Meyers Leonard, la NBA y su doble rasero

Rudy Gobert y Karl-Anthony Towns partirán en la 2022-23 desde el carril de la heterodoxia y como último aliento ante el canto de Jorque Manrique por el que pareciera que cualquier tiempo pasado fue mejor. Por su parte, Malik Beasley, Jaxson Hayes o Liz Cambage escapan casi indemnes de un campo de minas que incluye violencia doméstica, vandalismo, racismo, posesión de drogas y amenazas con arma de fuego.

Dos cosas que nada tienen que ver entre sí pero que si forzamos la mezcla, terminamos hablando de Meyers Leonard, testaferro involuntario y chivo expiatorio, en pijama y sin equipo. NBA, pasan que cosas.

Jugador de rol: uno de tantos

Meyers Leonard tiene dos problemas, o mejor dicho, dos razones, que le hacen verse actualmente fuera de la NBA: el primero es que le falta calle, y el segundo es que no es un Elton Brand; es decir, un tío que te promedie un 20/10. Veinte puntos y diez rebotes por partido.

Y sin embargo, y más que a algunos les pese (bien por sus gustos o bien por sus prejuicios), el ex pívot de Heat y Blazers estaba rindiendo a un buen nivel cuando se vio abocado ‘a abandonar’ el circuito. Sus números, lejos de la locura, ejemplificaban la tosca fachada de un jugador de rotación más que útil en un conjunto serio como eran los Miami Heat de 2020.

Saliendo de titular apenas rozó los veinte minutos de promedio, a lo que éste respondió con interesantes proyecciones de 11 puntos y 9 rebotes en 36 minutos, bajo un true shooting del 63%. La pieza menos relevante del quinteto incial de Spoelstra (mínimo usage del 12%) lograba un impacto positivo que invitaba a un arco en mejoría. Como paradigma de ello, de su mal aprovechamiento, su tiro de tres: con un acierto que roza el 40% a lo largo de su carrera (y superando con asiduidad el 42%), sólo un año se permitió más de tres intentos por partido.

El ex de los Fighting llegó a la NBA en un arriesgado pick 11º con la bandera de buen defensor para no tardar en sorprender en sentido contrario. Defensa casi inexistente y mejor ataque del esperado. Tras años de entrenamiento logró convertirse en un finalizador correcto (buenas pantallas y endings al pick and roll) y un stopper solvente (aunque torpe en el uso de las faltas) del que zafarse en la pintura. Su buena muñeca exterior le permitía abrir la cancha para terminar de ser ‘un seis’ en múltiples categorías y con notable presencia en noches inspiradas.

La temporada 2019-20 concluyó con los Heat subcampeones, y nada más arrancar la siguiente, la que pintaba como la de su consolidación en Florida, una lesión del hombro le mandó a casa y… el resto es (triste) historia:

Una noche cualquiera de videojuegos en Twitch, un comentario desafortunado, una ignorancia imperdonable para el radar tuitero y una NBA farisea que, no desde la acción sino desde la cómoda omisión, vio la oportunidad ideal para no hacer nada. Tan solo observar, desde su condescendiente poltrona, cómo se desliza sobre Meyers Leonard y sin remedio la espada de Damocles.

Rodillas al suelo y dolor al viento

Corría agosto de 2020, con el coronavirus tomando aire y el Black Lives Matter en plena erupción, cuando Leonard decidió mantenerse firme en días de rodillas al suelo y dolor al viento. No fue el primero en hacerlo; pero no cuesta imaginar que su gesto quizás cale de forma distinta a los de Jonathan Isaac o Gregg Popovich. Jugador blanco. Hermano marine. ‘Casposo compatriota’ a pesar de que luciera la camiseta del movimiento.

Tras el encuentro dijo esto:

«Soy un ser humano compasivo y realmente amo a todas las personas. No puedo comprender completamente cómo nuestro mundo, literal y metafóricamente, se ha convertido en blanco y negro. Hay dos bandos al parecer: ‘Si no estás arrodillado, no estás con nosotros’. Y eso no es cierto. Continuaré usando mi plataforma, mi voz y mis acciones para mostrar cuánto me importa la cultura afroamericana y para todos- Vivo mi vida para servir e influir a otros de manera positiva».

Comportamiento válido, incluso aplaudible, para algunos; primeras paletadas de tierra sobre su tumba mediática para otros.

El día después del Día D

Dije antes que la NBA se mantuvo al margen de Leonard y su desplome, lo cual no es del todo cierto. Su: “¡Putos cobardes! No me dispares, jodido ‘kike'», en plena fiebre de Call of Duty tuvo una reacción inmediata por parte de la Liga. Apartado de su equipo durante una semana y multa de 50.000 dólares; además, el center debería participar en un programa de diversidad cultural.

«El comentario de Meyers Leonard es imperdonable e hiriente. Un término tan ofensivo no tiene lugar ni en la NBA ni en nuestra sociedad» era el mensaje que enviaba la NBA, por medio de Adam Silver, a través de un comunicado.

Ese mismo día, con los golpes lloviendole de todas partes, el jugador hizo públicas sus disculpas –nuestra opinión sobre el grado de sinceridad de las mismas, habida cuenta de lo que todos conocemos a Leonard en las distancias cortas, nos la podríamos ahorrar–.

Los hechos, desde entonces, narran lo siguiente. Los Heat no ejercieron su opción de equipo por 9,4 millones de dólares, algo entendible debido a su lesión de larga duración. En su lugar prefirieron traspasarlo a Oklahoma City Thunder, donde fue cortado una semana después. Desde entonces, 25 de diciembre de 2021, Leonard, un jugador de 30 años y nueve de trayectoria NBA, perdió la mayoría de sus patrocinios y se encuentra sin equipo.

Durante este tiempo, y casi en la sombra, Leonard ha estado purgando su error, y no sólo de cara a la galería. A los dos días del incidente se puso en contacto con un rabino residente en Florida. Su primera conversación duró siete horas. «Le vi llorar. Sus lágrimas eran auténticas, sinceras. No sabía nada sobre el judaísmo«, contó el maestro hebreo. Desde entonces las acciones no cesaron: visita al museo del Holocausto, charlas en los colegios, colaboración con diversas asociaciones…  «Estoy muy centrado en esto. Seguiré ayudando hasta mi último aliento», aseguró el pívot en una entrevista para el Chicago Tribune.

El pasado mes de abril manifestó que se encontraba recuperado casi al 100%, tanto física como mentalmente, y que el momento de regresar se acercaba. Asimismo no dudó al afirmar que varios equipos le querían de vuelta. La realidad, no obstante, es que agosto empezó ayer y no hay noticias ni rumores de un regreso cercano de Leonard a la NBA.

Udonis Haslem, mentor entre los veteranos, contestó a la pregunta de si Leonard solía emplear lenguaje ofensivo en su día a día con los Heat. «No, en absoluto, nunca ha dicho nada que me pudiese incomodar».

«Las palabras tienen consecuencias, y las suyas fueron extremadamente dolorosas. Pero Leonard es un gran compañero de equipo y un gran ser humano», fueron las palabras que le dedicó Spolestra tras el incidente en Twitch.

NBA Cares… a veces

Y ahora podemos hacer dos cosas.

La primera es pensar bien y creer, simplemente, que el teléfono del agente de Leonard sonará tarde o temprano, en cuanto equipos necesitados de versatilidad y centímetros en la pintura verifiquen que, efectivamente, está listo para volver a jugar a su anterior nivel.

La segunda es empaparnos de suspicacia y prestar atención al dato que indica que cerca de la mitad de los propietarios de franquicias NBA son judíos, así como el Comisionado y, aun sin llevárselo a lo personal, sí dejarse arrastrar por la facilidad que implica ‘castigar’ un desliz que vio todo el mundo; algo que ni el dinero, ni el empuje de un All-NBA ni los acuerdos extrajudiciales pueden tapar hasta que se desconpongan en el cajón del olvido.

La NBA lleva décadas demostrando que es un ente vanguardista en cuanto a lucha social y ha mostrado su compromiso en abundantes causas. Así como que no todas las causas computan igual, respondiendo su perfil de acción más al de un maestro del ajedrez que a una carga frontal de caballería. Contundente en algunas (Donald Sterling), timorato en otras (Morey & China).

Sin Meyers Leonard, la NBA no se pierde ningún jugador de época ni ve afectado ningún discurso políticamente correcto, por lo que es más sencillo no forzar la máquina en aras de dar una segunda oportunidad a quien, quizás, habría bastado con una simple colleja en lugar de darle la espalda y arrebatarle la primera.

Whitewashing adaptado a tiempos extraños. Donde el dinero no compra principios pero quizás sí somete voluntades.

(Fotografía de portada de Michael Reaves/Getty Images)


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