Washington Wizards: el principio de algo brillante

Ganar un título de división en la NBA es un hecho que pasa desapercibido en muchas ocasiones. Las franquicias que suman y amasan este tipo de éxitos y que tienen las miras puestas en cotas muchos mayores, no se suelen reparar mucho en estas conquistas. Quizá hubo un tiempo en que los Wizards, cuando eran Bullets, sintieron lo mismo. Quizá esa segunda mitad de la década de los 70, la mejor época de siempre en Washington, fue un momento donde desde la capital no se hacía demasiado caso a los títulos de división. Eran trámites, pequeños pasos a recorrer en unos días donde se lograba un anillo (1978) y unas Finales de la NBA (1979).

Ahora, casi cuatro décadas después, los Wizards no han regresado ni siquiera a unas Finales de Conferencia, pero acaban de cerrar una de las campañas más esperanzadoras que se recuerdan, título de división incluido. Las semifinales del Este, que extendieron hasta el séptimo partido, trajeron pena por la eliminación, por la posibilidad negada de asomarse a unas Finales del Este, pero no dejaron ni un poso de decepción, de tristeza, de crítica. Tras el bajón, tras la jugada no rematada contra los Celtics, con noches épicas como la del sexto partido y el triple de John Wall, surge la esperanza. Y no es una esperanza basada en nada. Hay presente. Y hay futuro.

Brooks, Wall-Beal y los nuevos aires

En las últimas cuatro temporadas, los Wizards han llegado en tres ocasiones a los playoffs. Y en todas ellas, han pisado las semifinales del Este. Ese ha sido su tope reciente y también su tope desde 1979. Y sin embargo, esta 2016/17 ha sido diferente. No sólo por el título de la división Sureste, valorado justamente, sino también por las sensaciones que ha arrojado el proyecto. El primer curso de Scott Brooks al frente de los Wizards ha supuesto esa conquista del  Sureste, además de la mejor marca en Temporada Regular desde los gloriosos 70. El 49-33 de regular season se sustentó sobre una idea renovada de equipo, con nueve jugadores de estreno en la 2016/17 y un entrenador que ha trabajado una forma diferente, y más atractiva, de jugar al baloncesto.

No obstante, nada de todo esto habría sido posible sin que la relación John Wall-Bradley Beal hubiera entrado en una dimensión más provechosa, tanto para los jugadores de manera individual como para los intereses de los propios Wizards. Beal y Wall han culminado sus mejores actuaciones desde que comparten vestuario, un paso adelante también fructificado merced a una mejor relación personal. Y los Wizards lo han agradecido. Paralelamente a esta realidad, está la explosión del mejor Wall que se recuerda, quizá la mejor noticia en el Verizon Center. Sobre el base se cimentó la reconstrucción de Washington, que lo eligió como nº 1 del Draft de 2010 cuando la franquicia ya llevaba dos cursos seguidos fuera de los playoffs y le restaban otros sin post temporada. Ahora, por fin se ha visto al Wall definitivamente capaz de liderar al equipo hacia cotas superiores. Un Wall líder, guía y referente. Un Wall de MVP.

Futuro apasionante

Para la 2017/18, seguramente Washington no se conforme con lo logrado hasta la fecha. Es momento ya de dar un paso adelante, quizá no para optar al título a cortísimo plazo, pero sí para acercarse un poquito más. El núcleo exitoso de este curso se debería mantener. Con una masa salarial comprometida ya de 87,7 millones de dólares de cara al año que llega, lo lógico sería que los Wizards trabajaran en afianzar el bloque y hacer pequeños añadidos. Beal, Wall, Ian Mahinmi, Markieff Morris, Kelly Oubre y Marcin Gortat tienen contrato en vigor, además de otras piezas interesantes de rotación como Jason Smith.

El problema está en las renovaciones de Bojan Bogdanovic, estupendo refuerzo llegado en febrero para aportar desde el banquillo, y de Otto Porter, quien culmina su acuerdo de novato suscrito en 2013 y que podría pasar a pedir unos 20 millones por temporada. Las cuentas pueden no salir. Si los Wizards tienen comprometidos esos 87,7 millones para la 2017/18 y el límite salarial se colocará ligeramente por encima de los 100 millones,  seguir con los dos puede obligar a Washington a pagar el impuesto de lujo.

Los recelos de Gortat

Marcin Gortat tiene ya 33 años y todavía dos cursos más firmados con los Wizards, a razón de 12,7 millones para la 2017/18 y de 13,5 para la 2018/19. El acuerdo que logró en 2014, a razón de 60 millones por cinco campañas, seguramente fue el último gran contrato del pívot polaco como profesional. Y él, consciente de esa realidad y de la sombra de Mahinmi, a pesar de que ha estado lesionado casi todo este año, ha declarado ya que las cosas pueden cambiar este verano. “Sé cómo funciona este negocio. Soy el jugador más veterano del equipo. Los Wizards firmaron a Ian (Mahinmi), que es más joven que yo y dispone de un contrato largo. Sé cómo funciona el negocio, así que estaré preparado para todo, por si acaso. No obstante, es pronto para mí. Me sentaré con mi agente este verano y valoraré lo que sea mejor. Tendré que considerar si los Wizards siguen siendo el sitio idóneo para mí”.

Más allá de poder perder a un solvente pívot de 33 años, y de lo que puedan obtener a cambio de él, los Wizards van a proseguir por la misma senda y van a mantener la misma estructura de la plantilla. Esa que les ha hecho acercarse al nivel de finales de los 70; esa que mantiene a su director de orquesta, Scott Brooks, expectante ante lo que viene. E ilusionado. Como toda la ciudad de Washington, que hacía tiempo que no conectaba así con el equipo.

“Tenemos un gran equipo que debería regresar siendo todavía mejor. Amo nuestro futuro, porque es un futuro brillante”.


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