Philadelphia 76ers: ¿tanking o algo más?

El descalabro de los 76ers ante Dallas Mavericks por 53 puntos de diferencia invita a pensar.

La política del tanking que tantas polémicas suscita parece estar superando todas las barreras de la indignación por parte del grueso de los aficionados, además de agredir a la esencia del deporte en su sentido más puro. ¿O no es así?. ¿Cabe especular sobre la intencionalidad del tanking en un equipo tras recibir semejante paliza para un bagaje actual de 0-9?.

Porque una cosa es perder partidos, y otra muy distinta es perder también, por el camino, la dignidad, el orgullo, la ambición, incluso la facturación del Curriculum deseado.

Si bien la normativa actual premia a los registros de victorias más bajos con mayores posibilidades en la lotería del draft, dicha regla no tiene en cuenta variables como el modo ni por cuando se pierden esos partidos. Pecaría, pues, de ilógico catalogar de «cómplices» a los jugadores de los Sixers de semejante correctivo en busca del mejor pick universitario, si por el camino debe deshonrarse a toda una franquicia.

Tanking desde los despachos

La estrategia y transparencia en los actos de la directiva presidida por Sam Hinkie no dejan lugar a la duda, y menos aún tras no salir hacia delante el plan anti-tanking.

Desde la notable campaña que realizó el equipo en la temporada 2011-12 llegando hasta segunda ronda de Playoffs, todo ha sido un despropósito. La temporada siguiente estuvo marcada por el fiasco de Andrew Bynum y las marchas de Andre Iguodala, Elton Brand, Lou Williams y Nikola Vucevic (34-48). Tras ello, la brújula de los Sixers marcó un rumbo sin desvíos: la reconstrucción total. El traspaso de su mejor jugador, Jrue Holiday, a cambio de un Nerlens Noel que estaría en el dique seco toda la temporada, ya ponía sobre aviso a navegantes de lo que sería un largo periodo a la deriva. Los siguientes en abandonar el barco; Nick Young, Evan Turner y Spencer Hawes —la guinda este año con Thaddeus Young— para acabar con el poco rédito que le restaba a una franquicia y una afición condenada a esperar.

La plantilla actual

Los jugadores poco tienen que decir y menos poder para decidir en que conjunto desarrollarán sus primeros años en la NBA. Y como se suele decir, ahora están los que son, y son los que están.

La cruda realidad pone de manifiesto lo siguiente:

El futuro del equipo se apoya sobre los hombros de dos —o tres— jugadores. Uno de ellos acaba de comenzar oficialmente su rookie season, y a su consabida habilidad para taponar, Nerlens Noel aún tiene toda una despensa de habilidades y movimientos que sumar a su repertorio. Joel Embiid emulará al anterior en su primer año, si las lesiones se lo permiten, aguantando el chaparrón mientras se cobija entre bailes y tuits. La otra gran esperanza, Michael Carter-Williams, acaba de retornar a las canchas, y si los de arriba cesan en su empeño de traspasarlo (si atendemos a los rumores), sería la tercera pieza de un engranaje destinado a girar a altas revoluciones a ‘x’ años vista.

Pero ahora, aparte de los mencionados Noel y Carter-Williams, lo más potable que tiene la franquicia de Pensilvania está configurado en los nombres de Tony Wroten, Chris Johnson, Luc Mbah a Moute, Alexey Shved y Henry Sims, además de la insólita, por única e inesperada, sorpresa positiva del equipo representada en el novato K.J. McDaniels.

Menos de 32 millones de dólares en salarios, que ya dicen lo poco o nada que pueden competir estos chicos a día de hoy. Por eso mismo, ¿cuanta carga de responsabilidad hay que poner sobre unos jugadores que se avienen a los designios de unos pocos trajeados?.

En el pasado, equipos con mejores plantillas se han visto en una situación paralela. Los New Jersey Nets de 2009-10 aglutinaban en sus filas algunos jugadores obligados a exigirse mucho más que los imberbes Sixers. Aquel roster en particular incluía a Devin Harris, Courtney Lee, Brook Lopez, Yi Jianlian o Kris Humphries entre otros, y sin embargo comenzaron la liga con 0-18 para terminar en un paupérrimo 12-70. ¿Procaz intento de tanking? Cuesta creerlo.

¿Salir a perder?

La cuestión reside realmente ahí. En los vestuarios no hay micrófonos ocultos, ni Josh Harris (máximo accionista del equipo) va pregonando su hoja de ruta. Y aunque así fuera, cuesta creer que chavales que rondan la veintena y con ganas de comerse el mundo, salgan, resignados y obedeciendo unas consignas, a perder deliberadamente. Yo opto por una verdad axiomática: los 76ers son, hoy por hoy, el peor equipo de la liga. Salir a por todas puede no ser suficiente para una plantilla demasiado joven que tiene todo el camino por recorrer. Para crecer antes hay que caer y levantarse, y este equipo aún tiene mucho que tropezar.

Mi teoría no sale muy beneficiada con un calendario asequible hasta la fecha con Pacers, Bucks y Magic en el retrovisor. Pero recordar que los Sixers de la temporada pasada —ya dirigidos por Brett Brown— «también salían a tanquear»…y empezaron la liga con un favorable 5-4.

Querer y poder son a menudos dos conceptos separados por una hebra finísima. Que estos Sixers ebrios de juventud, de piernas, de ganas, pero también de letal inexperiencia, salgan a perder, es algo a lo que mi sentido de la deportividad y del hambre de victoria niega a doblegarse.


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