Utah Jazz: el riesgo de no arriesgar

Aguardar a que los huevos y la avena se compacten en un solo ser, y distraerme en el proceso buscando ‘no sé exactamente que’ en Youtube, se ha convertido en un ritual de casi cualquier mañana. Hoy viernes, mientras la vitro hacía su trabajo, yo llevaba a buen puerto el mío.

Casi escupo la avena que aún reposaba, impávida, en la sartén, cuando detengo el scrolling para leer el titular de uno de los vídeos que la plataforma decide recomendarme. Rezaba algo así como: ‘¿Son los Jazz una futura potencia del Oeste?’

Acto seguido me pregunto a santo de qué se necesitan seis minutos para responder a una cuestión a la que podía dársele carpetazo con un rápido movimiento de glotis. No. Y fin al vídeo; aunque también, seguramente, a las visitas y al puñado de suscriptores. Así que entré a curiosear.

Empecé atendiendo al vídeo como quien atiende al sermón del cura un domingo de resaca. Te santiguas, recitas la parte correspondiente por pura inercia y te arrodillas sobre el hostil tablón de madera sin saber muy bien por qué.

Mientras, tu mente, boga entre recuerdos que se cimentaron lejos del campanario. Carne de confesionario. No era música gregoriana ante lo que despertaban sus caderas.

En mi caso, mientras avanzaba el vídeo –Mitchell y sus cabriolas, Gobert y sus tapones o Ingles, sus triples y su grotesco trash talk a Russell Wesbrook– acompañado por la voz en off del narrador, me vi inundado por una sensación conocida. Una que ya había experimentado algunas semanas antes.

Un molde similar al que se te queda cuando cumples diez años, arrancas el lazo, destapas la caja y compruebas que ni Action Man ni coche teledirigido de Nikko Radio Control. Unos vaqueros y un par de sudaderas. Psé. Sonrisa forzada y que alguien traiga el pastel.

En Salt Lake City se han gastado 78,4 millones este verano. 36 millones en Favors, 33 en Exum, 5 en Niang y 4,4 en Neto. Psé. No está mal, pero calladme a Guetta y guardad el confeti. Bastará con un poco de Tony Bennett.

Son los que está(ba)n

En una Conferencia Oeste que ha sido un amasijo de bienvenidas (LeBron) y rebienvenidas (Cousins, Randle, DeAndre, Carmelo, Rondo…), los Jazz han perforado la hucha lo justo para seguir jugando la baza del ayer.

Como única cara nueva, suerte del Draft, la de Grayson Allen. Jugador tenaz, agresivo, siempre cómodo en la tensa frontera que separa el robo de la flagrante. Fit soñado para la pizarra de Quin Snyder.

Si hablar es plata, escuchar es oro, leí una vez. Me entregué, manso –todo empatía y olvidándome de los superequipos– al resto del vídeo. En él, además de fantasear con el futuro fichaje de Klay Thompson en la próxima agencia libre, la voz en off cimentaba su apuesta (coloca a Utah, mínimo, en semifinales de conferencia) sobre varias premisas que captaron mi atención.

La defensa como raíz

«El ataque vende tickets, la defensa gana partidos, los rebotes ganan campeonatos», o eso creía al menos la entrenadora ocho veces campeona de la NCAA con la Universidad de Tennesee Baloncesto, Pat Summitt. De ser así, los Jazz lo tienen bastante jodido.

Pau Gasol reducía la máxima, a su llegada a los Chicago Bulls, a una sola incógnita. ‘La defensa gana campeonatos’. Algo con lo que en Salt Lake City sí estarán encantados de comulgar. Porque de Utah, la temporada pasada, tenemos dos versiones. Ambas giran en torno a la figura de Rudy Gobert. Con él y sin él. El cambio fue maniqueo.

De porfiar en los últimos puestos del Oeste a terminar cuartos en una remontada absolutamente imprevisible y colosal. ¿El secreto de la transformación? La defensa. Snyder contaba –merced a Rubio, Mitchell e Ingles– con una buena barricada en el perímetro, pero le faltaba su pilar interior. Vuelto el obelisco, el lavado de cara fue –en el mejor de los sentidos– espeluznante.

Y eso me ha animado a buscar algo. Un stat.

Efficiency Recap Difference 2017/18

Solo una anacronía como los Cleveland Cavaliers —el mejor jugador del mundo con el roster más volátil del planeta— podían desvirtuar el dato. Ese que refleja que 15 de los 16 equipos que se clasificaron para playoffs, presentan los mejores diferenciales ataque/defensa, en términos de anotación, de la competición. Los Nuggets, que quedaron fuera en la última jornada, son el desafortunado contrapunto a los Cavs.

Continuismo y progreso

Y los Jazz, he aquí el grueso del argumento, sin lesiones entre sus titulares, especialmente en Gobert, deberán ser igual o mejor defensa que la exhibida en el segundo tramo de la pasada campaña.

Porque en el riesgo de no arriesgar, gracias a un Dennis Lindsey rancio y predecible, está la mejor baza para dotar de aún más firmeza a un proyecto que se disparó en marzo.

Jonas Jerebko, renacido de sus cenizas y única baja (ahora en GSW) que añorarán en Utah, decía esto en mayo: «Llevo nueve años en esta liga y jamás he visto un vestuario con una química como la nuestra».

Los Jazz concluyeron la fase regular como la segunda mejor defensa del país (100,4 puntos recibidos, solo por detrás de San Antonio) por el 20º mejor ataque (103,9). El primer dato es tan rotundo y determinante, que fue capaz de compensar un ataque instalado en la mediocridad.

Lo que nos lleva, entonces, al segundo y último punto. ¿A  qué margen de evolución aspira esta plantilla, idéntica en cuanto a nombres, en la pizarra de ataque?

Con Ricky Rubio en la mejor versión ofensiva de su carrera, un Ingles pletórico desde el triple y un Donovan Mitchell que ha hecho paella con el rookie wall, quizás no haya mucho margen de mejora –a no ser que el sophomore guarde aún más ases en la manga— en lo que respecta al backcourt; debiendo posar la mirada, pues, tanto en la pintura como en el banquillo.

La pareja Gobert/Favors, de un valor incalculable atrás, tiene un infinito margen de mejora en el hierro opuesto. El curso pasado, el frontcourt de los Jazz cerró la RS como el 4º que menos puntos anotaba por encuentro (55,5).

Los pick&roll con el francés y los pick&pop con el norteamericano son secciones a trabajar, con el fin de añadir una nueva y necesaria subtrama a la narrativa, a veces, unidimensional. Para ello, Ricky deberá rescatar su versión más vertical del playmaker que fue en Minnesota.

Y luego la rotación. Undécima banca más solvente en 2017/18, también queda aún donde rascar. Alec Burks (27 años), Dante Exum (22), Royce O’Neale (25), Jae Crowder (28) y el recién llegado, Grayson Allen (22), tienen potencial y, lo fundamental, estabilidad en su rol secundario, para ser mejores (en especial los dos primeros, en sus versiones two-way) de lo que ha venido siendo.

Primer trimestre clave

De mantener la cadencia primaveral, los Jazz tienen la opción de voltear la sartén y abrevar en el All-Star con la mitad de los deberes hechos.

Mientras otras plantillas, repletas de ajustes y caras nuevas, pagan el lógico precio de la aclimatación, en Utah deberían aprovechar los primeros meses para asegurarse un buen manojo de victorias que les permita afrontar el segundo tramo de la temporada con la tranquilidad de que el talento rival, ya apoltronado, no podrá más que arañar el metal del Vivint Smart Home Arena.

«Llegabamos a los vestuarios contentos cada día, incluso cuando no ganábamos apenas partidos, y esa química acabó mostrándose en la cancha», Ricky Rubio.

«Nos queremos. Nos queremos en el sentido de que nos cubrimos las espaldas entre nosotros. No es algo que veas muy a menudo en este deporte», Donovan Mitchell.

*Datos obtenidos de HoopsStats


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