Los Lakers no tienen rumbo

Una falta de respeto. De este único modo se entienden los cuatro primeros asaltos de Los Angeles Lakers. Una falta de respeto a su afición, extremadamente paciente, que este año esperaba, y con razón, un cambio. Un cambio que viendo la desidia que reina el parqué, no va a llegar. Porque cuando sobran piernas, faltan ganas y sólo llevamos, insistimos, cuatro miserables partidos, la cosa es grave.

Cuando el debate versa de actitud y no de aptitud, ser condescendiente no es una opción. Porque entonces el nivel ya no sólo va en picado, sino que las victorias, contadas, comienzan a celebrarse —Nick Young/Jordan Hill style— con patético conformismo.

Sin duda aparecían en esa lista de los que más apetecía ver este año. Junto a Warriors, Kings, Bucks o Timberwolves figuraban estos Lakers renovados, rejuvenecidos, con la empresa, no tan complicada, de mejorar el triste erial del curso anterior.

La ilusión se ha evaporado como la escarcha bajo el primer sol de primavera.

Sin defensa no importa el ataque

Un equipo ganador se empieza desde atrás. Nace en su intensidad defensiva y ajusticia en ataque, pero no al revés. En Lakerland, por su cuenta o en desordenada embestida, buscan obsesivamente la canasta, pero el vigor se les olvida donde se cultivan los triunfos; atrás, en la protección de su aro.

Tres minutos, ni uno más, ante los Mavs de absoluta incredulidad, bastaron para confirmar que al semblante regio de Byront Scott le acompaña una mano muy blanda, incapaz de poner en vereda un vestuario que destila tanto talento como inmadurez.

El año pasado podíamos hacer la vista gorda indultándole por la falta de calidad a su disposición. No estando Kobe Bryant y con los ojos puestos en el 25 de junio podía asumirse un último año de reconstrucción y de dolorosas derrotas; el fin justificaba los medios.

Esta temporada podríamos hablar de cinco top-10 en el Draft, porque si D’Angelo Russell fue el único que lució gorra, los angelinos también estrenaban al ex All-Star Roy Hibbert y a un futuro seguro del partido de las etrellas Julius Randle. También se consagraba Jordan Clarkson, el «robo absoluto» del pasado draft. Y la vuelta de un Kobe por fin saludable. Poco nuevo que decir del ’24’ excepto que tiene un año más.

Un quinteto prometedor, al menos, con su total miscelánea, para competir con ímpetu y posibilidades. Además desde la banca cuentan con el mejor 6º hombre del momento. La excusa de ausencia de calidad se ha desmoronado por lo que ahora el juicio se centra en el rendimiento, donde todo es achacable. Y aquí, los de púrpura y dorado, son un absoluto despropósito.

Sólo Randle se salva

Bryant, un tipo de 37 años que lo ha ganado todo, le pone más ganas en defensa que un Clarkson (23 años) que en ataque recuerda y demuestra que de tren inferior va sobrado, y un Russell, nº 2 del draft, que sólo por el orgullo de demostrar que obviar a Okafor no fue un error, debería desfondarse en cada acción. Nada. Ni un amago de sombra. La indolencia lleva reinando casi doscientos minutos con puntuales chisporroteos de brío, a todas luces insuficientes.

Scott decía ayer alegrarse de que sus chicos se gritaran y pelearan en el vestuario tras el esperpento, uno más, ante los Nuggets, cuando no entiende que la voz que debería resonar es la suya. Un vestuario que es una guardería y en la que su tutor aparenta estar totalmente perdido.

De las ganas de Kobe poco que decir a estas alturas, excepto que es un jabato que no entiende de medias tintas. Sin embargo, la experiencia parece que no favorece su IQ. Ese supuesto «paso atrás» no llega, y los tiros imposibles con doble punteo ya no entran como antes. Debe percatarse y debe hacerlo ya, su rol y viva leyenda así lo exigen.

El único que se libra de la quema es Randle, la mejor noticia que ha tenido la familia Buss en años. El chaval, tras un año en la enfermería, está descomunal. Las ganas de comerse el mundo y a cada uno de sus rivales ha de ser una obligación instintiva que parece, de entre toda la lozanía del vestuario, solo él posee.

La afición sigue paciente y el Staples aguanta lleno tras lleno, pero el hartazgo no tardará en llegar. Los Lakers tienen mimbres. Nets 0 76ers no deberían ser su liga este año. El let it be ya no puede servir más.


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