Cómo mejorar la Copa NBA

La Copa NBA ha sido un éxito. Indiscutiblemente. Pese a las dudas con respecto a la implicación de los jugadores y aficionados, nadie duda de lo bien que ha funcionado este formato, que nos ha regalado partidos a vida o muerte en noviembre y diciembre, ha ilusionado a las aficiones de equipos que a priori no van a pelear por el anillo, y ha servido a estrellas emergentes para derribar de una patada la puerta de entrada al mainstream.

Pero, como primer año del experimento, también hay detalles que no han sido redondos. Y teniendo en cuenta lo propenso que es Adam Silver a hacer modificaciones y ajustes, no es descartable que veamos retoques en la competición a partir de 2024, de modo que repasemos algunos de los aspectos que pueden retocarse o que han generado controversia. En resumen, intentemos mejorar la Copa NBA.

Pongámosle nombre (de verdad)

In-Season Tournament (Torneo de mitad de temporada) suena a nombre provisional que alguien se olvidó de cambiar. Lorem Ipsum Tournament prácticamente. Y encima presenta el problema de que es tan intraducible que en el resto de idiomas hemos tenido que buscarnos la vida. No puede ser así. Hay que ponerse con eso.

Hay teorías que apuntan a que desde la NBA querían esperar a ver si la competición cuajaba antes de comprometerse con un nombre oficial, porque sería bastante feo ponerle el nombre de una figura importante en la historia de la liga a un torneo que desaparece a los dos años. Pero, visto el éxito, esta excusa ya pierde fuerza. También se habla de la posibilidad de vender el nombre a un patrocinador, lo cual no arregla el problema porque esas denominaciones rara vez cuajan. ¿O acaso llama alguien al Concurso de Habilidades el Taco Bell?

Dicho esto, no es una decisión fácil. Porque incluso si en la NBA aman denominar a cualquier premio con el nombre de alguna leyenda del baloncesto, sería extraño que diera nombre al torneo un jugador que nunca lo disputó. Pero algo hay que hacer.

Las canchas

Sobre el papel, dar un aspecto diferente a las pistas en las que se juega para que el aficionado reconozca de un vistazo que el partido que está viendo no solo cuenta para temporada regular es una idea brillante. Da al torneo una entidad propia y evita confusiones. Pero claramente no han cuajado. La opinión mayoritaria es, si bien quizás no de rechazo rotundo, desde luego lejana a la aceptación. Y aunque algunos diseños funcionan mejor que otros, hay determinados colores en los que incluso se hace complicado seguir el partido a ratos.

Sin embargo, como el problema no tiene tanto que ver con la idea base como con la ejecución, la solución parece tan sencilla como bajarle un par de tonos al histrionismo de los diseños. No necesitamos canchas completamente rojas o azules para darnos cuenta de que hoy es un día especial. ¿O si?

Y es que, aunque pueda dolernos, quizás esta medida no es para nosotros los frikis del baloncesto que estamos pendientes de cada jornada y pensando que ojo que si Chicago le gana a Charlotte de más de 12 puntos conserva opciones matemáticas de ser el mejor segundo. Esta parece una medida diseñada para el aficionado casual estadounidense que ni siquiera se sabe el formato del torneo y que se encuentra con el partido de rebote cuando cambia de canal después de ver la NFL. Y a ese aficionado se le enciende una bombilla y le suscita interés saber por qué de repente el parqué es violeta. A ese señor de Alabama es al que quiere enganchar la NBA, porque a nosotros ya nos tiene. Así que igual tenemos que ir aceptando que estos colores no van a desaparecer.

Las Vegas

La NBA está como loca por hacer que Las Vegas sea parte de la competición. Y a la espera de una posible expansión que dé a la ciudad un equipo, la han convertido en sede de la final four. Con un resultado no tan satisfactorio como cabría esperar.

En este sentido, resulta dolorosa la comparación entre los encuentros de cuartos de final y las semifinales. El Bankers Life Fieldhouse de Indiana fue un hervidero en el partido contra Boston, realmente se sentía un ambiente de playoffs, de fiesta, de emoción. Pero en las semifinales contra Milwaukee todo estaba más apagado. Asientos vacíos, aficionados neutrales que disfrutaban del espectáculo pero que estaba lejos de transmitir la pasión que generan 15.000 almas apoyando a los suyos. Y aunque lo que se vio sobre la pista fue igualmente impresionante, falta algo de aura. Un sí pero…

En 2020, Anthony Davis anotó en la burbuja de Orlando una canasta ganadora sobre la bocina ante Denver, y LeBron James aseguró que lo único que lamentaba es que esa acción no hubiera llegado ante un pabellón repleto porque la sensación es completamente diferente. Y no es como si el público de la final four haya sido equiparable a un pabellón vacío, tampoco es eso, pero choca que la liga haya luchado tanto por hacer de este torneo algo relevante para luego llevar su fase final a un territorio donde se va a vivir con tanto desapasionamiento. Seguramente no esperasen que fuese así. Pero si la NBA esperaba una despedida de soltero en Las Vegas, se ha encontrado un babyshower.

No ayudó tampoco la hora a la que arrancó la primera semifinal, más considerada para los europeos pero extrañamente temprana para los locales, pues no son precisamente pocas las personas que no pueden asistir o prestar atención a un partido que se disputa un jueves a las 2 de la tarde. Esto puede remediarse con una solución tan simple como no disputar las dos semifinales el mismo día, pero problema el importante, el de huir de las aficiones locales para irse a un territorio neutral, sigue ahí.

Incluso si los aficionados quisieran desplazarse para ver a su equipo en Las Vegas, el hecho de que las semifinales se disputen tan solo dos días después que los cuartos de final hace de este un viaje prácticamente imposible de planificar para el espectador promedio, especialmente para aquellos de la costa Este. Los Lakers, cuya ciudad se encuentra a unas 4 horas en coche, sí notaron más aliento durante sus partidos, pero desde luego la fiesta de Las Vegas no se ha trasladado al interior del pabellón.

Según afirma Sam Amick, periodista de The Athletic, el acuerdo entre la liga y la ciudad solo la confirmaba como sede de la fase final para este año, sin garantías para 2024. Pero siendo realistas, el glamour de Las Vegas posiblemente pese mucho a la hora de elegir dónde se celebra el año que viene.

Cambios de calendario

Este último es un problema bastante menor en tanto que solo afecta a un par de equipos, pero ha generado quejas que podemos considerar legítimas hasta cierto punto y tiene que ver con la forma en que se ajusta el calendario una vez que se determina qué equipos superan la fase de grupos. Pues los partidos de cuartos de final, a priori más competidos y ante rivales más complicados, siguen contando para temporada regular. Y aquellas franquicias cuya posición en la clasificación puede depender de una o dos victorias tal vez se sientan perjudicadas.

Para ilustrarnos usemos el ejemplo de los Knicks. Al terminar como el mejor segundo clasificado de la Conferencia Este, los neoyorquinos tuvieron que jugar los cuartos de final en Milwaukee, y tras caer frente a los Bucks tuvieron que viajar a Boston para medirse con el equipo que había caído en la otra eliminatoria. Y, como era esperable, perdieron ambos encuentros.

Mientras, sus potenciales rivales por los puestos de playoffs del Este afrontaron duelos más asequibles en los que pudieron rascar alguna victoria. Es más, debido a este reajuste, los Knicks se medirán un total cinco veces durante la temporada regular a Boston y Milwaukee, primero y segundo de la conferencia, algo que ningún otro equipo tendrá que hacer.

Este es seguramente el caso más extremo, pero en el Oeste ocurre algo similar. Phoenix, mejor segundo, tuvo que medirse en cuartos a los Lakers y posteriormente a los Kings, dos rivales de entidad ante los que sufrió dos derrotas. Minnesota, que no pasó a cuartos por basketaverage, jugó sus respectivos partidos contra dos equipos del fondo de la tabla como San Antonio y Memphis. A quienes, por supuesto, ganó.

¿El sistema de desempate?

Este es un tema que ha generado mucha controversia en Estados Unidos e incluso alguna polémica sobre la pista, pero con el actual formato de tres grupos recurrir a la diferencia de puntos para determinar quién es el mejor segundo parece la opción más lógica. Es más, usar el basketaverage obliga a los equipos a pelear hasta el final en cada partido y da algo más de emoción a encuentros resueltos. De alguna manera, se podría considerar que este sistema acaba con el concepto de minutos de la basura. Pero también presenta algunos problemas que quizás convenga revisar.

Y es que la idea de que esta forma de desempate hace que cada canasta cuente es verdad… a medias. Porque en un torneo tan corto en el que dos derrotas te dejan fuera (no de forma matemática pero sí a efectos prácticos) un equipo que ya ha perdido el primer partido y que va perdiendo el segundo por 20 puntos en el último cuarto no tiene en realidad ningún incentivo para intentar perder solo por 10. Mientras que el equipo que gana por 20 sí tiene incentivos para intentar ganar por 35. De modo que los minutos de la basura acaban solo para uno de los dos.

No obstante, este problema solo es tan grande como los jugadores quieran hacerlo. Si no vas a esforzarte por recortar tu desventaja, tampoco recrimines a tu rival que quiera ampliarla. Pero el uso de la diferencia de puntos sí trae consigo otro aspecto problemático, que tiene que ver con el calendario de la última jornada.

Como ya ocurrió este año, el hecho de que los partidos se jueguen en horarios diferentes da ventaja a quienes disputan sus encuentros más tarde, pues permite a estos equipos saber a ciencia cierta por cuánto tienen que ganar para clasificarse para los cuartos de final. Y aunque esto tendría una solución tan obvia como hacer que todo se juegue a la misma hora, esto no es realmente posible porque, al tener grupos impares, no puede haber una jornada en la que jueguen todos los equipos. De modo que, aunque se unificara el horario de la última jornada de la fase de grupos, habría seis equipos, uno de cada grupo, que ya habrían disputado sus cuatro encuentros y que, en caso de aspirar a ser el mejor segundo, estarían en desventaja.

(Fotografía de portada: Ethan Miller/Getty Images)


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