapaba un alley-oop de Chris Paul… por ir demasiado alto. «Mis piernas se desplomaron. Es la primera vez que me pasa en mi vida. Sólo tengo que ponerme en forma».

Cero alarmas. A sus 31 años sus gemelos no están viejos, solo adormecidos. Volverá a surcar. Hace exactamente un año comercial, hacía esto. Brutal, incluso a los ojos de Al Horford.

Y vuelve a vestirse de corto dispuesto a volar muy alto por su nuevo mecenas, los Rockets. Estos ya le han asegurado techo y agua caliente hasta el verano, y de este modo Green ha podido decidir su nuevo peinado, el cual cambia tanto o más que de hall su paragüero.

El equipo de su ciudad natal, siempre en el corazón, y ahora también en su cabeza.

Y’all know I had too! @sandrasbraids

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«Siempre he sido capaz de anotar. Sólo que no puedes anotar mucho cuando no te dan la oportunidad. Es difícil encestar desde el banquillo».

Válido para lanzar, más que apto para machacar. En un conjunto plagado de tiradores y donde los lobs los colocan James Harden y Chris Paul… ¿me lo parece a mí o parece que, por fin, ha encontrado Green un equipo a su medida?


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