Bennett, que la suerte te acompañe

La gorra de osmio

Ser número uno del Draft conlleva, de manera insoslayable, verse permanente observado con lupa. Bennett se quemó bajo ella como hojarasca por el doble efecto del sol. No soportó la presión. Un generalillo recién ascendido como consecuencia de un informe por una hazaña que no era la suya, y viose perdido, sin uniforme, para pasar finalmente desapercibido y terminar olvidado.

Llegado el momento de hacer balance de su primer año, en esta misma web lo calificamos de Fiasco. Ni un sólo voto para ‘El Novato del año’ y fuera de todos los quintetos de rookies un primer quinteto conformado por Michael Carter-Williams/Trey Burke/Victor Oladipo/Tim Hardaway Jr./Mason Plumlee—. Buscamos nueva parada.

Segundas partes, Timberwolves

Aquel maravilloso sketch prometía. Por una vez, lo que se juntaba en esa gélida y rara ciudad que casi todos rehuyen, Minneapolis, aspiraba a convertirse en algo grande. Andrew Wiggins, Zach LaVine, Thaddeus Young, Shabbaz Muhammad, Ricky Rubio… Anthony Bennett.

Por fin, agotadas ambas partes, se optaba por la marcha de Kevin Love. Poco o nada que objetar; pues menudo botín a cambio. Dos números uno del Draft para empezar. El elegido y el desahuciado. Ambos deseados, ambos ilusionantes. Uno, Wiggins, parecía un éxito seguro. El otro, una inversión romántica; un muerto al que revivir.

Había todavía muchas esperanzas puestas en Bennett. Y no empezó mal la cosa. Algo que más adelante casi ha terminado convirtiéndose en costumbre. En las Ligas de Verano el ala-pívot se salió, asombrando con un físico renovado y algunas acciones espectaculares. Aquí, por aquél entonces, yo creí en él.

Pero poco más. Llegó la temporada regular y nos hartamos de pick & pops, de constantes intentos desde el triple y de cobardía para casi todo lo demás. Un mate feroz al contraataque, un día inspirado en la suspensión; poco más.

Flip Saunders veía colmada su paciencia y en su segunda oportunidad, perdido el hueco y con la confianza aún por encontrar, Bennett debía conformarse con 15 minutos por noche y otra ola de irregularidad por las lesiones (57 partidos disputados como sophomore), que lo dejaban en 5,2 puntos y 3,8 rebotes. Por buscar el lado positivo, los porcentajes comenzaban ligeramente a mejorar.

No hubo Second Round en los Timberwolves. El 23 de septiembre de 2015, fue cortado mediante buyout por valor de 3,6 millones de dólares. Segundo tren y segunda coz directo al andén. Nueva intentona, recompramos fiasco.

Vuelta a casa

Más al norte, más frío aún, pero nada como el calor de un hogar. Anthony Bennett volvía a Toronto. Y duró menos que una tableta de Suchard por Navidad. Nos pararemos muy poco en el tercer año del canadiense porque realmente hay muy poco que reseñar.

Este tren fue un enlace apenas previsto, siendo arrojado en esta ocasión con la locomotora en plena marcha. Eso sí, antes tuvo tiempo de visitar un vagón totalmente desconocido para alguien obsequiado con la primera gorra del draft: la D-League. Bennett, en un intento desesperado por recuperar sensaciones, confianza y minutos, probó la Liga de Desarollo con los Raptors 905.

Frases dignas de portada las que voceaba Dwane Casey hablando de la impresionante defensa de su nuevo fichaje. Se repetía la historia. En preseason enamoraba y en regular decepcionabaUn desamor que apenas fue un romance de otoño; pero éste dolió más que el resto; verse tan prontamente repudiado —un 1 de marzo de 2016— por el equipo de su ciudad natal.

No llegó a los 20 partidos y sus números fueron peores que los de su año de novato en todas las columnas. Ya iban tres destierros para la reencarnación del Jean Valjean de Victor Hugo. El número 1 seguía siendo una pesada pesa bajo la que Bennett se ahogaba. Pero no desfalleció.

A la ciudad de las oportunidades

Con este título a uno le vienen los Knicks. Pero no; fueron (han sido) los Nets. Eran 23 años, ¡diantres, tiempo más que de sobra para relanzar su carrera! O bueno, lanzar por primera vez, qué mas da. El caso es que el globo del optimismo con este jugador se hincha con pasmosa facilidad.

La suerte le había dado la espalda, quizás debido a él mismo. Pero lo que jamás se le podrá achacar al bueno de Bennett es ni exceso de orgullo ni falta de fe. En verano no tuvo problemas en bajar al barro y tratar de impresionar como lo hacen los cadetes, mediante ‘entrevistas de parqué’ en el campamento de agentes libres. Ahí llamó la atención de una franquicia que le venía a la medida. Pues ni uno ni otro tenían nada que perder y todo por ganar con este intento de simbiosis. Otra vida más para este gato.

Pero como si lo hubiésemos visto venir, el susto ha sido menor esta vez. Qué otra cosa podíamos esperar cuando estamos leyendo un libro de pesadilla. Obviamente el grito ahogado y el salto en el sofá aún existen, aunque ya despegamos menos. Pues habiendo leído ya algunos capítulos del la biografía baloncestística de Bennett, un nuevo exilio era sencillo de imaginar.

Que la suerte le acompañe

No hace tanto, en las postrimerías de noviembre, nuestro colega Mariano nos hablaba de la penúltima oportunidad. Pues parece que con este espécimen siempre estaremos tentados de insistir una vez más. Y él, mientras, a lo suyo; con sus garbeos por la D-League como un experto en hincar el codo que gasta las tardes en la cantina. Sólo un rápido cambio de condado para defender a los Long Island Nets. Y luego vuelta su equipo. Vuelta al banquillo de la esperanza perdida.

Ayer terminó una nueva penúltima aventura. Quincy Acy ha sido el tardío Grinch que le ha robado la Navidad cuando AB13 ya subía los adornos al trastero, confiado, hasta el año que viene. Pero la ilusión… la ilusión no se la roban.

Bennett, estoy convencido, volverá a intentarlo. Cae bien. Cae bien a todo mundo, y si su suerte no es suficiente, puede que con la nuestra, con la que le deseamos, le termine alcanzando. Y triunfe, no en Europa ni en China ni en la Liga de Desarrollo. Sino triunfar (aquí, sinónimo de carrera estable) donde hace tres años y medio lo soñó: en la Green Room del Barclays Center —hoy, su último pabellón de batallas perdidas—. En la NBA.

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