Los Angeles Clippers: dejar de aparentar y encaminarse a ganar

El mejor inicio de su historia. Tras el primer cuarto de temporada, Los Angeles Clippers pasa el Día de Acción de Gracias con la mejor marca de siempre en tan señalada fecha (14-2). Ya están preparados, ahora «sólo» quieren el regalo más grande.

Retrospectiva necesaria

Como en todo fenómeno de estas características, hay que viajar hacia atrás en el tiempo. «Chris Paul, contigo empezó todo», que diría Gerard Piqué. Y habría que rehuir la personalización en este caso, ya que el éxito o fracaso de este proyecto va a ser más coral que otros que vemos paralelamente hoy en la NBA. Aquel veto de David Stern a que Paul llegara a los Lakers acabó insuflando la mejor medicina al otro equipo de la ciudad, los Clippers, que pusieron ahí la primera piedra de este proyecto.

El equipo deshilachado de años atrás ya tenía el eje pivotal. Faltaban los aditivos, pero el ingrediente principal era CP3. Y no estaba nada mal rodeado, podían empezar a ir hacia el objetivo desde ese mismo momento. El coach Del Negro no se había visto en otra igual con jugadores de la talla de Caron Butler, Mo Williams, Chauncey Billups o Kenyon Martin y proyectos de altura como Nick Young o Eric Bledsoe. Eran unos Clippers irreconocibles (para bien) para muchos de sus fans, pero faltaba algo.

La temporada 2012/13 fue un gran punto en el que apoyarse en la subida. Hubo incluso un apuntalamiento en el roster que llevó a muchos a considerarla la mejor plantilla de la historia de la franquicia. Y algo sintomático comenzaba a ocurrir, ya que Matt Barnes y Lamar Odom se iban de los Lakers para jugar en los Clippers. El «hermano pobre» de L.A. ya no lo era tanto, y aquel año lo demostraron: arrasaron 4-0 a los púrpura y oro en temporada regular, lograron el 3º mes perfecto de la historia de la NBA (diciembre de 2012, 16-0) y computaron su primera temporada con más de 50 victorias. Pero más allá de esa macroeconomía de los datos, al grupo se añadió un elemento capital como Jamal Crawford y ellos mismos se deshicieron del entrenador Vinny del Negro al ver que no conseguía apretar la tecla correcta. Estaban en la senda, pero faltaba algo.

A ese banquillo llegó Glenn Rivers. ¿Cómo de bien olería aquel plantel para que él, endiosado ya en Boston, se embarcara en esta aventura? Y se llevó con él a Alvin Gentry y Tyronn Lue, quienes ya más adelante lograrían capturar el campeonato. Al final de aquella temporada 2013/14 se produjo hasta un cambio de dueño por racismo, algo que todavía espoleó aún más a un gupo con un líder tan comprometido con esas realidades sociales como Paul. Hasta esos detalles les iban al pelo, pero faltaba algo.

Tenían mucho trecho hecho: habían logrado desbancar a rivales que históricamente les habían vapuleado, se habían ajustado al nuevo orden de la Conferencia Oeste e incluso eliminaron a los vigentes campeones de aquella 2014/15, los Spurs, pero faltaba algo.

Ese elemento, ese toque, ese eslabón. Todo orbita en torno a qué es lo que le hace falta a Los Angeles Clippers para ganar el Larry O’Brien. Nadie acierta a dar con el ingrediente secreto: ningún analista mediático, nadie dentro de la franquicia, ningún miembro del organigrama deportivo. ¿Ha valido de algo este trayecto, o estamos ante una de las grandes oportunidades perdidas de la historia de esta competición?

Un grupo bien avenido

Hay algo que se repite a lo largo de todo este recorrido anteriormente hilado. La terna que forma Chris Paul con Blake Griffin y DeAndre Jordan. Son el denominador común que vertebra esta nueva esperanza. Tanto en la cancha como fuera de ella son los tres hombres por los que pasa que se siga la dirección correcta.

Y el otro elemento que traspasa el equipo, Jamal Crawford, también sigue en el equipo. Y Paul Pierce sigue un año más antes de retirarse. Y vuelve un Raymond Felton renacido el año pasado en Dallas. Y se han hecho con los servicios de Marreese Speights a precio de coste, algo que chocó a los propios Warriors. Es decir, que han conformado otra plantilla para optar a todo.

‘Doc’ Rivers: «Creo que podemos jugar contra todos, no hay distancia entre otros y nosotros. Eso es lo único que tenemos que probar»

Nada realmente bueno va a ocurrir si el que destaca es un solo jugador. Éste sí es un equipo, mejor o peor, pero un conjunto donde la compenetración es crucial. No hay mejor muestra que su seña de identidad, ya que el juego por encima del aro requiere de unos atributos de conocimiento y sincronía entre compañeros como pocos aspectos del juego.

Optimizando recursos, Paul está siendo aún más all-around-player de lo que ya era, a Jordan le ayudó mucho disputar los Juegos Olímpicos de Río con Estados Unidos para progresar en el juego de «nuevos pívots» y Griffin puede lanzar con más soltura desde 6-7 metros desde la notable mejora de la pasada temporada. A ellos tres se les une la estabilidad anotadora de Redick y Crawford y la experiencia de un banquillo que poco tiene que envidiar a otros de los que lucharán por todo.

¿Por qué no están en las quinielas?

Hasta cuando lo hacen casi perfecto, pocos les dan chance. Tienen muy mala prensa, una reputación que ellos mismos se han ganado. Si no son el equipo con peor fama ante la opinión del aficionado neutral, poco les falta. Y precisamente viene de sus tres estrellas: la chulería de Chris Paul, el niño en cuerpo de hombre que es DeAndre Jordan o los problemas extradeportivos de Blake Griffin. Es más por el carácter de los integrantes, no por un juego que sí puede ilusionar a cualquiera que se preste a verles.

Es probable que este fenómeno de mobbing en materia de predicciones sea porque son de los equipos -más que Warriors o Cavaliers, por ejemplo- que más años seguidos lleva con plantillas que son de las mejores de la liga pero con las que no logra, como dicen allí, capitalize (aprovechar la oportunidad y lograr el objetivo).

Les falta el factor-X. Si no es porque les eliminan en primera ronda es porque les remontan a cinco minutos de clasificarse para las finales de conferencia.

Lo que dicen los números

Esta apertura de temporada no puede ser más esperanzadora. Son los líderes de la NBA: 14-2. Sus dos únicas derrotas son en casa ante Thunder y Grizzlies, dos equipos que les jugaron de forma muy diferente pero con el punto en común de ser muy físicos. Quizá sea ahí donde sufren, cuando les pagan con su moneda.

Pero les sale todo. Dominan hasta los tiros libres a pesar de DeAndre Jordan, imagínense. Siguen siendo uno de los equipos más anotadores, con 110’9 puntos por partido (2º) y 111’7 de ratio ofensivo (2º), pero el cambio viene en defensa. Una piedra en el camino todos estos años que Lob City empieza a quitar de la senda: 1º en robos por partido (9,8) y 2º en ratio defensivo (98,2). Un control sobre los rivales que asusta.

En todas estas estadísticas los únicos que les tosen son los Warriors, hablando a las claras de que las plantillas -vistas de forma individualista- no son tan distantes. De hecho, superan también al superequipo de Golden State en el ratio neto (13,5) y en el impacto estimado por jugador (59,3).

E individualmente tampoco van cojos. Chris Paul ya es el máximo asistente histórico de la franquicia, lidera la liga en robos y tiene el tercer mejor PER de lo que va de campaña (30,78). La ausencia más acusada en pista es la de Griffin y la presencia que más aporta es la de Redick. Y, como dato curioso, están invictos (10-0) en los partidos donde juegan con una alineación suplente tirando hacia el ‘small-ball’: Felton, Crawford, Rivers, Johnson, Speights. Hasta en los datos se reparten las funciones.

Hasta a excépticos como el que aquí escribe les están haciendo dudar. Están pletóricos, no sólo rompiendo marcas sino mostrando una nueva cara a todos aquel que se les presenta. Éste debe ser el año.


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