Ausencias incomprensibles en la Summer League

¿Dónde demonios estaban? En serio, ¿dónde? Con ausencias así, fruto de actitudes mal enfocadas y piernas mal aconsejadas, donde no nos debería extrañar en absoluto verlos dentro de unos meses sería calentando banquillo en el mejor de los casos, y maqueando su perfil de Linkedin en el más salomónico y newtoniano.

No pasará con todos, y esa suerte de unos pocos será su perdición. Estos seguirán contando con minutos fruto de la floja/nula competencia en sus plantillas, así como de las herencias y rentas del Draft. Pero de este modo y por esta senda, no se llega a los grandes contratos de ocho cifras y mucho menos al All-Star.

La NBA es dura, y a menudo injusta. Pero tampoco escasean las ocasiones en las que nos da muestras de su ecuanimidad. De su mano izquierda con el perseverante; con el terco. Con el borracho de optimismo y saturado de tenacidad. Con aquellos que, como Jason Stillwell y John Starks nos enseñaron en los ochenta, no entienden ni de retirada ni de rendición.

Y por eso, esta Summer League ha apestado principalmente en dos sentidos. El primero es mala pata y punto. De los 18 primeros elegidos en el Draft 2019, diez de ellos –por diversas razones– no han jugado ni un solo minuto en Las Vegas, mientras que Zion Williamson y De’Andre Hunter no han alcanzado los diez en un único partido. Ya está. Toca aguardar al trainning camp para ver al pick 1, al pick 2 y el resto de la compañía… mientras nos adherimos a la ley civil en su doctrina perdonavidas de la ‘fuerza mayor’.

Pero hay otros con los que ni fuerza mayor ni tampoco menor. Desvergüenza necesitada de justificación, de eso sí, a raudales.

Pereza, llegas pronto

Un contrato en la escala salarial de novato no es, o no debe ser, suficiente. Acomodarse en la inercia del paso de rookie a sophomore y la subida natural de estatus y (generalmente) de minutos, evidencia a las claras una falta de hambre preocupante en jugadores cuyo flujo de testosterona debería bastar para mantenerlos obsesionados con eso de comerse el mundo.

Algo falla en el proceso. Y muchos de ellos no han tenido un primer año en la NBA tan sobrado o rutilante como para no querer acortar poco, de motu proprio, las, ya de por sí largas, vacaciones de verano. Pero así ha sido. Una SL descafeinada por la ceguera profesional, la egolatría colectiva o (lo que sería peor) la desidia individual de un puñado de críos cuyo rookie wall lo apuntalan ellos mismos sin escatimar en contrafuertes.

Y si no, que alguien me explique por qué Dennis Smith Jr, Frank Ntilikina, Malik Monk, Kevin Huerter, Donte DiVincenzo, Thon Maker, Collin Sexton, Skal Labissiere o Harry Giles (y más que se me escapan), han decidido no estar en este evento de apenas dos semanas de duración. Un escenario idóneo, facilón y proclive al lucimiento… donde tenían muy poco que perder y casi todo por ganar.

Así pues…

Cuando Elfrid Payton le coma la tostada a DSJ a las primeras de cambio en los Knicks y Ntilikina se suba a un avión de regreso a Bruselas, que nadie se sorprenda.

Si John Beilein decide que Sexton y Garland deben partir con las mismas oportunidades en pretemporada como playmakers de los Cavs por no haber pegado el primero un nuevo puñetazo sobre la mesa cuando pudo hacerlo, que nadie se moleste.

De ver a DiVincenzo, el héroe de la Final de la NCAA, merendar G-League mientras Kyle Korver se queda con sus minutos en la rotación, que nadie se inquiete.

Y si por un casual Wenyen Gabriel empieza a amortizar su two-way en la pintura de los Kings tras una SL prolífica y seria en detrimento del prometedor Giles, que nadie se tire demasiado fuerte de los pelos.

En la breve charla con Calderón de hace unas semanas, tuve la absurda idea de gastar una de mis tres balas en preguntarle qué pensaba del joven Thon Maker, y contra toda idea de lisonjeo clásico y barato de vestuario me dijo lo siguiente: que este verano que se avecinaba iba a ser muy importante para él –así como el curso de a continuación–, para comprobar si estaba realmente en condiciones de seguir para adelante en esto de la NBA o no. Sin rodeos ni condescendencia.

La NBA da segundas oportunidades, pero no las regala. Y Jarrett Allen, un pívot de segundo (a tercer) año, de 26,2 minutos en RS con los Nets y de 22 en playoffs, ha entendido que esto no basta, y menos cuando tu general manager acaba de fichar a DeAndre Jordan para reforzar el equipo. Eso y que Las Vegas es un sitio estupendo para:

  • a) embarrarse.
  • b) los demás vean cómo te llenas hasta las cejas de barro.

(Fotografía de portada de Maddie Meyer/Getty Images)


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