El ‘Novato del año’, un premio caprichoso

El triunfo de los undrafted

Y así, echando un vistazo al cuadrante, comprobamos varias cosas. Por ejemplo, que de entre los veinte novatos con más minutos de promedio en lo que llevamos de temporada, sólo ocho de ellos son lottery pick, de los cuales dos ni siquiera son carne del último draft. Vemos también, que de entre esa veintena que cierra Alex Abrines, cuatro ni siquiera han sido elegido entre los 60 agraciados de su correspondiente generación.

Malcolm Delaney, por ejemplo, se estrena como nobel en Norteamérica a sus 27 años. Habiendo sido ignorado en su camada de 2011, labróse su carrera por Europa (Francia, Ucrania y Alemania) hasta ser llamado del exilio y saborear el triunfo de los minutos a la primera oportunidad. Varios casos parecidos al suyo tenemos esta misma temporada.

Si nos fijamos en los seleccionados exclusivamente en 2016, el orden es algo que tampoco se respeta. Orden de elección y minutos jugados son dos variables que no encajan de manera alguna. Los entrenadores dan una de cal y una de arena. Y en ello dependen mucho las aspiraciones del equipo.

El teorema del caos

Pongamos el caso de los Lakers. Entrenador nuevo, aspiraciones modestas, roster muy joven y el nº 2 del último draft. Obviamente Brandom Ingram debía jugar y ahí está, comandando la lista. Sin embargo, su otra elección, Ivica Zubac en el puesto 32º, no ha contado apenas hasta ahora para Luke Walton a pesar de haber cuajado una fantástica pretemporada; solo diez apariciones, pero que sin duda irán a más si los angelinos siguen con la caída libre y las aspiraciones terminan de desaparecer.

Jaylen Brown, número 3, es un caso raro, más estando en manos de Brad Stevens, un entrenador jóven y de lo más audaz. Algo ocurrió en el seno del vestuario más allá de lo estrictamente baloncestístco. El de Berkeley comenzó siendo importante en la rotación, y fue perdiendo protagonismo hasta diluirse por completo. Ahora, poco a poco, parece que va recuperando la confianza de su superior.

De Dragan Bender ya se sabía que venía más verde que una tortuga ninja y que en Phoenix asumían el coste de la inversión a largo plazo, por lo que sus 12,3 minutos son una sorpresa menor. Más le está costando ganarse un hueco en todo un aspirante —de segunda fila— al anillo como son los Raptors, al nº9, Jakob Poeltl.

Thon Maker, el pívot sudanés, sólo tiene 19 años si su pasaporte dice la verdad. Que iba a ser número 10 del draft no estaba para nada cantado; sí el hecho de que su primer año en los Bucks, con Monroe, Henson y Plumlee por delante, iba a ser de lo más contemplativo. Sin embargo ocurren cosas geniales como que, en su mismo equipo, el número 36, Malcom Brongdom, aprovecharía a la perfección la baja temporal de Dellavedova, siendo ahora el playmaker titular de Jason Kidd.

La franquicia propicia, el entrenador adecuado, la rotación conveniente y la siempre imprescindible fortuna. Sin eso, sin absolutamente todo eso, competir por el ‘Novato del año’ se convierte inmediatamente en un sueño poco menos que inalcanzable.

Dejounte, ‘el robo’

Tras analizar los treinta más prometedores de esta camada, él fue mi elección. Walde Baldwin IV iba a ser el robo del draft. Seleccionado por Memphis en el puesto 17º, contó con bastantes minutos a principio de curso gracias a David Fizdale. No los aprovechó. No lo suficiente. Hoy anima como todo un profesional desde al banquillo mientras Andrew Harrison absorbe los que podían ser minutos.

Mi confianza sigue intacta y reafirmo la opinión de que será un gran jugador; sólo que ha empezado despacio. Pero algo sí ha cambiado; ya no es ‘mi robo’ del draft. Este título no oficial, se ha mudado a San Antonio.

https://www.youtube.com/watch?v=vrQlkgwf72c

Dejounte Murray me tiene completamente embelesado. Casi todo —porque la perfección está sobrevalorada— lo que hace en la basura de minutos o en los minutos de la basura que le da Pops, es chispetante, inteligente, fresco y absurdamente maduro para un debutante en la liga. En el museo del AT&T, ese enclave donde el baloncesto es arte, no hay espacio aún para aprendices de Montmartre.

Con Parker y Mills por delante, el abuelo de los banquillos no está aún para demasiados experimentos; 20 partidos y 5,7 minutos. A día de hoy, Murray se mantiene caliente en la D-League, donde en los Austin Toros es el rey del bosque cada vez que pisa madera— 13 partidos, 34 minutos, y 17,7 puntos, 7,8 rebotes y 6,4 asistencias—.

Por lo tanto, el base grumete de los Spurs, desde antes del pistoletazo está sin dorsal en una carrera que, sin rivales —por incapacidad o incomparencia—, tiene el oro reservado para Joel Embiid.

Murray no es el único. Denzel Valentine, Henry Ellenson, Malik Beasley, Malachi Richardson, Tyler Ulis, Derrick Zimmerman, Skal Labissiere, Taurean Prince o el gran (desconocido) Georgios Papagiannis — Cousins, how you doing?—, son jugadores que en otro draft, en otro estado, con otra camiseta o en alguna Green Room paralela, podrían haber, no digo robado, pero si incordiado, zancadilleado o importunado algo más al pívot de los Sixers, que va escapado, en solitario y con el viento empujándole en la espalda, directo a por su galardón.

El ‘caso Randle’ y los mínimos estadísticos

La NBA, que rara vez deja algo al azar, tiene una serie de reglas para evitar que jugadores con un volumen demasiado exiguo de partidos jugados en una temporada regular, computen para los premios estadísticos de final de año. Os dejamos dicha tabla por mera curiosidad informativa.

CATEGORÍAMÍNIMOS
ANOTACIÓNEl jugador debe haber disputado 58 partidos
REBOTESEl jugador debe haber disputado 58 partidos
TIROS DE CAMPO %300 tiros de campo encestados
TIROS LIBRES%125 tiros libres encestados
3PT %82 triples encestados
ASISTENCIASEl jugador debe haber disputado 58 partidos
ROBOSEl jugador debe haber disputado 58 partidos
TAPONESEl jugador debe haber disputado 58 partidos
MINUTOEl jugador debe haber disputado 58 partidos
AST/PÉR RATIO200 asistencias
ROB/PÉR RATIO82 robos

*Aplicable en temporadas regulares de 82 partidos 

Y sin embargo, de tanto centrarse en pertrechar el quirófano se han olvidado del paciente, que además aquí se trata casi de un niño. No es un tema nuevo para nada, pues en 2015 ya sacamos el dilema a la palestra y lo compartimos con nuestros lectores.

Julius Randle, por culpa de 13 minutos y 34 segundos de juego, se quedó sin poder «disputar» el galardón a ‘Rookie del año’. El periodista de TWC Sports Net, Mike Trudell, consultó de primera mano a la NBA para comprobar si algo tan rematadamente absurdo podía ser cierto. Lo era. Según las normas, una vez que un novato disputa un sólo partido oficial, aunque pise el parqué menos por cinco segundos, se convierte para el siguiente curso en, oficialmente, jugador de segundo año.

Entre los 38 rookies escogidos por la NBA para su clásica encuesta sobre lo que esperan de su propia promoción —además de apostar ellos también por Dejounte Murray como ‘robo del draft’—, se decantaron por el jugador de los Timberwolves, Kriss Dunn, como futuro ‘Novato del año’. Tras él aparecía Brandon Ingram, y en tercera posición, con el (19,4% de los votos), el número 1 del draft, Ben Simmons.

Una injusticia… ¿incorregible?

Todo indica que el australiano debutará el próximo mes de febrero, y entonces veremos qué pasa. Éste no es un bust. Ni mínimamente candidato a ello. Si a alguien no le terminó de convencer en la Universidad, seguro que le extirpó las dudas en las ligas de verano. Simmons, si las lesiones le respetan, va a ser un monstruo de este deporte.

Pero hay algo que ya, con seguridad, no va a ser. Aunque vuelva espléndido, aunque retome el baloncesto mejor que nunca, aunque tenga el debut soñado y lo que queda de temporada sea un dominio a lo Shaquille O’Neal en su apogeo; el ex de LSU no tiene la más remota oportunidad de ser elegido como el nobel más descollante del año.

¿Justo? ¿Ecuánime? ¿Evitable? ¿Suavizable? Puede que tras tres meses de baloncesto, no sería honesto que Ben Simmons calificara nuevamente como rookie para la temporada que viene. Pero que Julius Randle tampoco pudiese hacerlo por menos de lo que tarda en comerse un bocadillo, tampoco.

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