Locura, irreverencia, inconsciencia, atrevimiento… Llámenlo como quieran o llámenlo todo, pero Ron Artest era ‘simplemente’ un jugador diferente.
Su baloncesto, muy old school a lo bad boys de Detroit –donde dejó su peor cara con aquel lamentable episodio de Malice at the Palace– siempre tuvo un aire de campeón. Porque nunca agachaba la cabeza, porque su inmensa confianza en sí mismo a veces era hasta motivo de burla, porque ese halo de ‘sinvergüenza’ siempre señaló que podía ser él, porque se levantó encogiendo el corazón de miles para, un 17 de junio de 2010, hacerse inmortal en el Staples.
«Ni siquiera me di cuenta de que estaba en el séptimo partido, estaba tan absorto jugando…». Nunca lo supo, pero lo hizo. En unos Lakers con Kobe Bryant como gran estrella y Pau Gasol como escudero de lujo, la sinceridad consigo mismo valió un anillo.
Artest nunca ha sido capaz de inventarse una película más allá de esa que todos vemos con el como protagonista. Es transparente y nunca ha tenido miedo a que le señalen. Le gustaba exponerse mientras su corazón le guiaba sobre el parqué. Y fue ese, el que no entiende de cálculos, probabilidades o lógicas, el que le convirtió en héroe de la venganza ante los Celtics.
Con el recuerdo de lo ocurrido en 2008, cuando los angelinos mordieron el polvo en las Finales ante su eterno rival, llegaba el Game 7 de las de 2010. Los verdes, con Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen al mando, se mostraban como un auténtico ogro, uno cuya dureza marcaba el listón de todo lo que ocurría a su alrededor. Pues bien, el antídoto fue un Ron Artest que no solo se encargó de echar el freno a Pierce, sino de brillar en ataque y meter un triple a falta de un minuto que supo a sentencia (y lo fue). «Su defensa marcó la diferencia», diría Pau Gasol.
¿Porqué lanzó Artest estando Kobe en cancha? Pues porque fue el único que jugó como si la presión no existiese esa noche. La leyenda de los Lakers se quedó en un 6 de 24 en tiros de campo, Pau Gasol en un 6 de 16… Con esos guarismos se podría pensar que estaba todo perdido –y más llegando a perder por 13 puntos en el tercer cuarto–, pero Artest se negó ‘pisoteando’ cualquier jerarquía; y es que en ese mítico triple recibió el balón de manos de Kobe, pero él mismo admite que no era para que lanzase a canasta. «En mi cabeza oía que Kobe me decía: ‘No tires, no tires…'». Por suerte para los de oro y púrpura, Artest no vino a este mundo para obedecer a nadie, ni a sí mismo.
Bueno… a alguien sí que hizo caso, a un Phil Jackson que tenía claro antes de empezar que el partido podía estar en manos del alero. «Mi cuerpo técnico animó mucho a Ron porque era el que tendría las oportunidades para encontrar los tiros, obtener confianza y lanzar con ritmo». No se equivocó lo más mínimo.
¡Pasen el balón!
El tiro de Artest llegó a falta de un minuto para el final, pero se fraguó mucho antes. Mientras los Celtics dominaban en el marcador, Kobe Bryant empezó a dar síntomas de querer ser el héroe a toda costa, tanto como para perder de vista a sus compañeros. Así lo explicó él mismo. «Cuanto más intentaba presionar, más fallaba y más se me escapaba».
Todos se dieron cuenta, incluido Ron Artest. «Se estaba viendo a un Kobe Bryant decidido y con el deseo de ganar, pero no estaba jugando con el equipo». El alero aseguraría después que pensó intervenir, pero ya lo hizo Phil Jackson, quien durante un tiempo muerto gritó a la desesperada, y mirando a Kobe… «¡Pasen el balón! ¡Tenemos que pasar el balón!».
El resultado ya lo conocemos. El juego de los Lakers empezó a fluir y los Lakers se levantaron hasta que Artest dio el golpe definitivo. «Me alegro de que mis compañeros nos hayan devuelto al partido. Este es por mucho el campeonato más dulce, porque son ellos (los Celtics). Ron y el resto de los compañeros me guiaron».
Las gracias, al psiquiatra
¡Cómo no! Artest siempre ha tenido un toque inesperado, de no saber por dónde va a salir, pero es que buscarle explicación sería justo ir contra lo que es él.
Confirmado el triunfo por 83-79 y, por tanto, el anillo para los angelinos, Artest fue el primero en ser entrevistado en la ABC tras acabar con 20 puntos, 5 rebotes y 5 robos. ¿Por dónde empezó? Por dar las gracias a su psiquiatra mientras comentaba, algo triste, que uno de sus hijos estaba celebrando con la familia de Kobe en vez de con él.
«Sinceramente, le tengo que dar las gracias a mi médico. Entre el trabajo que hice con ella está el de ayudarme a estar relajado en esos momentos porque normalmente no se me dan bien, y lo sé. Entonces me pregunté… ¿qué hago para ser bueno en esos momentos?», explicó dejando de lado la euforia.
Enrte silbidos y la ‘confianza’ de Kobe
Lo cierto es que the shot tuvo entre poco y ningún apoyo. Los propios aficionados de los Lakers llevaban semanas silbando, increpando y quejándose cada vez que Artest decidía lanzar a canasta. A ninguno se le olvidaba alguna acción pasada como un triple sin sentido alguno en la anterior eliminatoria contra Phoenix Suns. Pero claro… si el que te pasa el balón es Kobe Bryant…
«Nunca me pasaba el balón, y me lo pasó. Kobe me lo pasó y tiré un triple. Es un maestro zen, así que puede hablarte sin necesidad de micrófono y lo oyes en la cabeza: ‘Ron, no tires, no tires…’. Pero me dije… ‘Qué sea lo que tenga que ser’. Y… ¡pum, tres puntos! Aunque me encanta el zen», explicaba en su día.
Respecto a qué pensó mientras armaba el brazo, Ron recalcó que su mente estaba en blanco, pero que visto con perspectiva tiene claro que el trabajo mental que realizó previamente le ayudó a tomar la decisión correcta. «Necesitaba relajarme en esos momentos. Fallé un par de triples en los que estaba completamente y que desearía que hubieran entrado. Confié en todo lo que me dijo me médico sobre relajarme. Y ¡zas!, el gran triple entró».
Artest habla del zen, y si hay alguien en esa filosofía no es otro que Phil Jackson. El ganador de 13 anillos, dos como jugador en New York Knicks y nueve como entrenador entre Chicago Bulls y Los Angeles Lakers, no tuvo dudas tras el partido sobre quién lo había ganado. «Ron Artest fue el jugador más valioso esta noche. Le dio vida a nuestro equipo, le dio vida a la afición, nos dio vida a todos».
La realidad es que todos acabaron encantados con él, incluido un Pau Gasol que sintió ese triple y el anillo como un sueño de niños en el que Artest fue el que provocó la sonrisa de todos. «Estoy muy contento por cómo jugó Ron. Es sin duda una parte fundamental de nuestro éxito. Es como un niño pequeño que cumplió su sueño y que hizo que todos lo cumpliésemos».
Artest, a corazón abierto
Artest no solo ganó un anillo aquella noche para pasar a la historia de los Lakers, sino que visto con perspectiva asegura que lo más importante de lo ocurrido durante la celebración fue admitir que había necesitado ayuda psicológica para afrontar un momento de tal presión.
«La gente decía: ‘Oh, Ron le dio las gracias a su psiquiatra. Está loco… ¿Cómo que estoy loco? Por eso la gente no sale del armario. Por eso la gente no dice que tiene problemas. Cuarenta millones de personas vieron ese partido. Con que una sola persona te llame loco, es suficiente, sobre todo si eres un niño. Si millones de personas te llaman loco, es peor. ¿Quién quiere exponerse y ser vulnerable? Nadie. Excepto yo». Palabra de Ron Artest.
(Fotografía de Matthew Emmons-Imagn Images)