Sergio Rodríguez, ante el verano que llega

“Creo que era el momento adecuado para regresar y estoy muy ilusionado. Quiero disfrutarlo al máximo”. El pasado mes de octubre, en una conversación con quien esto escribe, Sergio Rodríguez irradiaba felicidad por el paso dado de volver al otro lado del Atlántico, a la NBA, al sitio donde estuvo de 2006 a 2010 y que le dejó una espina clavada en forma de tres franquicias y un poso de historia no concluida.

El Chacho firmaba por los Sixers en julio de 2016, tras haberlo ganado todo con el Real Madrid y con la sensación de que debía salir de la zona de confort para cerrar su relato inacabado con la NBA. “Me habría arrepentido de no volver”, incidía Rodríguez en esa charla de pretemporada, del otoño de Filadelfia que auguraba un futuro interesante.

Sergio Rodríguez llegaba a los 76ers, una franquicia perdedora, con un horrendo balance de 10-72 en la 2015/16 pero con ilusiones en el porvenir a medio plazo. Ni hablar de playoffs en la campaña que se avecinaba, pero sí de construir, bajo la base del nº1 del Draft de 2016, Ben Simmons, y de Joel Embiid, fruto del Draft de 2014 (nº3) y listo para debutar en la NBA tras dos cursos en blanco por lesión. En esa idea de Sixers, Rodríguez encajaba como el veterano, el más veterano de la plantilla después de la retirada de Elton Brand. El tinerfeño firmaba por un año y 6,8 millones de dólares. Era dueño de su destino, con el telón de fondo de julio de 2017 y de la agencia libre, dispuesta a repartir todavía sueldos más jugosos que los otorgados en 2016.

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Sobre el papel, era el plan perfecto para el exjugador del Real Madrid. A sus 30 años, en un rol diferente al de una década atrás cuando recaló en Portland, Rodríguez dependía de su talento para optar a cotas mayores de cara a la 2017/18. Pero él, aprendida la experiencia pasada, no quería hablar más allá de lo que tenía en la mano: Filadelfia, los Sixers y una nueva etapa con su mujer y su hija.

El primer contratiempo en la franquicia llegó con la lesión de larga duración de Simmons, sin haber disputado un minuto oficial. Aldabonazo a la organización, que sin embargo no afectó al rendimiento de Sergio, que empezó bien.  Y es que, contratiempos de lado, el plantel edificaba para el futuro, con la atención principal centrada ahora en Embiid y su importante, pero racionado, impacto en el juego. No se iban a hacer locuras físicas con el camerunés, inactivo desde 2014. Todo poco a poco, porque a orillas del río Delaware sobraba el tiempo y la paciencia.

Hasta el 29 de diciembre de 2016, Rodríguez jugó en 30 de los 31 partidos que disputaron los Sixers y fue titular en 29 de ellos. En un contexto donde las victorias eran secundarias, Sergio Rodríguez producía desde el quinteto inicial, destacando su solvencia en la anotación y su frescura como asistente, hasta el punto que llegó a igualar su récord personal de 12 asistencias en un duelo, tope que ya había alcanzado en 2009.

Esguince de tobillo y vida de suplente

Pero ese 29 de diciembre, el base español se torcía el tobillo ante los Jazz. Nada grave ni preocupante en el plano físico, pero suficiente para dejarle de baja tres encuentros y sacarle de la titularidad. En ese espacio de tiempo, T.J. McConnell, hasta entonces su suplente, supo ganarse el pan. Cuando Rodríguez quiso volver a la rotación, el base estadounidense había convencido a Brett Brown de que era su hombre para el timón de los Sixers. En paralelo a esta realidad, otra que complicó más el camino para El Chacho: los de Phila encadenaron un enero único, donde soñaron con los playoffs, donde el propio McConnell aniquiló a los Knicks con una canasta sobre la bocina y donde Embiid y The Process fueron mundialmente conocidos. El fenómeno de los Sixers duró todo el primer mes de 2017 y se apagó a la vez que el propio Embiid volvía a tener problemas físicos.

Rumores y listas de transferibles

Mientras  eso sucedía, Chasson Randle firmó un contrato multianual con los Sixers tras dos acuerdos de 10 días, lo que añadía más competencia a un Rodríguez que sólo jugó un partido más como titular; incluso llegó a no disputar ni un segundo en otro.

Su nombre se asoció con los Cavs, dentro del interminable casting de bases orquestado por LeBron, y en las últimas horas del mercado de traspasos y antes del cierre, los Sixers le colocaron en la lista de transferibles. En Filadelfia se movieron mucho, pero nada salpicó a Rodríguez. La llegada en última instancia de Splitter, de Anderson y de Bogut y la salida de Noel e Ilyasova obligaba a hacer un corte en la plantilla de 15 jugadores para materializar la jugada. El damnificado fue Randle, quien espera que Bogut sea despedido para volver a la disciplina de los Sixers.

¿A qué contrato puede aspirar?

Al igual que el resto de españoles en la NBA, salvo Ibaka, el base de los Sixers no fue traspasado. Volvía a jugar, tras el parón del All-Star, para registrar 2 puntos y 8 asistencias en 15 minutos de juego en la victoria ante los Wizards.

Desde el 21 de enero, cuando no jugó ante los Hawks por decisión técnica, Rodríguez ha estado en pista siempre que ha habido partido. Y buenos puñados de minutos, con estadísticas sólidas. De hecho, sus prestaciones mejoran las de todas y cada una de las temporadas pasadas y en conjunto, también es su mejor curso como profesional en la NBA.

Antes del compromiso de este sábado ante los Knicks, estaba en 8 puntos y 5,2 asistencias por partido, cuando sus medias en la carrera son de 4,8 tantos y 3,3 pases de canasta. Y juega más en esta 2016/17, mucho más. Sus promedios más altos en la etapa 2006/10 fueron los 19,2 minutos en su corta estancia en los Knicks. Ahora, en Filadelfia, se va hasta los 22,6.

Si bien quizá puede haber un punto de desilusión por cómo empezó la campaña, Rodríguez está manteniendo el tipo en su regreso a la NBA. Tiene cartel y ahora dispone de dos meses donde la ausencia de presión por los resultados de los Sixers puede ser un arma de doble filo. Salvo milagro, los de Brett Brown no estarán en las eliminatorias por el anillo y para finales de abril El Chacho ya estará de vacaciones. Buena parte de su porvenir se puede dirimir en este tramo marzo-abril, donde el base puede revalorizar un currículum de por sí bueno y que no le tendría que impedir firmar un contrato que ronde el salario medio de la NBA para la 2017/18, esto es, alrededor de 8 millones de dólares anuales, un buen pellizco por encima del salario que percibe en la actualidad. Puede que no se llegue a los 15 kilos que se pronosticaron en los mejores augurios de principio de curso, pero quizá sea más importante el dónde que el cuánto.

Una cosa sí está clara, Rodríguez es dueño de su futuro este verano, cuando se convierta en agente libre sin restricciones. Y podrá decidir qué rumbo tomar, algo al alcance de no muchos jugadores en la NBA. Un privilegio ganado con el riesgo de irse hasta allí, de vuelta, con sólo un año suscrito. Sergio arriesgó. En julio empezará a recoger sus frutos.


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