Travel-step-back: ¿maravilla, ceguera o connivencia arbitral?

Spida/Step-back Mitchell o solamente Donovan si todavía no lo has visto en acción lo suficiente. El escolta de los Utah Jazz, da igual su nickname, es un auténtico fuera de serie, y junto con Rudy Gobert y la sólida armonía que Quin Snyder imprime al equipo, son los grandes causantes de que en SLC estén donde están: la cumbre más alta del Oeste.

Pero eso no es razón suficiente para pasar por alto ‘anécdotas’ como la de ayer, en parte porque no se trata de un caso aislado, sino de un sólo ejemplo más de una corriente que va en ascenso en estos tres-cuatro últimos años; y a su vez, aquellos únicos con potestad para pararla, los árbitros, no parecen estar muy por la labor de hacerlo.

Nos estamos refiriendo a ese paso (ya sea back, ya sea side-step) que permite al jugador una generación extra de espacio con el rival, gracias a un buen manejo de pies y su capacidad para exprimir un movimiento perfectamente válido a ojos del reglamento: el de dar dos pasos (y sólo dos pasos) tras dejar de botar y antes de soltar el balón.

Desde su uso esencial y clásico en la entrada a canasta, a su salto de exquisitez con el euro-step de Manu Ginobili (ahora practicado por muchos), hemos tenido en el step-back su última actualización, dando lugar a una perspectiva diferente y rompedora a las antes vistas en el uso de ‘los dos pasos’, pero de lo más eficaz, por lo que no sólo los jugadores de la NBA han dedicado parte de su tiempo a perfeccionarlo (Harden, Doncic, Irving, Mitchel, Walker, Tatum….), sino que ya se ha convertido en todo un must en los ejercicios de técnica individual de toda escuela infantil de baloncesto que se precie en cualquier cancha resquebrajada del mundo.

Sin embargo, lo que no puede ser es que en unos aspectos tanto y en otros tan poco. Me refiero a los árbitros y a su aplicación taxativa y cuasi feroz del libro de reglas cuando de ‘interpelarles a ellos’ se refiere (desenlace de Hornets y Warriors con la expulsión de Draymond Green como último ejemplo de una hilera infinita de casos), mientras que lo relegan a pisapapeles cuando la cosa va de bajarle las alas al espectáculo.

Y como sí ser defensor no se hubiese convertido en una tortura en la NBA desde la hand checking rule implementada en 2004, las licencias siguen acentuándose, como casi siempre, en favor del atacante. Aunque ello conlleve pasarse ciertos límites elementales por el Arco del Triunfo.

El año pasado los colegiados fijaron, menos mal, la frontera del cachondeo donde ya no cabía el dejarse la venda puesta. Un vídeo del ‘double-step-back’ de Harden se hizo viral por no castigarse arbitralmente, y cuando Stephen Curry volvió a emularlo, estos, por fin, dijeron basta. Pero el límite continúa siendo de lo más blando y permisivo, con los jugadores retorciendo la norma hasta romperla y con los encargados de salvaguardarla mirando hacia otro lado, nivel cohecho.

La causa

Ahora, la pregunta a resolver es obvia… ¿Por qué lo hacen? ¿En pos del espectáculo, por simple ceguera e incompetencia o porque piensan que la violación es tan light (el pie de pivote de Mitchell, por ejemplo, se ve mucho más claro cómo se desplaza en la repetición en slow-mo que en vivo) que en la ponderación de ‘show vs rigidez del reglamento’, se impone ligeramente lo primero?

Esta mañana he visto a no pocos en Twitter e Instagram que, entre la broma y la indignación, pedían un billete de autobús para Donovan y facilitar así tanto travel. ¿Cogerá la Liga este guante que empieza a convertirse en manopla o permitirán que ‘el espectáculo por el espectáculo’ siga yendo a más y más?

(Fotografía de portada de Tim Nwachukwu/Getty Images)


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