El periodista, el buen periodista, tiene (o debería tener) el deber deontológico de guiarse por la misma máxima que el buen maestro, el buen abogado o el buen doctor: la amistad estrecha, siquiera un colegueo excesivo que invite al intercambio de memes, rara vez debe ser una opción.
Profesiones que tienen más que ver con los intrincados vínculos paterno-filiales y menos con clásicos de cara al público donde “el cliente siempre tiene la razón”. Esos trabajos donde la relación hay que cuidarla pero sin manosearla, manteniendo una ‘distancia de seguridad’ para evitar que la esencia del trabajo quede expuesta, sin el blindaje necesario para hacer lo que, a veces, es necesario hacer.
Un profesor debe contar entre sus armas (cada día más romas), con la potestad de exigir y corregir desde la autoridad y no desde la argumentación, así como cascar suspensos de 4,8 sin sentirse atacado por la desazón ni la ambivalencia.
Un doctor ha de ser estricto con su paciente a la hora de controlar un tratamiento el cual corre el riesgo de seguirse con manga ancha si quien lo prescribe, además de médico, es un buen y viejo amigo de la infancia.
Un abogado que le tenga estima a su bufete, debe estar preparado para abordar con crudeza la realidad de un cliente y saber que un veredicto desfavorable no pondrá en tenguerengue la cena de Navidad ni el pádel de los domingos.
Y un periodista, atrapado en un cerco más chungo y zaíno que cualquiera de los de arriba, debe moverse con soltura en esa pista angosta y resbaladiza que requiere caerle lo bastante bien al entrevistado para conseguir buenas respuestas a sus preguntas, pero no tan bien como para darle un palo desapasionado en el artículo de después y éste pueda sentir la e traición, quebrándose la relación y mandando al cuerno futuras entrevistas.
Cruzar esta barrera (la de los memes y el pádel), poniendo el código de la profesión en jaque, tiene, evidentemente, algunas ventajas. Charlas desnudas bajo un clima de desenfado, rumores en primicia, anécdotas exclusivas, imágenes entre bambalinas… información, en definitiva, jugosa para el lector y oyente y que todo alma de periodista aspira con llevar a la mesa. Y de paso en estos tiempos, un buen empuje al tráfico web que, entre vacas flacas y rocín hambriento, no está de más.
Geppetto el titiritero
Adrian Wojnarowski personificó en un solo ser algo que en la NBA no era nuevo y ya tenía su sello propio en HoopsHype y otros foros menores que trataban de imitarles con escaso rigor y reducido impacto (Sportando, Insidehoops).
Pero, sin duda, con su figura dotó al papel de la prensa de una nueva dimensión, arrastrándonos a todos con él colina abajo: la noticia dejaba paso a las prenoticias. Los textos más extensos ya no eran analizando lo que acababa de ocurrir en el rectángulo de juego sino lo que podía llegar a ocurrir fuera de él. Las cábalas y sus mil ramificaciones engullían el interés hasta que la noticia, una vez oficial, se cargaba lo mejor del circo, ‘el rumor de la exclusiva’.
“No existe otra competición, o al menos yo no la conozco, que se pueda seguir con cierta fidelidad sin ver un solo partido”.@sanchezoide lo clava, desafortunadamente, con esta frase.
— Enrique Bajo (@EnriqueBajodl) September 19, 2024
A ver si el adiós a Woj significa cierta vuelta a las esencias.https://t.co/pw2NosmzZX
Pero en este negocio nadie da duros a pesetas, y acaparar el 90% de los rumores más corpóreos del mercado NBA por delante de otros gigantes de la comunicación con sus propios insiders, no sale gratis ni tampoco barato.
Promocionar la carrera de tal o cual fuente a cambio de información candente (jugadores, entrenadores, agentes, general managers, masajistas…), sesgar la realidad informativa a voluntad del confidente, castración del espíritu crítico de quien se desvirgó en la profesión como articulista y columnista, sacos enteros repletos de estiércol informativo que medios como el nuestro, para sobrevivir al SEO y a demanda del lector, se ve obligado a publicar, viendo como cuatro insulsas líneas escritas en 3 minutos se llevan 4/5 de la cuota de atención muy por encima de elaboradas piezas resultado de horas de investigación y confección… es la realidad periodística que nos ha tocado vivir para, pervirtiendo la esencia, sobrevivir.
El conocimiento es poder, y el móvil de Woj sabía y conocía tantas cosas que aquello de «mi palabra es ley» casi se hizo realidad, hasta el punto de que él ya no sólo daba la noticia… tenía la facultad de cuasi generarla, alimentando, de entre todos los rumores, el que más convenía a la (su) situación. Dejó de ser insider, donde peleas la exclusiva, para cocinarla a fuego lento junto a los de la otra mitad del parquet.
Todo será igual
El persianazo de Wojnarowski al emirato mafioso que él mismo había erigido no va cambiar nada para mejor, salvo quizás para él mismo y su propia salud (leed, si todavía está pendiente, la última newsletter de Elio).
Incluso puede que ahora que se desprende de su libreta de ‘intocables’, su fuente de sustento los diez últimos años, sea capaz de entregarnos su primer artículo honesto, limpio y libre de presiones desde sus nuevas oficinas en St. Bonaventure.
No va a cambiar nada, digo, porque ahí está Charania con el testigo para heredar el oligopolio y, quien sabe, hacerlo monopolio, superando el pupilo al maestro. Como bien le recordó Risto Mejide a Gabriel Rufián, «el consumidor es más poderoso que el votante»; y el votante, que en esta caso es el lector, es el único culpable de que tras cortarse la hydra una de sus cabezas, sólo tengamos que sentarnos a ver cuántas y cómo de turbias son las que ocupan su lugar.
Se ha ido Woj, el hombre que revolucionó la ética periodística en la NBA, pero ya se acerca la siguiente ola. Llenaos los pulmones que habla Shams y no va a ser de pick and roll.
Para todo lo demás, Extra nbamaniacs, ya que lo bueno es que sin Woj os daremos el mismo número de exclusivas anuales que cuando estaba él. O este hilo de Sergio Rabinal, que prensa buena sigue y seguirá existiendo y resistiendo, como buen reducto galo, ahora y siempre al invasor.
(Fotografía de Ronald Martinez/Getty Images)