Analizando las Finales: ¿el ‘peor’ rival posible para los Warriors?

Da pena haber perdido a los Miami Heat en la última posta, dejándonos un regusto amargo; como si, aún con sus tremendos playoffs, no les hubiésemos visto desplegar todo el potencial que albergaban dentro: lluvia de hero ball a Jimmy Butler, un básquet menos coral del esperado tras añadir a Kyle Lowry a la ecuación y sumarla al arsenal de Bam Adebayo, un retorno a medias de Victor Oladipo o el fracaso de Erik Spolestra en devolver a la rotación a un Duncan Robinson cuyos triples los han añorado los Heat sobremanera en su, a veces, monofocal esquema de estos playoffs.

Dicho esto, tener a los Boston Celtics en las Finales de la NBA siempre da relumbrón. Más estos Celtics, de los que hay para decir un montón de cosas buenas. Y las vamos a decir.

El camino a la final: de rosas y espinas

Para valorar el presente y futuro más inmediato, nada como empezar con una rápida ojeada a lo que han ido dejando atrás. Brooklyn Nets, Milwaukee Bucks y Miami Heat. O visto de otro modo: el campeón de 2021, el subcampeón de 2020, y el intento de PSG de la Conferencia Este.

Afrontar el cuadro más temible de entre los posibles no alteró un eslogan que no necesita rimar: ‘Hasta el Final, vamos Celtics’. Y con paso valiente cruzaron el Rubicón. Durant, Irving, Drummond, Holiday, López, Antetokounmpo, Butler, Lowry, Adebayo… una ristra de cadáveres all-star alimentando el camino. Y al volante un Ime Udoka que logra en su primera temporada lo que se le resistió a su antecesor, Brad Stevens, hasta en tres ocasiones: romper la barrera de las finales de conferencia.

Los Warriors, por su parte, han tenido unos cruces bastante más apacibles sin desmerecer a ninguno de sus rivales. Pero como dice el sticker, ‘lo que es verdad no es mentira’, y actualmente, (algunos debido a las bajas, otros simplemente por el grado de madurez del proyecto), Nuggets, Grizzlies y Mavs no pueden compararse con la dureza y entidad de los equipos que han hincado rodilla uno tras otro ante el martillo pilón de Massachusetts.

Dallas, tremendo cómplice, se encargó de allanar, aún más si cabe, el camino a los de Steve Kerr dando la sorpresa y eliminando al que prometía ser el verdadero y casi único escollo real de GSW hasta la antesala del título: los Phoenix Suns.

Y todo esto hay que tenerlo en cuenta antes de simplificar lo que ha costado a unos y a otros alcanzar las Finales; dos Game 7 en el caso de los Celtics, ninguno para Golden State.

Dos equipos con el ‘full-pack’

Visto el framing, vamos con la previa, aún a riesgo de estrellarnos. El grado de indeterminabilidad en cuanto a lo que puede suceder en unas Finales por el anillo es abrumador. Tan factible la barrida como alcanzar el Game 7. Aún así, hay un terreno táctico que sí podemos pisar con cierta firmeza.

Se enfrentan, sobre el papel, el conjunto que mejor ha rendido a nivel de ataque contra la segunda mayor defensa. El off.rating de GSW (116,1) vs el def.rating de los Celtics (105,1). Y también los dos mejores net ratings de los dieciséis equipos que han participado en las series. En síntesis, dos equipos sobresalientes en ambos extremos del parquet.

Celtics: ganar desde atrás

Si los Warriors se plantan en este duelo con el tímido cartel de favorito, la mayoría de analistas coincidía (antes de disputarse el Game 7 ante los Heat) en que los Celtics iban a ser un hueso más difícil de roer para Stephen y compañía que la franquicia de Florida. Reflexión esta que nace, primordialmente, de la calidad de los emparejamientos.

Para ello hay que partir, sí o sí, de una premisa, y es la salud total y absoluta de la plantilla de Boston, o al menos la de sus imprescindibles. Smart, Brown, Tatum, Horford, White y los Williams (Robert y Grant). Y si me apurais, Pritchard y Theis. Una rotación de nueve; todos ellos por encima de los diez minutos de media en los vigentes playoffs.

Es tal la calidad del quinteto estrella de Steve Kerr (donde ya ni siquiera Looney parece chirriar) que la necesidad de taponar a cada uno de sus miembros se antoja imperativa, pues una grieta en el sistema puede desatar en cualquier momento el alud. Y ahí, Udoka y su séquito han demostrado estar a la altura.

El espectacular giro de guión que llevan protagonizando los de Massachusetts desde mediados de enero se cimenta desde una defensa superlativa que parte desde el líder en el distrito, Marcus Smart (Defensor del Año), y se ramifica a través de sus alas, los Jays, hasta el vértice de la pintura, donde Al Horford, y, sobre todo, Robert Williams se han convertido en un baluarte que desanima a sus oponentes a intentar herirles por dentro aún más que por fuera. Todos muerden como hienas en su posición.

A idénticas cotas de tenacidad y esfuerzo, raya el nivel de lectura de Ime Udoka y la capacidad de su plantilla para adaptarse, casi instintivamente, a sus cambios de pizarra, varios de calado, entre un partido y otro. Al análisis DAFO del rival y su evolución durante la serie responde Udoka siempre contrarrestando desde la defensa.

Brooklyn Nets

Así pues, contra Brooklyn pudimos ver una y otra vez como la estrategia de ahogar a Kevin Durant funcionaba, en base a ayudas, marcajes agresivos y buen empleo de los espacios, sobresalientes en los close-out. A esto KD no supo responder como muchas situaciones exigían, que era reconvertirse en creador y distribuidor. Obcecado en retener en sus manos el balón más de la cuenta y pasarlo sólo en casos de emergencia, bajó rotundamente los porcentajes de él mismo y de sus compañeros, quienes se veían empujados a tiros forzados y sin poseer el talento suficiente para convertirlos.

El empleo de las pantallas para favorecer mismatches tanto en la pintura como en situaciones de penetración (con Seth Curry e Irving como víctimas habituales), así como generar ventajas en el rebote, fueron otros surtidores que Steve Nash no supo paliar.

Miwaukee Bucks

Ante Milwaukee, batiéndose el cobre ahora ante un equipo mucho más conjuntado y una defensa de élite, tocaba bailar sobre el alambre para aminorar (porque frenar es imposible) el daño de un jugador con pasaporte alienígena. Y en el Game 1, Giannis Antetokounmpo, cuyo IQ es aún mayor que su envergadura, se los merendó.

La estrategia aplicada con Durantula no funcionó tan bien con un jugador que no tiene ningún reparo a la hora de compartir el balón. La confianza del griego en sus compañeros es total, y su rapidez en doblar el cuero cada vez que veía cernirse sobre él un torbellino de manos, le condujo a un total de 12 asistencias, su 2º mejor marca en unos playoffs.

Ante esto, el bandazo de Udoka para el Game 2 fue radical, y consciente del poder de sus hombres en la marca 1vs1 apostó por un vuelco de pizarra donde lo dominante no era ya el manejo del space y el sistema de ayudas, sino el control férreo de los emparejamientos.

Ahí surgió con fuerza la figura de Grant Williams, uno de los ala-pívots más fuertes del circuito en términos de guardar la posición, y que no sacrifica versatilidad si de salir cubrir el perímetro se requiere. El ex de los Volunteers hizo una labor encomiable en la pintura, confirmándose como un dolor de cabeza en cada aventura de Giannis en acciones de post-up.

Tocaría ahora seguir hablando de Al Horford y su inmaculado dominio de los espacios convirtiéndose, como sucedía con Marc Gasol, en un defensor de primera línea sin alardes numéricos ni tampoco estéticos.

El dominicano ha regresado esta campaña para volver a vestir el verde (es su cuarta temporada en Boston) como un viejoven que, a sus 35, se ha ido tachonando al pecho el cartel de irremplazable conforme la temporada iba ventilando etapas. Es un constructor-destructor cuyo magia atrás se traduce en que sus rivales ‘tomen aquellas decisiones que no quieren tomar’, mientras que en ataque, como dijo nuestro colega David Sánchez, su mejor talento reside en «hacer que cada balón que abandone sus manos salga mejor de lo que ha llegado».

Y podríamos seguir con el desbroce, pero creo que ya es suficiente para entender la mayor. Los Celtics son un equipo espectacular en defensa, independientemente del rival. Es más, evolucionan con el rival. Zach Lowe, voz de autoridad en ESPN, la ha descrito recientemente como «posiblemente, la mejor defensa que haya visto nunca».

Warriors: una máquina casi perfecta

Y Golden State, su último rival, su Numancia celtíbera, el Bowser definitivo, en poco o nada se asemeja a los tres que han sometido hasta el momento en el Este. Armados hasta los dientes, los Warriors del tridente más letal de la pasada década hacen de todo y casi todo lo hacen bien.

A Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green (que llegan esta vez sin contratiempos ni lesiones) se unen otros dos nombres a los que cuesta tildar de secundarios. Jordan Poole y Andrew Wiggins, otro par de éxitos de Steve Kerr, un genio en eso de integrar nuevos ingredientes de difícil mezcla sólo para favorecer el sabor del conjunto.

Otto Porter Jr, otro que ha ido ganando protagonismo con el devenir de las series, también estará disponible, recuperado de su pie izquierdo, para este last dance. Y no faltará tampoco Gary Payton II, a quien ya deshojamos como defensor soberbio unos meses atrás. La maquinaria (olvidando que existe un tal Wiseman) al completo.

Con dos refriegas en temporada regular donde el balance fue 1-1 y con poco que rascar (pues las bajas y la falta de ‘urgencia’ las desvirtúan como objeto de inspiración), el estudio y tanteo entre estos dos colosos parte casi desde cero. Una tabula rasa que irá tomando color con el avance de la eliminatoria y que puede (aunque recemos por que no) perder alguna extremidad por el camino. Porque si algo sí podemos sacar en claro de su par de duelos en RS es que la intensidad está garantizada. Y ante ella, ningún tobillo está cien por cien a salvo de torceduras.

Verse las caras con Golden State implica vérselas con el segundo equipo que mejor ha lanzado a canasta en estos playoffs y que cuenta en nómina con dos de los mejores tiradores de todos los tiempos, a lo que añadir unos Wiggins y Poole que han demostrado lo capaces que son de anotar sus tiros abiertos, convirtiendo así a los Warriors, a diferencia de sus anteriores oponentes, en una hidra de cuatro cabezas donde no puedes dejar ninguna sin cortar.

Porque a su facilidad para anotar hay que añadir, necesariamente, su amor por hacer circular el balón. En un equipo donde 2 de cada 3 canastas vienen precedidas de asistencia (66,9%), el nivel de concentración y sacrificio en la marca, los cambios, la salida de pantallas y los punteos deben acariciar la perfección áurea.

El otro vástago de Popovich

Con hombres varios tanto para machacar en catch & shot cómo producir tras bote, no sería de extrañar que Udoka apostase de inicio por un híbrido de marcaje al hombre alternando con un plan de ayudas y puntuales defensas en zona. En cuanto a los Warriors habrá dos aspectos clave a despejar: el uso de quintetos de Kerr y el riesgo que implica un all-in por el small-ball ante unos Celtics sobrados de movilidad, músculo y centímetros, así como el tipo de barricada que diseñen atrás como cara opuesta de la moneda.

Si Udoka es un estupendo gestor de puzzles de mente abierta en su libro de jugadas, Kerr no le anda a la zaga. Al entrenador jefe de GSW, que lidiará con sus sextas Finales en ocho años (de locos), le hemos visto en estos mismos playoffs instalar murallas defensivas bien distintas en función de quién tenía delante tratando de abordarlas.

La zona en 1-2-2 que tantos cortocircuitos generó en los Grizzlies no tuvo continuidad ante los Dallas Mavericks, pues Luka Doncic requería una atención distinta. Ahí vimos como Andrew Wiggins no sólo era el elegido para emparejarse con el esloveno, sino que además tenía un cometido claro de ‘extra pressure‘ en cancha contraria en la subida de balón, arañando preciosos segundos de posesión que desembocaban en un tardío, y a veces precipitado, desarrollo de la jugada por parte de los Mavs. La misiva era clara: cuando Luka descansaba, Wiggins podía sentarse en el banquillo; si Doncic saltaba a cancha, Wiggins, automáticamente, también.

Pero el bueno de Andrew no es suficiente para detener el LukaBall. Como antídoto al ‘5-Out offense‘ que tanto rédito les ha dado a los Mavs en lo que va de mayo (que consiste en tratar de emparejar al ‘rival más débil’ en pista con Doncic, y generar a partir de ahí), más allá de ese ‘box-and-1 defense‘ (donde Wiggins es ese ‘1 defense‘), la capacidad de la defensa de los Warriors para reaccionar y mantenerse tensa a cada cambio de marcha y giro de tuerca de Doncic debía ser excelsa. Y así fue. Al término del Game 1 el propio Doncic reconoció que ya había sido presa de esa telaraña en fase regular, ante los Charlotte Hornets, pero que los Warriors habían logrado elevarla al siguiente nivel en ese primer partido, desdibujándolo casi por completo (6 de 18 en tiros).

La segunda parte del plan no podría llevarse a cabo sin contar en tus filas con un hombre como Draymond Green. Porque su papel, como jefe de la zaga, consistió en evitar e interceptar, segundo tras Wiggins, tantas penetraciones de Doncic al aro como fuera posible, y en segunda instancia sincronizarse con sus compañeros para levantar los mejores close-outs cuando el balón fuese doblado hacia afuera, y sólo permitiendo –casi animando– a que fuesen los tiradores ‘menos fiables’ de los Mavs los que terminasen probando fortuna de cara al hierro. Y en 4 de 5 partidos, funcionó.

Otras virtudes en defensa de los Warriors, y que se hicieron notar en estas semifinales, fueron su férrea convicción en esquivar los cambios de marca (haciendo que su mejor defensor siempre esté sobre el mejor atacante, y prefiriendo que su jugador objeto del mismatch sortee los bloqueos y pantallas, algo en lo que Curry, más que un especialista, es un fiera), o en maniatar el pick & roll forzando muchas situaciones de pick & pop más proclives al fallo (Maxi Kleber en el midrange), y emergiendo Looney como soldado eficaz sobre el terreno.

Las zonas de confort: los cuartos predilectos

Y luego están las dinámicas, que cuando la muestra es amplia, tras dieciséis (y dieciocho) partidos, no las podemos ignorar. A los Celtics les van los preliminares y a los Warriors lo de a continuación. Según NBA Stats, los GSW no sufren una preocupación excesiva yendo al trantrán en el marcador durante los primeros 36 minutos, ya que en los últimos 12 activan el modo ‘apisonadora’ y ahí… boomshakalaka. Una media de -7 puntos en los tres primeros cuartos (en sus 16 partidos de playoffs) que se contrarrestan con el +94 que les infligen al contrario llegado el último periodo.

Según lo visto estas series, si los Warriors entran en la última manga perdiendo, es más probable que ganen a que pierdan (4-3). Pero si entran ganando, ya no hay duda (8-0). En últimos cuartos, los Warriors de 2022 endosan al rival un +25,4 puntos por cada 100 posesiones. La mejor marca en un cuarto de la última década sólo superada por los propios Warriors de 2018 (donde se marcharon hasta los +30 en los terceros cuartos de playoffs).

Pero ojo que a los Celtics también les va la marcha en este tipo de datos. Son el segundo equipo que más se activa en las segundos mangas (+17,2 por 100 posesiones) y no han dejado de ser sólidos en los cierres de los partidos (+8,4, una cifra que se vio mermada por la casi remontada de Miami en el séptimo partido). Si los de Udoka entran ganando en el último cuarto, y a tenor de lo visto en este último mes, el triunfo es casi imposible que se les escape (10-1).

Dinámicas inconciliables las de Boston y Warriors por lo que alguna, indefectiblemente, tendrá que ceder.

Un dato más para que el universo, ya si eso, explote: los Warriors están imbatidos en su casa, el Chase Center, en todo lo que va de playoffs. Los Celtics han ganado siete veces fuera de casa en lo que llevamos de eliminatorias; incluido el Game 7 ante Miami.

Algunas preguntas para terminar

¿Ganará Curry, a la sexta oportunidad, su primer MVP de las Finales?

¿Tendrá Andre Iguodala un papel relevante como para llevarse su segundo MVP?

¿Cuantas bocas callarán Brad Stevens y Danny Ainge si, tras muchas críticas, la terca apuesta por los Jays da resultado?

¿Andrew Wiggins, jugador más valioso?

¿Pesarán más, en esta serie por el anillo, nombres como el de Draymond Green, Robert Williams y Marcus Smart por encima de los Curry, Thompson, Tatum y Brown?

¿Las Finales, a priori, más igualadas y bonitas desde 2016?

(Fotografía de portada de Maddie Malhotra/Getty Images)


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